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Pasado mañana, nace un niño nuevo: el 2017
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Pasado mañana, nace un niño nuevo: el 2017

Actualizado 30/12/2016
Eutimio Cuesta

Pasado mañana, nace un niño nuevo: el 2017 | Imagen 1

Cada año nace un niño nuevo, a cuyo alumbramiento asistimos todos con grandes alharacas y albricias, sumergidos en burbujas de champán, y embadurnados de confetis y de músicas celestiales y profanas. Suena el villancico, el alboroto y la alegría, y los grandes deseos y los sueños y las esperanzas se deslizan y fluyen por calles y plazas sin termeño. Todo se torna en paroxismo y en bullicio del sano.

Así se recibe a este niño nuevo, que nace cada año. Y las comadres se afanan en ponerlo guapo. Y la madre naturaleza lo colma de regalos, de vestidos dorados de espiga triguera, de pastor con zamarra, de blusa negra y sombrero de lanero y chalán, de abarca y manta de pocero, de labrador de surco derecho, y del traje multicolor de los mil oficios... Y también de fiesta dominguera, que relaja, conforta y acerca; por consiguiente, nuestro niño nuevo tiene tantos vestidos como el "Manneken Pis" de Bruselas, pero menos lustrosos, pero sí más polvorientos, más fatigosos y de mayor sudor mugroso, pero tan adorables, reconocidos y admirados, como el "niño de Bruselas" que hace aguas menores en una pila. Y, con el año nuevo, nosotros también nacemos cada año, y estrenamos las mismas cosas, los mismos afanes y los mismos sueños.

Y, como el niño nuevo, echamos a andar, y nos asomamos a la puerta de nuestra casa con nuestro flamante atuendo de chalán nuevo, recién estrenado como él, con nuestra blusa negra, que abotona al cuello un botón charro de plata, sombrero de ala ancha y vara de fresno, tiesa como su figura. Y, como este niño, nos hacemos hombres y abandonamos la casa y nos ponemos a trotar por el mundo; y, en esos mundos, anidamos y luchamos para ganarnos el pan; y, para el menester, tenemos que desempeñar muchos oficios: el de chalán, ganadero, agricultor, jornalero, colchonero, herrero, albardero, guarnicionero, pastelero, tendero... Y para que nos identifiquen en esas cocinas tiznadas de esos mundos, y sirva de referencia, tenemos que ponernos un mote y así es. Al niño-hombre chalán, lo apodamos Ranes, Ñurris, Pernertas, Violeta, Noveno, Bizcocho, Lesmes, Junquera, Gabrieluco, Cantarillas, Bartolo... y así nos nombramos y nos conocemos, y, en las zonas, donde trabajamos, porque somos niños-hombres omnipresentes; igualmente, sucede, cuando nos ponemos la túnica de lanero, y, entonces, nos motejamos Burrajos, Maruso. Caquis, Lorenzana, Confite, Minuto, Gumersindo, Rubio, Capalaperra, Julianete, Esparrama, Morenito, Ralín, Trinque, Macarro... Y si nos afanamos con la mancera o cogemos el legón para arrancar matas por las fincas del "campo charro", o ablandamos el hierro al calor de la fragua para puntear la reja, o nos ejercitamos en otros menesteres de buen pan, enseñoreamos también nuestro respectivo distintivo de mote.

Estos niños multiusos, también nos ponemos la túnica de fiesta, como es merecido, y, en este caso, se nos bautiza Navidad, san Antón, Semana Santa, Jueves de Corpus, Santiago, San Roque, los Santos, Purísima y Navidad... Y estos niños-hombres de tanto trajín e inquietud fallecemos cada año en el mismo día y a la misma hora a los sones de la trompeta y del tintineo limpio de la campana, y, en el instante de su muerte, nos reencarnamos en otros nuevos niños, que también nacemos y nos hacemos hombres por un año. Y vuelve la alegría y se tiran en el bautizo canastos de estrellas blancas. Y volvemos a morir el mismo día y a la misma hora.

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