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Con esta carne
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Con esta carne

Actualizado 26/01/2017
Luis de Horna

Parece que todo el progreso económico y social logrado en las últimas décadas consiste en no creer en la alegría, no esperar que haya felicidad en nuestras vidas. Los corazones tienden a endurecerse y a secarse, porque ciertamente en nuestra sociedad se ha ido inoculando lenta pero constantemente el virus del logro inmediato, del tener cada vez más, del trabajar nuestro cuerpo de manera que las arrugas y las flacideces se disimulen lo mas posible? Porque, al idolatrar lo material, tanto en las cosas que nos rodean como en nuestra propia configuración carnal, se tiene la convicción consciente o inconsciente, de que todo se acabará en el hoyo del cementerio. Y ese es el fin de todo. Como consecuencia, hay que apurar en todo instante la más mínima ocasión disfrute y placer, cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Carpe diem. Creemos en las calamidades que vemos en la sección de sucesos, podemos disertar indefinidamente sobre las causas y los efectos de la crisis que nos cerca, sobre los impuestos insoportables, sobre el desastre de muchas familias desestructuradas? Y nos reímos en la cara de alguien que nos quiera persuadir de que la dicha es real y existe. Pobre ingenuo, pensamos.

[Img #304415]Se ha convertido en virtud el prescindir de Dios y no creer en su existencia. Aseguran que el progreso es eso: sólo el hombre se basta a sí mismo. Consideramos como el más valioso de nuestros logros, la más fiable de nuestras experiencias, el no dejarnos arrastrar por esa otra virtud tan engañosa llamada esperanza. Pero, seguros y orgullosos de ser realistas, de estar ya de vuelta de todo, de que nadie nos puede ya engañar con seguridades ni creencias? no somos felices y tememos un final sin esperanza, la muerte. He ahí el hombre, enfrentado a sus convicciones, a su diosa razón, a su desorientación en definitiva. Tiene miedo.

En estos días pasados de Semana Santa en los que la devoción se ha volcado en el sufrimiento y la muerte de Jesús, en la penitencia y la desolación, todo estaba centrado en la decepción de cómo un ser humano y divino había aceptado ser machacado por aquellos a quienes había venido a liberar. Con su total libertad quiso permitir, dar poder, a sus verdugos que hicieran con el a su antojo, arrastrados por su crueldad.

Pero ya estamos en la Pascua de Resurreción. Cristo ha resucitado. Por eso han tocado las campanas y por eso el nudo de congoja se ha deshecho. ¡Aleluya!. Tenemos ante nosotros al que , con su cuerpo ha vencido a la muerte. Cristo, Dios, es infinitamente mejor de lo que creíamos. Rompe esa estrecha envoltura en la que lo habían encerrado nuestros prejuicios, nuestras decepciones, nuestra fe tan débil. Es el que se revela como mucho mejor de lo que pudiéramos creer, capaz de hacernos felices, capaz de entusiasmarnos. Ante él todos esos pesimistas, seguros de sus credos materiales, los convencidos de que no se puede vivir de ilusiones, se encuentran desconcertados, no se atreven a pensar que se han engañado y que la virtud que habían descuidado y despreciado es precisamente la más poderosa: la esperanza.

El camino mostrado por Cristo es, ni más ni menos, el camino que todos hemos de seguir: resucitaremos con nuestra misma carne. Con esta carne en la que se aposenta nuestro espíritu, carne que es parte consustancial de nuestra persona. Puede que alguna vez nuestros recelos y desconfianzas nos lleven a dudar, como le sucedió al apóstol Tomás, de que tanta dicha no es posible, que hay que tocar para creer. Puede que nos llegue algún momento en que nos sintamos como él desgraciados por no creer, aunque sea esa una manera de creer. Porque querer creer es creer, como querer amar es amar. Calma. Vendrá esa visita del Señor a pedirnos que metamos la mano en sus llagas y caigamos de rodillas ante su presencia exclamando: "Señor mío y Dios mío".

Para concluir, me adhiero a la frase de Charles Crowe : "La Pascua es la demostración divina de que la vida es esencialmente espiritual e intemporal"

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Pies de fotos:

  1. "Nuestro" Resucitado entra triunfante en la Plaza Mayor. Alejandro Carnicero. S.XVIII.
  2. Jesús sale del sepulcro. Luis de Horna. 2003. Casa de la Iglesia. Salamanca.
  3. Resurrección de Cristo. Andrea Mantegna. 1459. Museo de Bellas Artes. Tours, Francia.
  4. Resucitado. Pedro de Aguilar. S.XVII. Museo Carmelitas Descalzas. Alba de Tormes.
  5. La resurrección de Cristo ante San Ildefonso. El Greco. 1541-1614. Convento de Santo Domingo el Antiguo. Toledo.
  6. La incredulidad de santo Tomás. Caravaggio. 1602. Palacio de Sanssouci. Postdam, Alemania.

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