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Desnudez, intimidad y sexualidad
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Las consecuencias del pecado original

Desnudez, intimidad y sexualidad

Actualizado 20/01/2017
Redacción

En la Biblia y en los documentos oficiales de la Iglesia, se pueden encontrar textos sexofílicos, que hablan bien de la sexualidad y las relaciones amorosas (El Cantar de los Cantares y algunos textos del Concilio Vaticano II están entre los mejores ejemplos). Y somos muy afortunados porque la inmensa mayoría de creyentes, en la actualidad, no son fundamentalistas ni en las ideas, ni en las prácticas sexuales y amorosas. De hecho, la vida sexual y amorosa de creyentes y no creyentes, en España, es muy semejante.

Pero la moral sexual y el discurso sexual oficial de la Iglesia ha sido durante siglos sexofóbico. Aun hoy, a pesar de que el Papa actual es más abierto, los planteamientos siguen anclados en una visión de la sexualidad como una dimensión peligrosa del ser humano. "La enfermedad de la naturaleza", llegó a decir un cardenal.

Iglesia y gobernantes, incluida la dictadora del General Franco en pleno siglo XX, persiguieron el desnudo hasta la obsesión. Legislaron -el Estado- y adoctrinaron -la Iglesia- , ambos de la mano, condenando moralmente (la Iglesia) y penalmente (el Estado) toda idea o conducta que no se ajustara al pensamiento único de ambos poderes. De esta forma, el desnudo era perseguido con una obsesión perversa, la actividad sexual era legitimada solamente si se trataba de conductas coitales (reducción de la geografía del placer), dentro del matrimonio heterosexual (reducción a un estado civil), orientadas a la procreación (reducción de las funciones y posibilidades). La anticoncepción no natural era pecado y estaba penada por la ley, el aborto tratado como un asesinato y las diversidades sexuales, como la homosexualidad, por poner solo un ejemplo, eran perseguidas de manera cruel. La persecución penal, en la tierra, y el castigo eterno, en el infierno, eran el destino seguro que les esperaba a quienes no se ajustaran a estas leyes y esta moral.

No fueron pocas las personas casadas que no se vieron nunca desnudas, aunque otras muchas, gracias a su sentido común, supieron usar de manera sabia los secretos de la alcoba. La vida sexual debía empezar la noche de bodas y mantenerse, normalmente al servicio de los deseos de varón, dentro de un matrimonio de por vida.

No hace mucho leí en la prensa que el Papa, creo que fue el anterior, había dicho que en la otra vida no hay matrimonio. La verdad es que me pareció tan grotesco que, a la persona creyente que tenía al lado, maravillosa por cierto, le dije: "Pero bueno, ¿cómo sabe esto el Papa?, yo alucino; ¿le habrán mandado una nota de prensa desde el Paraíso?" Y rematé la broma diciendo: Y si no va a ver matrimonio en la otra vida, ¿por qué no abren la mano un poco en está y dejan que las personas tengan libertad para decidir estas cosas?". Un poco después sonriendo, rematé el tema diciendo: "¿y por qué le quita el Papa el sueño a los enamorados, los que desean seguir siendo pareja?, ¿o por qué un miembro de la pareja no va a poder implorar y reclamar que salga del purgatorio o del infierno el otro, como hizo Doña Inés con el calavera de Don Juán? Pero, ¿qué es eso del infierno eterno, si a muchos humanos nos parece que la condena perpetua, durante la corta vida en la tierra, es una exageración, ¿cómo un pecado sexual puede ser tan mortal como para merecer el fuego eterno, separado de la pareja o el amante pecador? Y mejor aún, estimado lector, ¿qué es una verdadera ética sexual y amorosa reconciliada con el cuerpo, la intimidad, la sexualidad y el amor? Ya que los humanos podemos soñar, inventar sueños y valores, ¿no deberíamos acabar con la persecución del desnudo, la intimidad y la sexualidad, sin caer en los nuevos mitos del merado?

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