Desde esta misma columna, y en más de una ocasión, no me han dolido prendas a la hora de alabar aquellas decisiones tomadas por el PSOE que tenían como consecuencia directa algún beneficio para la totalidad del Estado Español. Estoy convencido de que, como yo, multitud de españoles que nunca han votado socialista aplaudirían igualmente esos pasos dados por el partido del puño y la rosa. Así, podemos hablar de acuerdos suscritos por el PSOE en temas de unidad de España, medidas antiterrorismo, incluso en asuntos relacionados con la defensa. Pero es que, los que nos limitamos a ejercer nuestra fe en la democracia introduciendo el voto en la urna, pero sin sentarnos en parlamentos ni concejos, lo mismo que criticamos aquello que nos parece equivocado, estamos más dispuestos a reconocer los aciertos del adversario político que los componentes de esos colectivos. Cuando el debate está solamente en manos de nuestros representantes, lo normal es que nadie quiera cometer la torpeza de aprobar la gestión del contrario. Algo que es normal entre ciudadanos de la calle, cuando tiene lugar entre políticos, indefectiblemente deja marcado ante los suyos a quien tenga la osadía de mostrarse magnánimo.
He comenzado este comentario refiriéndome a PSOE porque, precisamente desde la aparición en escena del presidente Zapatero, este partido ha comenzado a perder sus señas de identidad. De los Pactos de la Moncloa se pasó a los Pactos del Tinell y a los "cordones sanitarios". En asuntos internos se rompía con tradiciones respetadas como la de dejar gobernar a la lista más votada. En política exterior no siempre se tuvo en cuenta la opinión de notables socialistas que advertían del rumbo equivocado que tomaba España. De la economía, mejor no hablar y pensar que el empeño en negar la crisis era producto de la ignorancia y no de la falsedad. Tras la experiencia Zapatero, tomó las riendas Pedro Sánchez. Si Zapatero era el inca ?incapaz de hacer nada bien-, Sánchez era el azteca ?de cultura inferior al inca-, en cuyo mandato el PSOE ha dado los mayores bandazos de su historia, facilitando con su apoyo el acceso al poder de partidos populistas que llevan en su genes la desintegración de España ?sólo hay que escucharlos- y, de paso, sustituir al PSOE en su papel de izquierda civilizada.
Precisamente en estos días, el partido socialista acaba de dar una de cal e inmediatamente la de arena. El presidente del Principado de Asturias ha llegado a un acuerdo con el PP para aprobar sus presupuestos del año 2017. Desde luego, el caso no es nada frecuente pero demuestra que la buena voluntad siempre da lugar a anteponer el bien común al propio provecho. Pero es que ese mismo dirigente socialista está al frente de la comisión gestora, que provisionalmente dirige el partido, y no ha tenido inconveniente en posibilitar el apoyo del grupo socialista a la proposición no de ley derogatoria de las facultades ejecutivas asignadas al Tribunal Constitucional por Ley Orgánica 15/2015. Para que nos entendamos, antes de esta Ley Orgánica, cuando cualquier autoridad comunitaria desobedecía abierta y reiteradamente las sentencias del Tribunal Constitucional, este órgano carecía de herramientas para ejecutar dichas sentencias. Y así asistíamos al triste espectáculo de ver ridiculizada una de nuestras más serias instituciones. Fuera de la jurisdicción de ese tribunal, la posible sanción que amenazaba a los infractores pasaba por el simple reproche o la sanción económica simbólica- que nunca abonarían de su bolsillo-. Cuando se introduce la modificación que faculta al TC para hacer efectiva la ejecución de las sentencias, y se establecen penas lo suficientemente proporcionadas como para retraer a quienes lo intenten, el PSOE se opone alegando que el TC no está para eso. De acuerdo; pero ¿lo dejamos como antes? ¿o hacemos los posibles porque no sigan tomándonos el pelo a todos los españoles? Si optamos por lo último ¿no era eso lo que conseguíamos con la reforma actual?
Vuelta al principio; el PSOE busca otro Pacto del Tinell. Con tantas idas y venidas está consiguiendo volver locos a sus votantes y la prueba está en el resultado de cada elección y en lo que indican todos los sondeos. Parece como si una gran mayoría de políticos estuviera tomándose a broma el grave problema catalán. Por el bien de todos los españoles, es hora de que resuelva su crisis de dirección y que acierte a la hora de elegir alguien que enderece su rumbo. Como decía Sebastián, el de Las Villas: "Este no es mi PSOE, que me le han cambiado" Es tanto lo que se juega España que no puede permitirse el lujo de prescindir de un PSOE que, de seguir con estas ideas, terminará siendo un partido testimonial y su lugar lo ocuparán los que pretenden volver a la revolución de Stalin..
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