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Francisco: una ocasión privilegiada para redescubrir juntos el Evangelio
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Francisco: una ocasión privilegiada para redescubrir juntos el Evangelio

Actualizado 21/01/2017

Francisco: una ocasión privilegiada para redescubrir juntos el Evangelio | Imagen 1 El Papa Francisco había dicho en Lund "la intención de Martín Lutero, hace 500 años, era renovar la Iglesia, no dividirla" (cf. mi postal de RD 9.1.17). Ahora ha recordado que "el año conmemorativo de la Reforma representa para católicos y luteranos una ocasión privilegiada para vivir de manera más auténtica la fe, para redescubrir juntos el Evangelio y dar testimonio de Cristo con vivacidad renovada".

En ese contexto, dentro de la Semana de Oración por la Unidad de las Iglesias, el Papos nos pide un "arrepentimiento sincero por nuestras culpas", "para un compromiso común de apoyar juntos a quienes sufren y están expuestos a persecuciones y violencias", "de forma que no estemos más divididos sino unidos en el camino hacia la plena comunión" (cf. RD/2017/01/19/francisco-la-intencion-de-martin-lutero?.).

Francisco: una ocasión privilegiada para redescubrir juntos el Evangelio | Imagen 2

En ese contexto quiero seguir ofreciendo una visión de conjunto de la Reforma Protestante, en esta Semana de Oración por la Unión de las Iglesia. Retomo para ello algunas de las cosas que he dicho en postales anteriores. Destacará más adelante, en otra postal, otras aspectos menos conocidos de la Reforma y Contre-Reforma católica.

Imagen 1: La reforma de la Reforma

Imagen 2: Propagandas anticatólica de algunos protestantes antiguos

Reforma protestante, una pérdida, una ganancia

‒ Una pérdida. Fue resultado de una falta de diálogo, y se expresó en la división de las iglesias. Unos cristianos y otros se acusaron mutuamente (a veces con mentiras y calumnias) e incluso se enfrentaron por las armas, poniendo sus visiones de iglesia por encima del diálogo creyente y de la paz de Cristo. Se puede afirmar que no había (no hay todavía) condiciones para la unidad dialogal de los creyentes, de manera que algunos pensaron que era necesario seguir "protestando", pero quizá tomaron la protesta como fin en sí misma, no como medio de transformación.

‒ Una ganancia. Los reformadores apelaron a la libertad y creatividad cristiana, que, a su juicio, no podía conciliarse con un tipo de uniformidad papal y con una visión sacramentalista de la vida cristiana. Pues bien, en esa línea, muchos dicen todavía que mientras el papado sea incapaz de expresar el sentido más hondo de la libertad y comunión de las iglesias, la protesta de los reformadores seguirá siendo necesaria (incluso, o sobre todo, para los católicos), de forma que deben apoyarla (sin necesidad de hacerse protestantes).

Los reformadores (Lutero, Calvino...), no negaron la función de Pedro al principio de la iglesia, pero apelaron a Pablo para contrapesarla, poniendo de relieve la libertad radical de cada cristiano y el poder de la gracia como única fuente de comunión creyente. Por su parte, los católicos retomaron y recrearon (desde las nuevas circunstancias culturales y sociales) el valor de la tradición y el principio unificador de Pedro, como signo de universalidad, en una historia que sigue todavía abierta.

Un año significativo, 1517.

A principios del 1517, Cisneros terminó de publicar en Alcalá (España) la nueva Biblia Políglota, que podía suponer un renacimiento espiritual para los cristianos, y por muchos lugares se extendía un deseo de reforma eclesial, partiendo de la Biblia, en línea de interioridad y comunión. El 16 marzo de ese año, el Papa León X clausuró el Concilio de Letrán V, sin haber alcanzado ningún resultado notable. Pues bien, siete meses y medio más tarde (31 de octubre de 1517), M. Lutero (1483-1546) clavó en la puerta de la iglesia palatina de Wittenberg, Alemania, 95 tesis sobre cuestiones de Iglesia, pidiendo una disputa pública. Estos son sus temas de fondo:

1. La cuestión del poder. Lutero trataba de saber si el Papa tenía o no el poder de otorgar indulgencias (un tipo de perdón espiritual) a los cristianos, para liberarles así de las penas vinculadas al pecado (no de la condena eterna).

2. La forma de ejercerlo. Preguntaba si las indulgencias (y otros servicios espirituales) podían comprarse con un tipo de servicios sociales y, de manera especial, a través de un dinero, apareciendo así como objeto de compraventa.

3. Finalidad. Lutero cuestionaba el hecho de que ese dinero, procedente de «servicios religiosos» más o menos dudosos, se empleara para gloria externa del papado (construyendo la basílica del Vaticano).

Fue un proceso rápido. Mientras el Papa León X (1513-1521) conquistaba por las armas el ducado de Urbino, para regalárselo a su sobrino favorito, y aplastaba la conjura palaciega de algunos cardenales, que, al parecer, habrían querido envenenarle, la protesta de Lutero cruzó Alemania, y se extendió en Europa en pocos meses, como germen de división, pero también de grandes valores cristianos: Insistía en la prioridad de la fe, buscaba la libertad de los creyentes, era partidaria de la independencia de los príncipes respecto de la iglesia...

Ciertamente, casi ninguna de las propuestas de Lutero se cumplió en su Reforma, pero él las supo formular de un modo audaz, y ellas podían haber sido acogidas con respeto y dialogadas entre los cristianos. Pero las cosas tomaron otro rumbo: Roma tendió a cerrarse, centrada en temas menos importantes (sobre su propia identidad y su poder religioso). Por otra parte, muchos reformadores "protestantes" se volvieron por principio anti-romanos (anti-papistas), convirtiendo la Reforma en lucha contra Roma y sus partidarios.

León X condenó a Lutero (el 3 de enero de 1521), sin discutir sus razones de fondo, y el nuevo papa holandés, Adriano VI (1522-1523), que había sido preceptor de Carlos V, no encontró apoyo en el ambiente de Roma, y murió pronto sin haber logrado cumplir sus objetivos. Vino después otro Medici, Clemente VIII (1523-1534), quien en unos años, que podían haber sido esenciales para resolver los problemas, no pudo ni quiso iniciar un diálogo, quizá por miedo a lo que podría exigir un cambio de la Iglesia. Mientras tanto, la Reforma avanzaba con rapidez, centrándose en los temas de la libertad creyente y la interpretación personal de la Escritura.

Sin duda, las iglesias que siguieron vinculadas al papado conservaron (y conservan) grandes valores cristianos de universalidad católica y experiencia sacramental, pero quizá no escucharon bien las protestas de Lutero (con sus aportaciones), creándose así una ruptura innecesaria entre ellas y las nuevas comunidades reformadas o protestantes que surgían. Sin duda, en el fondo de la Reforma había problemas teológicos y religiosos que no eran fáciles de resolver, como supieron los reformadores (Lutero, Calvino...) y lo vieron, en otra perspectiva, los padres del Concilio católico de Trento (1545-1563). Pero esos problemas deberían haberse planteado pronto, antes de que las divisiones se volvieran insalvables:

‒ Los protestantes apelaron a la iglesia primitiva y a las cartas de San Pablo, poniendo de relieve la libertad radical de cada cristiano, el principio de la gracia, como única fuente de comunión universal. En esa línea insistieron en el primado de la fe sobre las obras, y en la prioridad de la Escritura, sobre las tradiciones posteriores y cambiantes de la Iglesia. Tuvieron razón al hacerlo, pero quizá minusvaloraron las mediaciones sociales concretas de la vida cristiana y a la comunión "sacramental", es decir, vital y alimenticia, de los fieles.

‒ Los católicos acentuaron la tradición y la obediencia, poniendo de relieve la necesidad de mediaciones institucionales que avalaran el sentido e importancia de las obras humanas, entendidas en clave de comunión sacramental y de justicia social. También ellos tuvieron razón, pero quizá no valoraron la experiencia de la gracia radical y de la libertad, tendiendo a entender el cristianismo como una dictadura religiosa.

El despliegue de la Reforma, sigue Lutero

‒ Lutero destacó la libertad interior de los cristianos, pero vinculada a la gracia de Dios, que se dirige de un modo personal a cada uno, hablando con él y buscando una respuesta. Por eso, frente a una «fe objetiva» de los católicos, que parece fijada por las autoridades jerárquicas, Lutero insistía en la «fe personal», propia de cada creyente, que acoge la voz del Espíritu Santo e interpreta por sí mismo la Escritura. A su juicio, la estructura jerárquica y sacramental de la iglesia de Roma no respondía al evangelio; se necesitaban nuevas instituciones, capaces de expresar la experiencia de Jesús, en la línea de Pablo.

‒ De la protesta a la creación de una nueva Iglesia. La iglesia medieval había insistido en los sacramentos, de manera que el cristianismo podía identificarse con ritos y estructuras de tipo religioso, que los creyentes aceptaban de un modo obediente. En contra de eso, Lutero destacó el valor individual de la vida cristiana. En principio, él no quiso separarse de la iglesia, sino reformarla, volviendo a su origen, desde Alemania, donde propagó su nueva visión del cristianismo, traduciendo para ello la Biblia al alemán. Pero la misma radicalidad de sus propuestas y la dureza de la reacción católica, mezcladas con otros motivos culturales y políticos, hicieron que su reforma y «protesta» desembocara en la creación de otra iglesia, con sus instituciones y su jerarquía.

La Reforma luterana ha suscitado divisiones y rupturas, pero ha sido también (y sigue siendo) una bendición para el conjunto de la cristiandad, pues ha permitido poner de relieve elementos antes menos desarrollados del evangelio, abriendo un camino de autonomía personal y de libertad creyente que ha sido muy valioso para la historia posterior de Europa y de la humanidad. En ese aspecto podemos afirmar que hay rasgos de la Reforma que han llegado a extenderse y convertirse en valores de todos los cristianos o, aún más, del mundo occidental en su conjunto. Pero, al mismo tiempo, ella ha sido un reto y un riesgo, dando la impresión de que el cristianismo es un principio de disputa y división interhumana.

Desarrollo posterior: Calvino...

Una vez que Lutero alzó su voz, surgieron otras, que se sumaron a la suya o la adaptaron y aplicaron, como indica la aceptación masiva del luteranismo en las iglesias del norte de Europa (Suecia, Dinamarca?: 1533, 1536), por presión política y social, más que por verdadera transformación interior (que pudo ir llegando después). En ese contexto se entiende la aportación de J. Calvino (1609-1564)

‒ Era de origen francés, pero se asentó en Ginebra (Suiza), radicalizando algunas propuestas de la reforma luterana y desarrollando un cuerpo doctrinal unitario, que marca aún hoy la identidad del protestantismo, a través de su libro Las instituciones cristianas (1559). Buscó la fe pura, insistiendo mucho menos que Lutero en los sacramentos y en la jerarquía de la iglesia. Por eso abolió el episcopado, de manera que sus seguidores crearon congregaciones autogestionadas de seguidores de Jesús, dirigidas por "ancianos" o presbíteros, nombrados por las mismas comunidades. Esas congregaciones, que se extendieron desde Ginebra (donde Calvino impuso un tipo de teocracia popular, con aires dictatoriales), se llaman también presbiterianas.

‒ Un tipo de democracia. Los calvinistas se extendieron en diversas zonas de Francia, desde el País Vasco hasta Normandía, recibiendo el nombre de hugonotes, pero fueron perseguidos e incluso tuvieron que huir a diversas naciones. Triunfaron, sin embargo, en otros países, como Holanda y Escocia, donde formaron iglesias nacionales. Durante un tiempo tuvieron gran influjo en Inglaterra (Cromwell: 1599-1658), pero fueron perseguidos, precisamente por sus ideales democráticos, opuestos a los poderes instituidos (de reyes y obispos). Muchos emigraron a Estados Unidos, donde contribuyeron de manera radical al surgimiento de una democracia que en principio resulta ejemplar (aunque sus aplicaciones posteriores puedan ser dictatoriales).

Se dice que los calvinistas han influido no sólo en el surgimiento de la democracia europea sino en el espíritu moderno del capitalismo, pues ellos han puesto de relieve la honradez en el trabajo y la necesidad de racionalizar la producción y consumo de bienes. El tema no está claro, pero, sea cual fuere la respuesta, ese principio democrático y "capitalista" se ha separado con el tiempo de su raíz calvinista, como puede verse en la actualidad.

Anglicanismo

‒ Enrique VIII (1491-1547). Iglesia nacional de Inglaterra. La iglesia anglicana nació buscando la independencia política y religiosa de Roma, y poniéndose para ello la protección del rey de Inglaterra. El tema surgió con ocasión de la "crisis" matrimonial del Enrique VIII, que había sido "defensor de la fe" católica, en contra de Lutero, como le llamó el Papa León X el año 1521 (Defensor Fidei). Pero después (1535 y 1542), por razones familiares (su divorcio de Catalina de Aragón y su matrimonio con Ana Bolena) y por intereses políticos (para crear su propia iglesia nacional), se separó de la comunidad católica de Roma, presidida por el Papa.

‒ El Rey, protector de la Iglesia. En principio, más que una comunidad protestante (luterana o calvinista) estrictamente dicha, la confesión anglicana constituye la iglesia nacional de Inglaterra, de donde se ha extendido a sus colonias. Hubo en Francia diversos intentos de crear una Iglesia Galicana, independiente de Roma, pero nunca se expresaron de un modo consecuente como en Inglaterra, donde el Rey se hizo cabeza y "protector" de la Iglesia, resolviendo así, a su modo, el problema antiguo de la relación entre Iglesia y Estado. Actualmente, la Iglesia Anglicana está constituida por una federación de iglesias episcopales (dirigidas por obispos), vinculadas históricamente a Inglaterra. Algunas se parecen mucho a la católica, aunque han recibido elementos protestantes.

‒ La iglesia anglicana ha marcado el desarrollo de occidente, por la importancia que Inglaterra y después Estados Unidos han tenido (del XVII al XX). Ciertamente, las iglesias anglicanas conservan un vínculo de unión, expresado en las "conferencias de Lambeth" (un distrito de Londres), donde se reúnen cada diez años sus obispos, entre los que sobresale, por motivos históricos, el de Canterbury, sede primada de Inglaterra. Pero ellas se distinguen mucho entre sí y se encuentran actualmente en momento de crisis de identidad.

Las diversas ramas de la Reforma han seguido influyendo a lo largo de los siglos (XVI- XX), expresándose en grandes iglesias (metodista, baptista?) y en pequeñas comunidades que han tendido a convertirse en grupos cerrados (sectas). La cristiandad occidental, antes unida bajo el Papa, se dividió en grupos a veces enfrentados y la Iglesia dejó de ser comunidad de comunidades ( "imperio cristiano unificado", como habían querido los "reformadores" anteriores: del siglo VIII al XI) para convertirse en un mosaico cambiante de comunidades:

‒ Riqueza y riesgo protestante. Estas divisiones del protestantismo han tenido un elemento positivo, pues reflejan la riqueza del mensaje de Jesús y la pluralidad humana, y nos obligan a entender la unidad a modo de comunión dialogal, no de imposición de un grupo sobre otro. Pero ellas pueden convertirse en riesgo, allí donde se vuelven principio de discordia y enfrentamiento, como ha sucedido en las guerras de religión y en los diversos movimientos de control (inquisición, persecución) que se han venido dando en diversos países de Europa.

‒ Una historia cultural. El protestantismo ha empezado a ser más sobrio que el catolicismo, de manera que al principio ha podido parecer una regresión. Pero después, sobre todo a partir del siglo XVIII, el área cultural protestante ha producido algunos de los genios más altos de la pintura (Rembrandt), de la literatura (Schiller, Goethe) y, sobre todo, de la música (a partir de J. S. Bach). De todas formas, otros genios de la literatura (como Shakespeare) no pueden tomarse estrictamente como representantes del protestantismo o del catolicismo. Y los grandes músicos germanos de los siglos XVIII y XIX pueden ser igualmente católicos (Beethoven, Mozart).

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