21/diciembre/jueves
Acudo a comer con unos amigos a Segovia, al Mesón Cándido, el restaurante del histórico Mesonero Mayor de Castilla, título refrendado por la Casa Real Española. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de unos buenos judiones de la Granja y de cochinillo asado al modo de la casa. El Mesón Cándido siempre merece una visita por el sabor que encierran sus paredes, además de los frescos extraordinarios del pintor segoviano Lope Tablada. Y es que por él han pasado todo tipo de personas y personalidades del mundo entero. Desde Ortega y Gasset a Grace Kelly y el Príncipe Rainiero, desde George Bush y Jimmy Carter a Kofi Annan, pasando por las principales figuras del toreo de todas las épocas, desde Manolete al Cordobés. Gente guapa y rica, famosos de Hollywood y del cine mundial, como Cary Grant o Sofía Loren, reyes, como Don Juan Carlos, príncipes, infantas, personas de la nobleza, como Cayetana Alba..., infinidad de testigos de alcurnia han pasado por aquí y han apreciado el rito de cortar el cochinillo asado con un plato, el cual después el "oficiante" lanza al aire para que caiga al suelo y se rompa en cientos de pedazos. A Cándido un buen día eso le pasó sin querer, pero tuvo tanto éxito y aplausos, que decidió convertir el accidente en una tradición.
Hoy es Alberto Cándido, el hijo de Cándido, quien desde hace muchos años regenta el restaurante en el que caben cerca de cuatrocientas personas. Los turistas acuden a visitar Segovia, Patrimonio de la Humanidad, con el objetivo central de ver el Acueducto Romano, un monumento único, una muestra de lo mejor del largo Imperio Romano. Pues bien: desde el Mesón Cándido se ve como si estuviera unido a sus salas. Es una imagen que impresiona. Por eso los turistas chinos, japoneses, americanos, alemanes, ingleses o franceses siempre acuden aquí. Segovia es una ciudad bella, con múltiples monumentos grandiosos, como su catedral, o el Alcázar, o decenas de iglesias y palacios. Pero el Acueducto Romano es otra cosa, es la esencia de un tiempo, de hace dos mil años, que genera especial admiración. Piedra granítica sobre piedra granítica, y a pesar de los problemas causados por el tiempo, la contaminación, la lluvia, el hielo y la nieve, ahí sigue, enhiesto, como una obra de arquitectura ejemplar y exclusiva.
El Mesón Cándido y el Acueducto Romano forman una pareja inseparable. En varias ocasiones, en la década de los ochenta del siglo XX, pude charlar con Cándido. Era una persona inteligente, encantadora, abierta al diálogo, con una visión del negocio sublime. Adoraba a sus clientes, a todos, a los que trataba con un respecto exquisito y un saber estar que le nacía de un fondo espontáneo para lo que hay que nacer. El mismo dijo: "Toda persona que honre esta casa con su presencia, cualquiera que sea su nacionalidad o condición, se merece el respeto y toda clase de atenciones a que está obligada la hospitalidad castellana."
Varias veces acudió Cándido a ser entrevistado en los estudios de TVE en Castilla y León, en Valladolid, y siempre fue para mi un enorme orgullo poder tratarle y recibirle como Jefe de los Servicios Informativos. Cándido en una ocasión me regaló dos jarras de barro con su nombre, las que guardo con mimo en mi bodega de Cañizo. Es un recuerdo que me lleva hasta un hombre que sigue siendo, y será siempre, una institución en Segovia. La Plaza del Azoguejo, con ser tanto, sin el Mesón Cándido, no sería lo mismo. Sus paredes son un museo único, porque están llenas de joyas, en forma de fotografías, en blanco y negro, y en color, que son testigos de la historia. Especial pellizco me produjeron dos estampas, aquellas en las que están retratados Millán Astray y Miguel de Unamuno. El azar, o una cabeza pensante, puso estos dos testimonios cerca, muy cerca, consiguiendo, tal vez, la ocasión en que más juntos han estado estas dos personas que protagonizaron aquel encuentro en la Universidad de Salamanca, cuando el escritor y filósofo dijo aquello de "Venceréis, pero no convenceréis", mientras el general mutilado creador de la Legión Española gritaba " ¡muera la inteligencia y viva la muerte". Un episodio que no se llevó por delante la vida de Unamuno de milagro, según algunas crónicas gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco, que estaba en aquel acto.
España está llena de tabernas, mesones y restaurantes, muchos cargados de historia, testigos de conversaciones y pactos políticos. Pero pocos como el Mesón Cándido. Pocos, o ninguno.
22/diciembre/jueves
Los niños de San Ildefonso están toda la mañana cantando los números de la Lotería Nacional. El sonido se escucha por todas las partes. Es un día en que la radio y la televisión se centran exclusivamente en esta tradición que cada año alegra la vida a unos cientos de españoles. La Lotería de Navidad es lo que más une a los españoles. Tanto como la religión o algunas costumbres que son semejantes en Cataluña, el País Vasco, Andalucía o Castilla y León. La lotería toca en cualquier sitio y lugar y como el dinero no tiene fronteras ni ideologías viene a coser España tanto como el Derecho Romano su Imperio.
Por los reportajes de televisión cada año veo la cara de alegría de los afortunados. Nunca me tocó a mí y no tengo esperanzas. Si tendré mala suerte que Zamora, mi tierra, es una de las cuatro provincias donde nunca ha tocado el Gordo. A Zamora hay que añadir, Ávila, Tarragona y Melilla. La gente como yo, que asumimos el vivir sólo del trabajo, acudimos siempre en estas fechas a la salud, un recurso de perdedores, pero un gran asidero. Yo prefiero que no me duela una muela a que me toque la lotería. Tiene que haber gente para todo.
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