Paseo contemplativo

Querámoslo o no vivimos condicionados por nuestra época, o por la acumulación de épocas. Y así, modernos como somos, nos hemos creído capaces de construir nuestra personalidad y nuestro futuro, cuando es más cierto que nos lo construyen, nos adoctrinan y nos hacen creer lo que más conviene al que señala lo que hay que creer.

Pero también somos postmodernos y, como tales, estamos convencidos de que gobernamos el mundo de nuestros sentimientos y deseos. Lo del deseo es muy importante y ya el filósofo Spinoza cayó en la cuenta de que es lo que mueve el mundo, o al menos nuestro mundo interior. Pero en esto de los deseos hay una panoplia muy amplia, desde el ansia de eternidad de mi maestro D. Miguel de Unamuno, o el ansia de Dios que se refleja en el Salmo 62, hasta la peregrinación compulsiva por las rutas del vino y de la gastronomía, para la que hay que satisfacer previamente los afanes de salud y de dinero. El afán de amor es más relativo y contradictorio, pues lo mismo puede llevar al divorcio reiterado -siempre que el afán de dinero esté previamente satisfecho- que a practicar aquello de que "el buey suelto, bien se lame" y nada de compromisos estables. Y, por si vienen mal dadas, siempre nos queda el cinismo heroico de aceptar la insoportable levedad del ser o, llegado el caso, la muerte más digna posible, eutanasia o kakotanasia; o dormición en Dios, que parece que hay tendencia a morir como se vive y, en todo caso, la muerte es un huésped incómodo y misterioso, pues tiene la costumbre de desestabilizarnos y abrirnos a abismos aterradores o acogedores?que fundamentalmente depende de según, como suele decirse; o sea, que eso de morirnos es un hecho misterioso que no dominamos ni por soñación.

En esas cosas iba meditando cuando me encontré con el monolito dedicado al segundo centenario de la Guerra de la Independencia. Es tan simple y anodino que he pasado junto a él cientos de veces y no había reparado en su insignificancia, o tal vez sus promotores tuvieron que hacer un enorme esfuerzo para poner ese monolito minimalista tan cerca de donde explotó el polvorín y del vacío de destrucción que dejó en patrimonio de la ciudad acumulado durante siglos y volatilizado en un instante. A lo peor es que todavía no lo hemos asimilado. Como no sé si podremos asimilar los vaivenes ideológicos que se van a producir a lo largo de este mes y hasta la primavera en los Congresos o asambleas de los partidos que dicen representarnos: de la socialdemocracia al liberalismo -¿Qué liberalismo?-, del humanismo cristiano liberal a vaya Vd. a saber qué, del eurocomunismo a la socialdemocracia nórdica y de esta al culto al líder -¿qué líder?-, del no es no al federalismo asimétrico de progreso. Puede que tuvieran razón los autores del monolito de la Guerra de la Independencia, buena gana de atrevernos a adivinar el presente. Dejémoslo en su simpleza, que ya nos lo darán escrito en 140 caracteres y un video de YouTube.