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Cuando perder es ganar
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Cuando perder es ganar

Actualizado 30/12/2016
Marta Ferreira

Cuando perder es ganar | Imagen 1

Este es un tiempo de ganadores, de triunfadores, de competir para ser el primero y dejar en la ladera del camino a los demás y aparcar lo que no trae consigo el éxito. Se juega para ganar, y lo demás no importa ni cómo lo has conseguido, porque a la postre todo se olvida ¿y quién cree hoy en la conciencia? Es lo que toca, como diría el molt honorable. Pero es así si abordamos la realidad desde el conformismo, desde el inmovilismo, de quienes solo aspiran a estar allá arriba, aunque lo que allí suceda apenas importe, pues lo que solo importa es estar allá arriba, aunque después venga despeñarse.

Muy al contrario de ese punto de vista, y con ribetes minoritarios, hay quienes creen que muchas veces perder es ganar. Ponen por delante de todo su conciencia y un proyecto social que en la filosofía política se ha llamado siempre el interés general, que no es la suma de los intereses particulares de cada cual que agregados conformarían el interés de la mayoría. No, el interés general se caracteriza por poner en primer lugar el interés de las minorías, de los más débiles, de los que no cuentan. Los intereses particulares sumados no son sino una acumulación de egoísmos sin freno, excepto tu propia codicia y ambición, y eso a la larga y a la corta genera hostilidades, resentimientos y venganzas. Enfrentarse a la carrera vital con una perspectiva antagónica es costoso, pero tremendamente satisfactorio porque sabes que juegas a largo plazo y la inmediatez no cuenta, y sabes que juegas a favor de quienes pierden casi siempre y tú pones tu granito de arena para que cambie la inercia social, y como no persigues tu propio interés, en el fondo de tu alma late la serenidad y un poco de paz.

Al acabar el año, al margen de sentimentalismos, me confirmo en que perder en ocasiones es ganar. Recuerdo una frase del Evangelio que siempre me impactó: "¿De qué te vale ganar el mundo entero si pierdes tu propia vida?", y que la parafraseo en un sentido cívico: "Alégrate cuando pierdas si has sido fiel a tu conciencia y has mirado por el interés general". Implica tal actitud un cambio de perspectiva: del pragmatismo puro y duro, individualista y estéril, al sentido ético, comunitario y esperanzado. Detrás de esta mirada se encierra la trascendencia, entendida como salir de ti mismo y hacer algo para que las cosas que van mal mejoren y que el mundo, en tu esfera cotidiana, se transforme, aunque tú no lo veas de inmediato. Mañana, cuando te levantes, sabrás por qué naciste y para qué viniste al mundo, cosa que es imposible si tus objetivos son el dinero, la apariencia o el poder. Qué ridículos objetivos al lado de la justicia, la solidaridad, el servicio o la proximidad a quienes te necesitan.

Como ven, son dos mundos, dos cosmovisiones, dos certezas. Una pone el acento en el yo, la otra en el tú; la una confía en el egoísmo como la brújula certera, la otra apuesta por la compasión como lo único por lo que se puede apostar la vida; la una se lo juega todo al ahora, la otra al mañana; la una en el fondo no cree en nada, la otra cree que siempre hay razones para la esperanza. No caben transacciones, o estás con la una o con la otra. También me vuelve a la cabeza aquel dictum del Evangelio abominando de los tibios, de los que ponen una vela a Dios y otra al diablo, porque la luz y la oscuridad son incompatibles, aunque los hijos de las tinieblas crean lo contrario.

Resistir es la palabra: resistir al mal, resistir a la presión ambiental, resistir al peligro que supone apostar todo al éxito social. Cuesta resistir pero solo así ha acaecido el progreso social, como esa mujer negra, Rosa Parks, que no cedió su asiento en un autobús a un hombre blanco, a lo que le obligaba la ley de su estado, por lo que fue encarcelada por atentar al orden público. Su resistencia, como la de otros hombres y mujeres, nos ha mejorado, ha redundado en el bien general aunque lo fácil sea lo contrario. Hay que resistir, cada uno en su esfera de acción, para cambiar lo que creemos injusto, sabiendo que lo normal es que perdamos, pero por nosotros no habrá quedado al intentarlo.

Este es mi deseo para todos ustedes en 2017: resistan, no den nunca por perdida la pelea, combatan por las grandes causas y siéntanse felices aunque pierdan. Porque en el fondo habrán ganado.

Marta FERREIRA

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