La Navidad, más allá del nacimiento del niño Dios, debería ser una necesidad. Un encuentro del hombre con ese niño que lleva dentro contagiándose de su candor. Y comencemos por aquí, por esta sección, a la que simbólicamente podemos sustituir el titular "
Pero ni vivimos en un sueño ni la vida se cambia de un día para otro. Los villancicos modernos nos hacen ser escépticos. Dejémoslo en que son días de nostalgia, y ésta, rara avis, puede ser dulce o amarga. Cómo puede aparcar un pasado feliz quien hoy debe realizar cuatrocientas camas (habitaciones) y un belén con un estipendio de miseria. Dónde quedan aquellos villancicos de la infancia en las que el niño Jesús decía: "? no me la haga usted, señora, que mi cama es un rincón / mi cama es el suelo desde que nací / y hasta que en cruz muera ha de ser así?".
También embriaga la desesperanza recordar los días en los que sentábamos a la mesa a un "pobre" mileurista. ¡Qué paradoja! Hoy, hasta es posible que alguno de ellos saque de los comedores sociales a un "clase media" que perdió trabajo, piso, chalet y pareja. Así es la vida.
Pero en este gran teatro del mundo debemos seguir adelante con el zurrón lleno de todos los rituales, sean más o menos religiosos o paganos, como la tradición manda. Repasemos. Todo comenzó como siempre, con la Lotería del 22, cuando un diablillo 66, junto al número de la mala rima y el supersticioso 13 se confabularon y prepararon la jarana para quienes llevaban el 66513, y para otros estuvo ahí la magia de Papá Noel, que a veces no sabemos de qué tarjeta lo "saca" pero llega con algún que otro regalito. Y ya ha pasado la Nochebuena y la Navidad y gracias al carnet por puntos no hemos salido muy perjudicados...
Y siendo todo así de alucinante, ¿cómo no creer en conjuros, velas, uvas de la suerte, rappeles, octavios aceves, etc. que merodearán sobre nuestras mesas en el Año Viejo? Sí, creemos y brindaremos con un humilde champán o con el mejor de los cavas para que nuestros deseos se cumplan.
Por nuestra parte este artículo será el último del presente año y es el momento del balance, de la autocrítica, y decir que a veces nos hemos equivocado, todos nos equivocamos, aunque sea sin mala fe, pero sólo los necios no lo reconocen.
De todos modos, no vale la pena lamentarse en exceso, pues detrás siempre llega un genio como Woody Allen y nos tranquiliza: "Si no te equivocas de vez en cuando es que no te arriesgas".
Nosotros sólo queremos salud para seguir arriesgándonos, y en ese día en el que brillen más nuestros aciertos, que las reflexiones sean útiles a quienes sigan nuestras lecturas.
Feliz año a todos.
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