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Al calor de la madera: música y palabra en el Molly´s Cross, un singular pub salmantino
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Por Charo Alonso y José Amador Martín

Al calor de la madera: música y palabra en el Molly´s Cross, un singular pub salmantino

Actualizado 05/01/2017
Redacción

Un bar de toda la vida revestido de madera irlandesa con una atmósfera de pared de piedra de Villamayor que nos recuerda la Salamanca pétrea y sólida de nuestros afectos

En el corazón de la antigua Salamanca comercial, allá donde bullían los negocios de toda la vida, donde la calle Toro era un atajo a la ciudad judicial y administrativa, una taberna irlandesa ha echado sus raíces de madera en ese encaje de balcones de hierro, ladrillo, cristal y miradores que es la Plaza del Mercado, la Plaza Poeta Iglesias, la calle de San Pablo. Una Salamanca modernista con prisa que toma el autobús los días de diario, que se refugia en los locales de siempre y que conjura el estrépito cotidiano apurando un café, pidiendo otra cerveza. El bar de toda la vida revestido de madera irlandesa y encanto de pub cercano y cálido, oloroso a cerveza, sí, pero con el pincho dispuesto y esa atmósfera de pared de piedra de Villamayor que nos recuerda la Salamanca pétrea y sólida de nuestros afectos. Qué buena la mezcla, el aire de pub y la madera, la piedra soleada y esa costumbre nuestra de refugiarnos del frío al calor de quien nos acepta.

Como un hada celta, Saray Nieto se desliza entre las mesas, para ella regentar este local es reivindicar un espacio de cultura. Sabe de qué habla, para ella, la hostelería no es una vocación y sí lo es este lugar amable donde recalan tantos invitados ilustres que, de la mano del poeta y profesor Alfredo Alencart o del fotógrafo y poeta Amador Martín, lo han llenado de música y versos y lo han convertido en su casa salmantina. Para Saray, se trata de conseguir un espacio donde poder estar, hablar, intercambiar? y es cierto, nuestra charla tiene una música de fondo que nos deja oírnos, una luz que entra por estas ventanas ojivales con la claridad precisa. Es otra forma de entender la hostelería que tiene que ver con el gusto por el otro, por darles a los clientes un añadido, algo más. No me gusta mucho la expresión "ocio de calidad" pero es así, se trata de hacer de la hostelería algo diferente, se necesita ese espacio donde además de tomar una caña puedas ver y oír algo diferente.

Cuánta música en directo en esta Salamanca nuestra actualmente, cuánto poema, encuentro, micrófono abierto. De repente hemos descubierto una nueva forma de sentir el bar y sin embargo, en pocos lugares se cree tan firmemente en cuidar al artista, pagarle su música, hacer del ambiente algo diferente. Tiene algo mágico este lugar de íntimos recovecos, algo muy especial que se gesta en esa sonrisa de bienvenida de Saray quien fragua el encuentro, la exposición, el concierto, el recital? y en este local suyo, en su bosque de maderas irlandesa, donde el espacio se desdobla y siempre cabe todo: la música, la pintura, la fotografía, la palabra? Lo de la poesía es increíble, en Madrid hay varias salas en las que la gente joven lee poesía, esa poesía reivindicativa, y tiene éxito mucho éxito. Es cierto que hay mucho donde elegir, por eso hay que luchar para traer buenos grupos, hacer un buen ambiente, cuadrar los precios, y siempre sin cobrar entrada, sin pagar mal a los músicos, tratando muy bien a quien está con nosotros.

Esta fría mañana de diciembre de granito resbaladizo y prisa fuera tiene dentro el tiempo demorado que va del café del desayuno a la primera caña. En la barra, el fotógrafo Ángel Holgado saluda a los músicos del próximo concierto mientras Amador Martín juega con la idea de otra exposición y despliega nombres sobre la mesa de madera. Junto a él el afecto es proyecto y el proyecto es arte y realización. Y Saray asiente y convierte, es la Maga, según Amador Martín, de un espacio donde cabe todo lo que se cruza entre quienes no distinguen de música, imagen y verso. Para ellos todo es uno y se llenan paredes y atmósferas de encuentros de arte y afecto. Saray concita el momento, alumbra el proyecto, y mientras, pasan las horas envueltos en la madera acogedora que deja el frío y la incertidumbre fuera.

La ubicación de este local también nos ayuda, estamos en el centro, estamos cerca de todo ¿Y cómo no vamos a ofrecer música en directo? Es natural escuchar música en una ciudad como esta con tan buenos músicos. Escuchando a Saray pienso en estos lugares donde pareces estar protegido de toda perturbación, lugares que forman parte de nuestra geografía del gusto y de la compañía. Lugares en los que alguien nos da algo más y nos quedamos a vivir, saludando a aquellos que forman parte de nuestro paisaje cotidiano. Y pasamos las páginas del diario de nuestros trabajos y esos días que son todos mientras el invierno se retrasa y se acerca uno a saludar a ese otro amigo entrevisto entre las mesas. Y mientras, los ecos de la música en directo se guardan en los recovecos de la madera, los rincones íntimos dispuestos a la cercanía. Hay algo mágico, acogedor, recogido. Por eso la charla se alarga y nos dejamos acunar por los ecos recordando la visita de los poetas y los libros que dejaron en las repisas de madera. Pero la ciudad impone sus tiempos y tenemos que salir a esa Plaza que nos conduce a todos al resto de una ciudad siempre en movimiento. Como ese deseo de tejer encuentros, ahí, en el cruce y la cruz de ese rincón fuera del tiempo.

Charo Alonso

Fotografías de José Amador Martín

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