En 1.518 las Cortes de Valladolid ordenan que "non anden pobres por el Reino, sinon que cada uno pida en el lugar de su naturaleza".
Este movimiento de defensa de las ciudades espalas contra vagabundos cobró vigor a partir de 1.544, siendo precisamente Salamanca, Zamora y Valladolid las que primero lo pusieron en práctica.
A tal punto llegó la exigencia del cumplimiento de la orden que el castigo eran sesenta azotes y el destierro que preceptuaba la legislación.
Si analizamos la frase de que "cada uno pida en el lugar de su naturaleza", nos daremos cuenta de que se refería a los que ahora denominamos inmigrantes, y antes vagabundos y mendigos.
La problemática del acogimiento de los mismos no es cosa de nuestros tiempos, solo que en la actualidad el problema se va soslayando con declaraciones solidarias incumplidas y disimulos, más que con soluciones.
Y de pronto llega Trump que, ni corto ni perezoso y sin disimulo alguno, lleva la orden de las Cortes de Valladolid a la Casa Blanca y se carga de un plumazo los derechos humanos de aquéllos que, para su desgracia, tienen que huir de "sus lugares de naturaleza" por guerras, persecuciones o hambre.
He tratado de imaginarme a Trump con las vestiduras de la España del siglo XVI, y le quedan que ni pintadas. Vuelve a las murallas para proteger las ciudades de los enemigos, vuelve a cerrar fronteras para los forasteros, vuelve a los destierros, y no vuelve a los sesenta azotes de castigo porque no habrá leído los libros de Historia para rematar esas costumbres, que a este señor solo le hace falta que le den ideas para que formen parte de su particular bitácora política.
Alguien tendría que recordarle a Mr. Trump sus orígenes porque, ya que va de antiguo, podía pensar que tras el descubrimiento de América, su colonización por las entonces grandes potencias europeas se realizó en su mayoría con condenados a los que se conmutaron sus penas por ocupar y trabajar las tierras del nuevo continente. Y que años más tarde, esos mismos colonizadores llevaron por la fuerza a los ascendientes de los ahora llamados afroamericanos contra su voluntad, en una gran oleada de "inmigración" forzada por la esclavitud.
Sr. Trump, a buen seguro que usted no desciende de la pata del Cid que decimos en la España de ahora, así que no sea tan exigente a la hora de elegir quiénes pueden asentarse en su reino y quiénes no.
Y sobre todo recuerde que a diferencia de los reyes de la época que a usted tánto le gusta, ellos eran de cargo vitalicio. A usted le durará cuatro años, porque con las flores que va sembrando en su jardín no será motivo de admiración para dejarlo crecer cuatro años más.
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