Acaba de bajar la trapa la última empresa radicada en Béjar, superviviente aquel viejo esplendor marcado por las hilaturas bejaranas, que competían de tú a tú con las mejores de Sabadell
Con el cierre de 'Hijos de Rafael Díaz', Béjar dice adiós a una parte de su grandeza histórica. La que trajo el textil, con tanta prosperidad para la ciudad. Acaba la bajar la trapa la última empresa radicada en Béjar, superviviente de aquel viejo esplendor marcado por las hilaturas bejaranas, que competían de tú a tú con las mejores de Sabadell. Hoy todo es historia en este particular réquiem de un capítulo importantísimo de la actividad fabril en la vieja meseta
Con el adiós a la última fábrica uno recuerda el enorme significado de Béjar en la industria charra. Sobre todo aquel "vives mejor que los más ricos de Béjar", en una referencia que definía su oasis económico al mirar desde el teso de su prosperidad al resto de la provincia. Era la época que allí corría el dinero de las grandes fortunas de la industria del paño. 'Confeccionado con paño de Béjar' era el gancho utilizado por los mejores sastres de España para definir la calidad de sus tejidos, como el famoso Collado, que cosía a Franco, al Rey emérito, al cuerpo diplomático y a casi toda la aristocracia. O Celso García, quien abandonó su afamado taller en la salmantina calle Zamora (ahora ocupado por el bar de copas O'Haras) para instalarse en la mejor zona de Madrid y coser a los clientes con más glamour del 'todo Madrid'.
Entonces, Béjar vibraba gracias a la pujanza económica de sus paños, con tanto bienestar que hasta su club de fútbol -para una ciudad tener un buen equipo es sinónimo de prestigio-, el histórico Béjar Industrial llegó a ser, con diferencia, el equipo más importante de la provincia, superando en alguna época a la UDS en medio de una tensa rivalidad. Aquellos choques entre el Béjar y la Unión disputados en el Calvario o en el antiguo Mario Emilio han pasado a formar parte de las páginas históricas del deporte charro, sobre todo en los años que una inmensa una pancarta decía 'La ciudad de Béjar saluda al pueblo de Salamanca', en una clara muestra del poder que trajo el dinero.
Pero el transcurrir del tiempo lleva a Béjar el particular declive con la llegada de las primeras volteretas que vienen por la falta de modernización y la inmediata pérdida de mercados, desembocando al final en la cornada del cierre por culpa de esas heridas que nunca cicatrizaron. Desde entonces al pasear por Béjar y observar los restos de su esplendor, uno se desazona al observar los solares o restos de tantas empresas que tras el cese de la actividad dejaron en el camino pintada la raya de la desolación. Por esa razón, esos pasos conducen al desgarrado dolor de una ciudad herida, aunque con el anhelo vivo de mirar para adelante en busca de un nuevo esplendor.
Ahora, con la cadáver de última factoría en echar el cierre aún caliente, lo que nadie va a poder matar es la leyenda y el recuerdo añejo de su industria textil. En el mismo escenario que sus gentes marcaban estilo con su forma de vida. Con sus coches de lujo y sus vacaciones en Sotogrande. Con ser pioneros en enviar a sus hijos a Inglaterra o Estados Unidos a perfeccionar el inglés, algo que en la Salamanca de entonces, estaba a años luz. Eran los poderosos bejaranos que matriculaban sus coches en Madrid, porque antiguamente la 'M' por delante era un toque de distinción, a diferencia de la 'SA', que no dejaba de ser la identidad de un 'nido' pobre de la España rural.
Así transcurrió su vida hasta que, un mal día, sus telares empezaron a agonizar y ahora acaban de escribir su definitivo réquiem. El mismo que dice adiós a la pintoresca clase social que marcó estilo en la Salamanca agraria del pasado siglo. A quienes llevaban a gala ser los protagonistas del famoso dicho: 'Vives como los más ricos de Béjar".