Miércoles, 24 de abril de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
Fidelidad a la palabra
X

Fidelidad a la palabra

Actualizado 07/01/2017
Redacción

Con este "Cielo de Salamanca", lleno de signos y de símbolos propicios, os deseo a todos los amigos y seguidores de esta página una Feliz Navidad y un 2017 lleno de los mejores frutos personales, profesionales y literarios. Aprovecho la ocasión para enviaros el discurso que pronuncié con ocasión de haber recibido el Premio Reina Sofía y que algunos de vosotros me han solicitado personalmente. A todos os agradezco vuestra atención y cercanía, con el deseo siempre de que salud y poesía sigan siempre al lado de nuestras vidas.

Un abrazo,

Antonio Colinas

Discurso de recepción del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. (Palacio Real, Madrid, 25-XI-2016)

Cuando se me comunicó la noticia de la concesión de este galardón, pensé no sólo en el honor que supone, para nuestra convivencia, el alto ejemplo de unidad y continuidad que representa el nombre y la persona de Su Majestad la Reina Sofía, sino también para quienes amamos de manera especial la cultura: la de España y la traspasada de universalidad; la gloriosa de los grandes escritores del ayer, pero también la que representan los escritores de hoy, todavía vivos. Gracias, pues, Señora, por vuestra presencia en este acto y por vuestra fidelidad tan especial a la poesía y a los poetas, y, por extensión, hacia cualquier forma de cultura viva.

Gracias igualmente por ese amor vuestro hacia otras formas del conocimiento que también han sido, modestamente, muy especiales para el desarrollo de mi obra literaria, como la gran música o la arqueología. Mejor que nadie conocéis dónde se hallan en Europa las raíces de nuestra poesía y de nuestro pensamiento: precisamente en el país que os vio nacer, pero también en los momentos estelares de la cultura española. Hoy encarnáis quizás a aquella madre de todos los europeos ?Grecia? que yo reconocía así en los primeros versos del canto VII de mi libro Noche más allá de la noche:

Oh madre coronada de olivo, todavía

discurre por mi sangre el ardoroso estío

de las verdes cigarras, el caudal misterioso,

plácido y aromado, de una noche de labios.

Aún están brotando de mi boca las flores

y no cesa tu mar de acrecentar en mí

las ansias de vivir, la sed de libertad.

Hagamos, por ello, lo posible por mantener vivas esas raíces, ese humanismo de ayer que Europa tanto necesita hoy, y que se propagó por el mundo. También sabemos que Europa ?contemplada desde fuera de sus fronteras? es prioritariamente admirada y amada por su cultura; de la misma manera que España destaca y es conocida por la suya, precisamente en estos tiempos que tienden a una uniformidad tantas veces estéril, a la pasividad, a la "filosofía del todo vale", la que anestesia los corazones y las mentes, y la que ?creyendo darnos la libertad de ser? nos la quita. No renunciemos a ese humanismo del que ?si se desprendieran Europa y los europeos? dejaríamos simplemente de ser humanos.

Muchas gracias también al prestigioso jurado que me ha concedido este galardón, y a las instituciones que lo amparan ?Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca?, así como a los valiosos intérpretes y editores de mi libro, Lumbres, que hemos presentado aquí en Palacio esta mañana: los profesores María Sánchez-Pérez y Antonio Sánchez Zamarreño. Gracias también a las generosas palabras que acabamos de escuchar de los representantes de las dos instituciones que he mencionado.

Patrimonio Nacional, nos remite igualmente a la valiosa presencia de la cultura española, pero centrada especialmente en nuestro rico patrimonio histórico y artístico. La Universidad salmantina ?fundada en 1218 por el rey Alfonso IX de León y que avanza hacia la celebración del octavo centenario de su nacimiento con una gran ilusión? me conduce a la Comunidad de Castilla y León, a la que retorné hace veinte años, aunque en realidad nunca me hubiese ido. Este regreso ha supuesto una clara apuesta por mis raíces vitales y estéticas, esas raíces que yo siempre he procurado universalizar

En el principio ?acaso en la misma infancia? el poeta escuchó una voz que ya no pudo olvidar. ¿Un voz? ¿No sería acaso sólo un rumor: el del agua manando en una fuente, el del temblor de las hojas de las ramas de un álamo? ¿O ese rumor ?"crujido" lo he llamado yo en el título de otro de mis libros, El crujido de la luz? que producía la nieve de la infancia cuando la pisábamos?

Ese rumor pudo ser también el de una música que no se oye, pero que órficos y pitagóricos nos dijeron que existe: la que desprende el firmamento; la sensación de que los astros, allá arriba, como pequeños hielos rotos, crujen dulcemente. En la Salamanca del siglo XVI, Fray Luis de León ?para mí el más órfico de los poetas españoles? nos precisó que se trataba de un sonido que:

Traspasa el aire todo

hasta llegar a la más alta esfera,

y oye allí otro modo

de no perecedera

música, que es la fuente y la primera.

También, como el pastor del poema de Hesíodo en el Monte Helicón, cuando el poeta es niño, todavía no sabe que esa voz es una llamada: la que le conduce en la juventud al canto, al compromiso con la palabra poética. En las sociedades originarias, esa voz no poseía únicamente un sentido literario, como en nuestros días, sino que respondía a un afán de saber más en otros campos del conocimiento. Entonces, el ser humano estaba haciendo indudablemente poesía, pero sus versos también servían para alabar o imprecar a la Divinidad, para fijar las leyes en las tablillas de terracota en Sumeria o para abrirse a la ciencia, en Roma, en un autor como Lucrecio.

El mismo Hesíodo? el primer poeta europeo que se manifestó como tal? no sólo reconocía a la poesía en sus Trabajos y días, como un "himno indescriptible", sino que también atendió al sentido social de la misma, a temas muy vivos de la realidad cotidiana a los que el autor griego expresamente alude: las labores estacionales, la enfermedad, la injusticia, la envidia, la amistad, el mal o las "siniestras guerras", decía él; esas del ayer que no se superan con fraternidad, esas de hoy que se repiten cruelmente.

A la vez, este sentido general, profundo ?útil? de la poesía explica la frase que, tantos siglos después ?al comienzo de un texto autobiográfico suyo?, recogió nada menos que un científico de excepción, Albert Einstein: "El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos". Esta frase ?aparentemente contradictoria de Einstein, pues funde ciencia y arte? nos prueba que en la vida cualquier forma de conocimiento puede y debe confluir hacia una unidad preciosa.

Algo parecido debiera suceder con el comportamiento en tensión de los seres humanos, cuando hay en ellos graves enfrentamientos y ausencia de amor. Un misterio revelador ?el de la palabra poética y, por extensión, el del arte? que no remite a lo fantasioso y a lo evanescente, a un mero sentimentalismo estético ?como frecuentemente se cree a la ligera?, sino que es expresión de cuanto el ser humano desconoce en la vida, que todavía es mucho.

Así que en esa fidelidad a la palabra misteriosa, a la poesía, confluyen las culturas más variadas, y casi siempre por la vía de un humanismo fértil. Más allá de ideas y de ideologías extremadas, la poesía siente una profunda necesidad de responder a los temas esenciales: el amor, la muerte, la naturaleza, la convivencia en paz, el tiempo, el más allá, lo sagrado, lo profano?

Me disculparán si me he demorado en la raíz del fenómeno poético para mostrarles en este acto mi fe en la poesía. Por eso, al recibir la noticia de este galardón pensé enseguida en los muchos años de trabajo realizado, en la prueba que ha supuesto la fidelidad a mi voz; también en mi afán de armonizar, con esa independencia intelectual que he perseguido, y que, como suele decirse, "es el estado ideal, si puedes resistirlo".

También pensé en cuanto se ha escrito en español a este y al otro lado del Atlántico y en esa otra literatura hermana que es la portuguesa. La maravillosa rotundidad de los versos de Rubén Darío ?que abrieron la poesía en español a la modernidad?, el afecto de Miguel de Unamuno hacia Portugal y la América hispana, y el mismo Portugal, con el iberismo de Miguel Torga, confluyen como tres ríos distintos en una unidad preciosa; son el mejor ejemplo de esa fraternidad literaria iberoamericana en la que debemos profundizar de continuo, y del que este Premio Reina Sofía es un excelente ejemplo.

El ser humano ha estado cerca de la poesía desde el origen de los tiempos. Por tanto, ¿por qué habríamos de prescindir ahora de ella o tender a situarla ?como nos dijo Octavio Paz? en "las catacumbas"? ¿Por qué aceptar ese tópico fácil de que "vivimos malos tiempos para la lírica", o que la poesía puede agotarse frente a otros géneros, literarios o medios tecnológicos, que están mejor tratados por la publicidad o el mercado? O rendirnos ante la idea de que ya vivimos en un mundo completamente materialista, en el que los sentimientos y los valores humanos no cuentan.

Recuperemos el concepto y sentido que ha tenido la poesía esencial, que es algo más que poner a la ligera unas palabras debajo de otras. Por ello, el mantener un acto como este, un galardón como éste, nos llena, Señora, de profunda esperanza. También es esperanzador el que los jóvenes poetas sigan hoy siendo muchos y que continúen escribiendo con gran libertad, con variedad de criterios y estéticas, por encima de esa atmósfera de ligereza cultural, de descreimiento y de ausencia de valores en que nuestro tiempo se halla sumergido.

La poesía esencial seguirá siendo un profundo mensaje desde y hacia lo absoluto y, por tanto, una radical vía de conocimiento; hasta el punto de que incluso se ha dicho que allá donde no llega la palabra del filósofo, aparece la del poeta. Por ello, nuestra María Zambrano supo dar con el sabio concepto de la "razón poética".

La poesía es, en fin, algo consustancial a los seres humanos y de ello fue ejemplo muy especial ese humanismo de humanismos que nació en las dos orillas del mar Mediterráneo: la primitiva lírica griega, los poemas sapienciales bíblicos, la piedad de Virgilio, el afán de vita nuova de Dante, la intensa poesía sufí, el sentido de infinitud en Leopardi, y así hasta la poesía luminosa de Rilke, Valèry, Seferis, Quasimodo, Aleixandre o Claudio Rodríguez, por reconocer, en este último, a uno sólo de los poetas valiosos que obtuvieron este premio. (Y sin olvidarnos tampoco de aquella cristalina, milagrosa fusión del sentir y del pensar ?que sólo encontramos en los primitivos maestros taoístas? que nos dejó otro "cuidador de rebaños": Alberto Caeiro, el heterónimo de Fernando Pessoa.)

No nos olvidemos, pues, de la poesía y, por extensión, de los escritores. Ellos han sido ?junto a la tradición oral del pueblo? los creadores y propagadores de la Lengua. Palabras necesarias, eternas del poema, en las que tantas veces el sentir es además un pensar y el pensar un sentir. Palabras del creador que buscan sanar y salvar los ánimos del que escribe y del que lee.

A estas palabras, he procurado ser fiel.

A estas palabras he dedicado mi vida.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.

Comentarios...