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Año Nuevo
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Año Nuevo

Actualizado 03/01/2017
Redacción

Año Nuevo | Imagen 1La fiesta del Nuevo Año Solar, que en el hemisferio norte coincide con el solsticio de invierno, se ha celebrado desde antiguo en muchos pueblos tanto en Asia como en Europa, África o América (imagen superiores, de Tiwanaku, en el Macizo Andino, donde he velado una vez el nacimiento del sol, junto a su puerta).

Es la fiesta del Sol que se renueva y vuelve a recorrer su giro celeste cada año, después de haber descendido y haberse "apagado" en el horizonte. El sol vuelve a nacer (a subir, a calentar más) y es de sabios y de agradecidos celebrarlo. En ese sentido, ésta es una fiesta cósmica, pagana.

Para los cristianos, la fiesta del Sol que re-nace cada año es signo de la Fiesta de la encarnación de Cristo, que ha nacido una sola vez y para siempre, como "Sol que Visita de lo alto, para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz" (Lc 1, 78).

Lógicamente, los cristianos no sabían la fecha de la venida de Jesús, situaron su Nacimiento en el principio de la Gran Semana del Nacimiento del sol, que va del 24 de diciembre al 1 de enero. Por eso, al celebrar el Nacimiento de Jesús estamos recordando y celebrando también el re-nacimiento anual del sol, en el que Dios se manifiesta.

Año Nuevo | Imagen 2

Los cristianos antiguos separaron los dos días (tomados de las fiestas de Roma).

(a) Celebran primero en Nacimiento de Jesús, al comienzo de la Gran Semana, el día "aproximado" del solsticio de invierno (24 del XII).

(b) Celebran la octava del Nacimiento de Jesús éste día 1 Enero, como nacimiento del año del sol y dedican este día a la memoria de Santa María, "la madre humana del Sol que nace de lo alto".

Con esta reflexión quiero felicitar a todos los amigos y lectores de mi blog, por el nuevo año solar, que en nuestro cómputo es el 2017 después del nacimiento de Cristo, que habría sucedido el año "0", aunque en realidad fue hacia el 6. A.C. (Dionisio el Exigió, buen monje, pero mal historiador calculó mal la fecha?), de manera que hoy debería comenzar el año 2023 (aunque es mejor dejar así las cosas, no menearlas mucho).

Haciendo juego con la Puerta del Sol de Tiwanaku (Bolivia), abierta al ancho campo del altiplano barrido por el frío y por el viento, he querido presentar después la Puerta de Santa María, de Nôtre-Dame, de Paris. A ella pueden llamar los cristianos ianua Christi, es decir, ianua Solis, puerta de Cristo, puerta del Sol que comienza precisamente en este mes de Enero (ianuario, el mes de la puerta del año).

Introducción

El año solar se renueva cada giro del sol, muere un año, nace otro? como nosotros moriremos, en el ciclo inmenso de este Planeta Tierra donde el Sol guía y dirige (con la Luna) nuestros ciclos de vida. Gracias, Sol, por nacer de nuevo.

Pero el Año Nuevo de Cristo no se renueva cada ciclo de sol, sino que permanece para siempre, aunque cada año celebremos de nuevo su Nacimiento. Hoy quiero recordar, con la liturgia de Año Nuevo, la fiesta de Santa María, Madre del Año., retomando y comentando el texto básico de Pablo (la epístola del día) que nos habla del Año Nuevo, que empezó en la Plenitud de los Tiempos (Gal 3, 4).

Lo que sigue es básicamente teología, una exégesis de Pablo. Siga quien tenga interés religioso y bíblico. Los demás pueden quedar aquí. Buen año solar para todos? y buen Año Nuevo de Cristo también para todos (incluso para aquellos que no se sientan creyentes pero recuerdan con cariño a Jesús de Nazaret,con cuyo nacimiento celebramos el nacimiento de los años).

Año Nuevo de Cristo, la plenitud de los tiempos.

La liturgia católica comienza el Año Nuevo celebrando la fiesta de Santa María Madre de Dios y toma como texto básico la gran proclamación de Pablo en Gal 4, 4, que sirve de "epístola", es decir Pregón del año nuevo:

Cuando llegó la plenitud de los tiempos

- envió Dios a su Hijo

- nacido (genomenon) de mujer (ek gynaikos)

- nacido bajo la ley (hypo nomon)

- para que rescatara a los que estaban bajo la ley

- para que alcanzáramos la filiación (Gal 4, 4).

Éste es el texto más antiguo del Nuevo Testamento sobre la madre de Jesús y nos sitúa en el centro de una fuerte polémica intra-judía (¡no anti-judía!) sobre el cumplimiento de los tiempos.

Otros judíos pensaban que el "tiempo de la plenitud" no se había cumplido todavía, no había ni empezado. En contra de eso, Pablo sabe que los hombres se encontraron antaño dominados por la ley, bajo normas de sometimiento religioso, en un año siempre viejo, condenado a la muerte; pero aquello ha terminado, pues en Cristo ha comenzado el Año Nuevo de la Redención: todos nosotros nacemos como hijos de Dios, por medio de Jesús.

Ha llegado la plenitud de los tiempos, el Año Nuevo definitivo, que es Cristo.

a) Termina el transcurso normal de la historia, encerrada en la ley, envuelta en contradicciones de esclavitud social y pecado religioso? Con el año que ha pasado acaba el tiempo del sometimiento y del miedo

n) Ahora comienza el tiempo de la libertad en que se cumplen las promesas, conforme al designio salvador de Dios que expresa su verdad y cumple así su obra. La historia humana queda de esa forma incluida y fundada en el misterio de la acción creadora y plenificadora por medio del envío de su Hijo .

Dos economías, dos tiempos

Con la venida del Hijo de Dios acaba la situación previa de sometimiento servil, conforme al argumento la carta a los Gálatas (especialmente a partir de Gal 3, 21) que culmina en la última frase del texto citado: envió a su Hijo... para que alcanzáramos la filiación. Así se contraponen las dos economías, es decir, los tiempos de la acción de Dios:

- Hubo un tiempo (un estadio, un año antiguo) de ley en que el ser humano aparecía como siervo de Dios, sometido a sus mandatos y dispuesto a ser esclavizado por las leyes, estructuras o personas del mundo. Es el tiempo del judaísmo, que concibe al hombre como ser atrapado por el duro yugo de las obras, obligado a cumplir unos mandatos que Dios mismo le impone desde fuera. Es el tiempo en que unos hombres pueden y de alguna forma deben ser esclavizados por los otros para existir (sobrevivir) sobre una tierra fundada en la violencia.

- Ahora ha llegado el tiempo (estadio final, año nuevo) de la filiación y se revela ya la vida que brota de la entraña de Dios: es tiempo de libertad fundada y avalada por el mismo Hijo divino que nace bajo la ley, es decir se somete a los imperativos y servidumbres de este mundo viejo (cf. Flp 2, 6-11), para liberar a los hombres y mujeres del yugo del miedo y de la muerte. Frente a la vieja esclavitud que determinaba la existencia de los hombres se define aquí y despliega el principio de filiación, entendida como experiencia de cercanía de Dios y libertad humana. Los hombres emergen ya y culminan desde el fondo del mismo despliegue divino (en el contexto del Hijo de Dios).

Nacido de mujer. Año nuevo, tiempo de Madre

En ese fondo ha de entenderse la palabra: nacido de mujer. No envía Dios a su Hijo a modo de fantasma que sigue estando fuera de la historia, sin hacerse parte de ella. No le envía en un estadio ya maduro, después de haber nacido y crecido previamente como todos. Le envía haciéndole surgir como humano (=nacido de mujer), de tal forma que misión divina y generación humana (de mujer) constituyen dos facetas o momentos del único misterio.

Este pasaje (¡nacido de mujer!) no alude a la madre en cuanto persona individual y así evita su nombre, presentándola sólo como engendradora, es decir, como principio del año nuevo de la salvación. Precisamente por eso es más importante lo que dice, cuando afirma que ella (su función materna) pertenece al misterio liberador del nacimiento del hijo de Dios. En esa perspectiva se entienden los tres planos o funciones de María:

- Por un lado, ella, la madre, aparece vinculada a la historia israelita. Es evidente que está sometida a la ley, lo mismo que su Hijo y lo está de un modo especial como mujer, según ha precisado con enorme detalle la legislación judía (cf Lev 12, 15; Misná, Nashim). En ese aspecto, la madre del Hijo divino es una mujer sometida a la norma legal israelita que regula de forma minuciosa lo tocante al sexo femenino (menstruación, matrimonio, parto...).

- Ella es símbolo de la humanidad generadora, conforme a un dicho común, que define al ser humano como nacido de mujer (Job 14, 1; 15, 14; 25, 4; cf también Mt 11, 11; Lc 7, 28). La madre de Jesús aparece en la línea de Gen 3, 20 que ha presentado a la mujer como Eva (=Vitalidad), por ser madre de todos los vivientes. Más allá de cualquier ley religiosa o nacional (de toda vinculación israelita), la madre del Hijo divino se muestra aquí como fuente de vida. Por eso, ella es expresión del mismo ser humano en cuanto capaz de crecer y multiplicarse (cumpliendo así la palabra de Gen 1, 29).

- Finalmente, ella aparece especialmente vinculada con Dios y con su Hijo. Éste es un signo que debe matizarse con muchísimo cuidado. Es evidente que el texto (Pablo) supone que Dios carece de mujer en plano teogámico y de hijo a nivel de generación cósmica, superando así el mito pagano más usual del mundo antiguo. Pero debemos añadir que, uniendo Dios, mujer e Hijo, Pablo evoca unos símbolos míticos (paganos) de gran fuerza en todo el mundo antiguo. En su acción misionera concreta, Pablo ha desarrollado la relación que hay entre el Dios de Cristo y la ley israelita. Pero en el fondo de este texto, al evocar el símbolo de la mujer que engendra al Hijo de Dios, Pablo desborda de hecho de hecho la perspectiva puramente israelita.

Nacidos de mujer, hijos de Dios

Pablo no ha dicho nada sobre la relación de Dios con la mujer de la que nace su Hijo, pero es evidente que su texto suscita grandes preguntas, sobre todo al ser leído en una cultura pagana (mítica). Todo texto (especialmente al situarse en el límite y/o centro del misterio) evoca más de lo que afirma. Lo mismo hace el nuestro: sin decirlo expresamente, supone que el Dios engendrador es Padre, y que se manifiesta a través de la Madre de Jesús (que es la Madre del Hijo de Dios).

Por eso, el nacimiento de Jesús, Hijo de Mujer, nos lleva al lugar donde los hombres, liberados de la esclavitud de la ley por el Hijo, podemos dirigirnos a Dios diciendo ¡Abba! ¡Oh Padre! (Gal 4, 6). Tanto el Padre como el Hijo resultan implícitamente masculinos. Es evidente que en este contexto la mujer de la que nace el Hijo, engendrado/enviado por el Padre, recibe especial importancia. Dentro de su teología, y partiendo de la tradición israelita, Pablo podría haber formulado el nacimiento del Hijo de Dios desde el esquema de Rom 1,3-4, definiéndole como:

- nacido del esperma (genomenon ek spermatos) de David según la carne

- constituido Hijo de Dios en poder, según el Espíritu de Santidad,

por la resurrección de entre los muertos (Rom 1, 3-4).

Los paralelos con Gal 4,4 son evidentes. Es cierto que Rom ha distinguido el nivel histórico (¡hijo de David!) y escatológico (¡hijo de Dios por la resurrección!), pero los ha vinculado en el mismo Kyrios Jesucristo de manera que, al menos en la redacción actual, supone que el hijo histórico (mesiánico) de David es el mismo Hijo de Dios. De un modo muy significativo, el Dios engendrador (que no recibe título de Padre masculino) actúa de manera patriarcal: realiza su paternidad a través de la promesa y acción generadora de David, varón mesiánico.

Jesús es Hijo de David, pero Pablo le llama Hijo de Mujer. Tres posibles teología:

En el nivel de carne (=humanidad), el Hijo Jesucristo nace de la semilla o esperma de David. Es evidente que el esperma se toma en sentido simbólico fuerte, sin cerrarse en el plano del líquido seminal, como saben los comentaristas. Pero imagen que está al fondo del término sólo resulta significativa en un contexto patriarcal donde el padre/varón instaura con su fuerza generante activa la genealogía. Parece que no influyen las mujeres: se limitan a recibir un semen masculino, sin definir de forma expresa el nacimiento del niño.

Este es el primer nivel del surgimiento de Jesús: un padre humano (David) aparece como mediador y signo del origen/envió del mismo Hijo divino. Expresión de Dios es el padre-varón, no la madre. La misma acción genealógica, patriarcal del varón viene a presentarse como manifestación visible (histórica) del misterio engendrador de Dios. Desde ese fondo, reasumiendo el motivo de Gal 4, 4 y la palabra más abarcadora de Gen 1,28 (retomada en Mc 10,6), habría tres posibilidades simbólicas de comprensión de la paternidad/maternidad humana en el surgimiento de Jesús:

- Hijo de José y María. Se podría haber desarrollado la línea dual de Gen 1, 28: varón y mujer los hizo Dios, con capacidad de crecer/multiplicarse y dominar la tierra. Los dos padres humanos deberían presentarse (en su poder generador y su capacidad de dominio sobre el mundo) como imagen histórica (creada) del Dios increado.

Desde el Dios suprasexual (no es padre ni madre) sino vida fundante y sentido de aquello que aparece en el varón/mujer (padre y madre) podríamos haber formulado una teología matrimonial del nacimiento de Jesús: al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió/engendró a su Hijo eterno, haciéndolo nacer de un hogar o matrimonio israelita.

Ni el padre (José) sería patriarca dominador (al modo de David), ni la madre (María) podría haber tomado luego (a veces) rasgos de madre divina de tipo hierogámico. La misma antropogonía o nacimiento humano, mirado en claves de dualidad sexual, vendría a presentarse como signo y lugar de manifestación histórica del Hijo de Dios. El Dios fundante a quien llamamos de ordinario Padre vendría a presentarse en plano de eminencia misteriosa como verdadero Padre/Madre del Hijo divino, nacido en el mundo a través de una pareja engendradora.

- Jesús, el Hijo de José. Se podría haber desarrollado la línea patriarcal de Rom 1,3-4, destacando la función masculina del padre humano de Jesús, a quien se debería presentar como verdadero David, engendrador del mesías. Ésta me parece la línea dominante del mesianismo israelita donde la ley del padre (sangre y semen) garantiza la pureza genealógica. En esta perspectiva, la mujer resulta sometida: está al servicio del semen (la pureza familiar) del varón que marca el sentido y función de la genealogía.

El poder generador del Padre Dios se expresaría a través de su representante humano, el padre de familia israelita. Este debía ser el fondo y sentido de surgimiento del mesías, conforme a la visión de base de Rom 1, 3-4. En esa línea se sitúa la pregunta, quizá polémica, sobre la función de David como padre mesiánico del Cristo en Mc 12, 35-37 par. Pues bien, de una manera sorprendente, el testimonio masivo del NT ha rechazado esa postura: no entiende a Jesús desde la línea genealógica israelita: sólo superando bien la ley del padre puede hablarse del surgimiento salvador del Cristo.

- Jesús, el Hijo de María. Pero en el Nuevo Testamento (y la iglesia posterior) ha desarrollado de forma dominante (normativa) la línea materna, reflejada en Gal 4,4: Dios envía a su Hijo... nacido de mujer. Estrictamente hablando, desde la antropología de aquel tiempo, al decir que el mesías es nacido de mujer no se está negando sin más el esquema biológico de un surgimiento dual (de la unión varón/mujer). Lo que se critica y supera es el esquema de surgimiento genealógico donde el varón aparece como fuente de ley, definiendo el lugar vital y ser del hijo.

El Nuevo Testamento ha sentido el peligro de un patriarcalismo mesiánico que supondría una confirmación del judaísmo, un sometimiento a los principios básicos de la historia israelita. Esta ruptura o negación del padre histórico (humano) se proyecta hacia el origen mesiánico del Cristo, de forma que sólo Dios puede mostrarse como Padre verdadero de Jesús, con los posibles riesgos que esta imagen suscita (como iremos viendo en lo que sigue).

Año nuevo, hijo de Mujer

De manera expresa (quizá sin haberlo pretendido, pues iría en contra de Rom 1,3-4), Pablo asume en Gal 4, 4 esta última postura. Así abre (o descubre) un camino que recorrerá gran parte de la mariología posterior, convirtiendo ese símbolo en palabra ya tematizada.

A Pablo no le importa (al menos aquí) la historia concreta de María con sus posibles sentimientos y decisiones personales sino el surgimiento de Jesús como Hijo de Dios. Pero en ese contexto ha tenido que hablar de su madre, pues ella forma parte del envío divino del Hijo. Pues bien, ese símbolo del Dios que envía/engendra a su Hijo, nacido de mujer dentro de la historia, suscita grandes posibilidades y dificultades teológicas:

- Se quiera o no, queda abierto (o al menos evocado) el camino de la hierogamia, es decir, de aquella concepción en la que un Dios cohabita con la Diosa para engendrar hijos divinos. Es claro que Pablo respeta la diferencia teológica (el Padre es divino, la madre humana), pero el tipo de unión engendradora tiende a vincular de manera estrecha a los que participan del mismo proceso generativo.

- Al decir que el Hijo "nace de mujer" (silenciando la función del varón) se corre el riesgo de tomar la aportación seminal masculina como mala o al menos como opuesta a la acción de Dios o en el momento culminante del surgimiento mesiánico: da la impresión de que Dios sólo puede engendrar a su Hijo allí donde encuentra o suscita un "hueco" o vacío de varón. La misma falta de un padre humano aparece como signo de presencia de un padre/varón en lo divino.

- Por su parte, la mujer que ha engendrado a Jesús, entendida de algún modo como consorte de Dios, puede perder su humanidad y convertirse simplemente por mujer (y madre) en símbolo divino. Así se devalúa su aspecto personal (su camino de fe, su libertad concreta) en el lugar donde ella aparece más como divina. Es como si María ya no existiera desde sí (en su responsabilidad arriesgada y creadora, de mujer histórica) sino desde algo exterior a su persona (como irradiación divina). Así se corre el riesgo de divinizar un tipo estrecho de mujer y maternidad, en vez de potenciar su camino personal de amor, en clave de unión comunitaria.

- Finalmente, en esta perspectiva se puede terminar subordinado a la mujer (representada por María), sometiéndola a un nuevo patriarcalismo representado por los varones que, negados a un nivel (no intervienen engendrando a Jesús), vienen a mostrarse a otro nivel como signo del Dios Padre o del Cristo varón que redime a los humanos, como supone una lectura dominante de Ef 5, 22-33: los esposos son cabeza, las esposas cuerpo; los esposos son Cristo (ministros activos), las esposas iglesia (que escucha y acoge reverente la palabra). En el fondo, los varones serían expresión de Dios-Padre, las mujeres de María-Madre. Así la elevación de la mujer/madre del Cristo puede acabar suscitando un desplazamiento de las mujeres concretas en la iglesia.

Conclusión

A los que hayan llegado hasta aquí, buen Año de Cristo. Las cosas que he dicho están escritas en un libro antiguo sobre María, que quiero reeditar, junto con mi Gran Diccionario de la Bíblia, Estella 2015.

Estas fiestas han sido ajustadas cuidadosamente, a partir del calendario romano (llamado Juliano, por estar patrocinado por Julio César), que fue actualizado por el Papa Gregorio XIII, el año 1582, por causas astronómicas (se habían desajustado los días del año en referencia al sol, de manera que se pasó del jueves 4 de octubre de 1582 al viernes 15 de octubre de 1582) y, sobre todo, por causas litúrgicas (para que la Navidad cayera realmente en el Solsticio de Invierno y para que la pascua, el equinoccio de la primavera, cayera en torno al 21 de marzo). En principio esa reforma fue aceptada sólo por los países católicos, pero después la aceptaron casi todos los países del mundo, menos varias iglesias ortodoxas, que siguen celebrando su liturgia según el Calendario Juliano (así la Navidad cae el 7 de Enero).

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