El cochero

Habían pasado unos días cuando Kay, haciendo acopio de valor pues no le gustaba interrumpir al maestro, llamó a la puerta de la cabaña del mago Al?

?Adelante, le contestó éste, pasa Kay, pasa. La voz sonaba jovial así que Kay se relajó y entró.

? Buenas tardes maestro, saludó Kay, me gustaría hablar con vos un momento.

­? Claro, muchacho, claro. Cuéntame... ¿tienes problemas con la tristeza?

? Pues sí, maestro respondió Kay un poco fastidiado por que el mago siempre se le adelantaba y parecía como si supiese de antemano, todo lo que pasaba.

? Qué, ¿no te libras de ella? Dijo el mago sonriendo?

?No, maestro; no hay manera

? Llevo un montón de días, se quejó el joven, dándole vueltas a eso de "conecta con tu sentimiento de tristeza" y nada, cuanto más me relajo y me pongo a pensar y a darle vueltas más triste me pongo. Me resulta imposible conectar con un sentimiento que me invade y me come por dentro poco a poco?

? Está bien, ¡tranquilo Kay ¡ dijo el mago; tienes que trabajar la aceptación pasiva y desde luego, antes que nada, la relajación. Veamos cómo te colocas para hacerlo, pidió Al a su pupilo.

Habitualmente, la cabaña del mago era un espacio totalmente vacío pues Al siempre decía que la mejor forma de practicar el desapego y no alimentar el ego, era tener sólo lo que se necesitaba. Así que Kay no se extrañó cuando el mago chasqueó los dedos y apareció una silla, se sentó en ella y comenzó a inspirar profundamente?

? ¡No, no! exclamó el mago contrariado; no se trata de meter aire en el cuerpo, primero siéntate bien, quiero que te sientes en la postura del cochero.

?¿Y cómo es esa postura maestro? quiso saber el joven.

?Pues exactamente así, como si fueras uno de los cocheros con los que a veces nos cruzamos en el bosque conduciendo sus carretas.

Kay se sentó en la parte delantera del asiento, con las piernas abiertas unos cuarenta y cinco grados y los pies sólidamente apoyados en el suelo, los antebrazos sobre la mitad de los muslos, las manos colgando flojas, relajadas, como si sostuvieran las imaginarias riendas de los caballos, y un poco inclinado hacia adelante

?Muy bien, dijo el mago satisfecho, ahora es cuando puedes respirar profundamente un par de veces y bajar ligeramente la cabeza. Kay así lo hizo y esperó

?Ahora, cierra los ojos, continuó Al, y concéntrate solamente en las sensaciones que tienes en tu cuerpo; el peso, el calor etc., etc. A continuación, prosiguió, piensa que lo único que te importa ahora son esas sensaciones, así que todos los pensamientos, sentimientos, (incluida la tristeza) y cualquier otra cosa que suceda no tiene interés para ti, observa esos pensamientos, acéptalos, y déjalos ir

?Para ti, ahora mismo, y con esto basta por hoy, concluyó el mago, sólo importan los mensajes que te manda tu cuerpo, esto favorecerá tu homeostasis física y abrirá las puertas a la emocional. Practica toda la semana y vuelve a verme el próximo lunes ¿de acuerdo?

Kay asintió, todavía un poco mareado pues la relajación de la postura del cochero había sido muy potente, y salió de la cabaña musitando un débil, ¡Gracias, maestro! mientras contemplaba, no sin asombro, como la silla en la que había estado sentado, desaparecía ante sus ojos?

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