Tras 33 años, la carrera consolida sus eventos paralelos atrayendo una participación numerosa en sus certámenes culturales
PRIMER PREMIO Patricia Collazo González OTRA CARRERA
Apagó el despertador mucho antes de que sonara. Se deslizó despacio fuera de la cama para no perturbar a la oscura figura extendida a su lado. Lo hizo por costumbre, porque en realidad sabía que no despertaría. Hurgó en el fondo del cajón y extrajo el dorsal. Allí había permanecido oculto para que él no pudiera prohibirle participar. La sonrisa culpable se convirtió en risa de satisfacción cuando se miró al espejo, preparada ya. Las mallas de color brillante que no tenía permitido usar, el impensable top, las zapatillas recién compradas. Acomodó su pelo largo en una coleta. Usó una capa precisa de maquillaje para disimular con maestría el último golpe. Sabiendo que era exactamente eso: el último. No se despidió del cuerpo inerte de la habitación. Al salir de casa, el cielo de Salamanca le confirmó que ese era el día. Ya podía correr su siguiente carrera.
SEGUNDO PREMIO Jack Babiloni OLVIDÉ COMPRAR CALABACINES
Primera zancada. Pienso en la condena de recordar hasta lo ínfimo. Kilómetro uno. Olvidé comprar calabacines. Kilómetro dos. Bob Dylan no contesta. Kilómetro tres. Medio corazón del país anda encogido porque Chenoa y Bisbal canten juntos, quince años después. Kilómetro cuatro. Todos los humanos atacados por tiburones coinciden siempre en afirmar que el mordisco nunca es doloroso. Kilómetro cinco. Bebe, bebe; atento a los electrolitos. Kilómetro seis. El canto del pato no tiene eco. Kilómetro siete. ¿Cuánto me quedará de pensión? Kilómetro ocho. Me digo: Vigila la diaforesis. Kilómetro nueve. Messi se tiñó de rubio platino. Cruzo la meta. Recojo la presea. Sonrío a los fotógrafos. Bajo del pódium. Sigo corriendo hasta el geriátrico. Mamá me espera sentada bajo aquel precioso plátano de sombra. "Bonita medalla, joven. ¿Me dejará desenvolverla? ¿Compartimos a medias su chocolatina?" Vuelvo al kilómetro cero. Pienso en la condena de no recordar.
TERCER PREMIO Margarita del Brezo META
Diez horas llevaba corriendo sin parar. Estaba exhausta y a punto de desfallecer y no conseguía darle esquinazo. De nada había servido deshacerse de su querida guadaña, cambiar su indumentaria negra por un chándal y un dorsal e introducirse entre los asistentes de la San Silvestre Salmantina para despistarlo. El suicida la perseguía desesperado y estaba a punto de ganar.
MENCIONES ESPECIALES DEL JURADO
Modes Lobato Marcos TOY
Quiero ser libre. No quiero ser marioneta de nadie. Quiero escuchar el susurro del viento. No quiero grilletes mordiendo mi alma. Quiero correr por espacios abiertos. No quiero vestirme de claustrofobia. Quiero correr bajo la lluvia. Quiero sentir nieve en el pelo. No quiero aliñar con mazmorras mi tiempo. Quiero acariciar la barrera del sonido. No quiero entrar en vía muerta, ni quiero frenos. Quiero ser una persona. No quiero ser un dibujo animado. Quiero salir de este Cinexin.
M. Salvador Muñoz QUIEBRO AL INFIERNO
Mi ambición por ganar me aboca irremisiblemente a vender mi alma. El diablo acepta gustoso y sentencia: nada ni nadie lo impedirá. Un escalofrío me despierta bruscamente. Ha sido una pesadilla. La carrera está en su último tercio, corro como nunca, mis piernas flotan y el cansancio no hace mella en mí. Por delante, cuatro. De repente, la pierna del corredor que me aventaja se dobla, el crujido me hiela la sangre. Veo, sorprendido, cómo el tercero abandona la carrera gritando sin motivo aparente, y al segundo desplomándose entre convulsiones. Solo un keniata se interpone en mi victoria. Pero, inesperadamente, su pie tropieza con la nada y cae al suelo. Entonces, recuerdo el sueño y comprendo, un halo de cordura eriza mi piel, le ayudo a levantarse y cruza la meta. El keniata recibe su trofeo, yo recupero mi alma. El cielo oscurece de súbito, un trueno retumba enfurecido. Sonrío.
RELATOS SELECCIONADOS PARA SU PUBLICACIÓN EN LA REVISTA
José Manuel Gómez Vega RUNNERS LUMINOSOS
Cada fin de año las luminarias bajan del cielo para correr de incógnito la San Silvestre de Salamanca. Júpiter celebra el ambiente festivo y una pizpireta Venus destaca el buen rollo que se respira. Es el running, tercia Mercurio. Yo, desde que salgo a correr por el zodiaco, me llevo mejor con las estrellas. Enrojecido por la contención de la risa, Marte le dice a Saturno que tenga cuidado no vaya a reventar el cinturón. El viejo se lo ajusta, resopla y reniega de los excesos navideños. Todos se ríen, excepto la Luna. Hace poco, Lucía Vicente Molinero les confiesa, apareció un bello cometa en una curva de mi órbita. Me preguntó si faltaba mucho para Capricornio y, sin más, esprintó hasta desvanecerse en la noche, llevándose consigo mi corazón. Una carcajada caldea la fría mañana salmantina. ¡Lo espanté yo, querida mía!, exclama el Sol. ¡Salió corriendo con la cola entre las piernas!
Vicente Rodríguez Manchado TODOS LOS PASOS
Con el paso del tiempo, todos los pasos fueron ocupando su lugar.
Ernesto Ortega Garrido MATÍAS SÁNCHEZ Y SUS DORSALES
Poco después de la salida, Matías Sánchez aceleró el ritmo de su zancada, pero enseguida le adelantó el adolescente que una vez fue. Llevaba el pelo largo y parecía en forma. Le miraba con cierto desprecio y un aire rebelde. Sin duda, no estaba dispuesto a convertirse en uno más, en otro de tantos que corrían la carrera de la vida con un número grapado al estómago, una hipoteca y un trabajo de nueve a seis. Entonces empezaron a pasarle todos los Matías Sánchez que había dejado en el camino: el que estudió Periodismo en lugar de Empresariales, el que todavía tocaba la guitarra, el que se casó con su primera novia o el que se marchó a trabajar a Londres. A todos los vio desaparecer entre el gentío que corría por el histórico empedrado de Salamanca, mientras se preguntaba qué diablos habría sido de ellos y dónde estarían ahora.
Yolanda Nava UN CORREDOR INESPERADO
Todo está preparado en el Paseo de San Antonio, sólo falta la señal. Niñez gatea, gira y se distrae mientras espera, pero cuando dan la salida, se yergue y se pone en movimiento imitando a los demás. Juventud avanza despreocupada, convencida de su capacidad para coronar cuantas metas le pongan por delante. Madurez recela de sus posibilidades y busca una estrategia, se decanta por mantener la regularidad. Vejez se conforma con participar, ahíta ya de metas. Pero el triunfo es para un participante que nadie tuvo en cuenta: Tiempo, que a la altura del Paseo del Rollo pasa raudo, superando con notable ventaja a los demás. Niñez lo admira y le gustaría haber volado subido a sus hombros. Juventud lo tilda de engreído, Madurez calla y Vejez lo maldice por avaro.
Rocío Martínez YO CONTRA MÍ
Me persigue siempre. Hace exactamente lo mismo que yo aunque sé que desearía hacer justamente lo contrario. Por la noche no la veo pero sigue ahí, acechándome. Cuando se descuida, protegida por la oscuridad, la luz de una farola inesperada la descubre de nuevo. A veces se hace grande, parece tan poderosa que pienso que no me necesita, pero nunca se va. Entonces posa ante mí como un espejo juzgador replicando mis movimientos. Corro para escapar de ella, pero es imposible, es más rápida que yo. No sé cuánto más, porque no se despega de mí, pero sé que es capaz de ganarme a la carrera en cuanto le apetece. Pues a veces va detrás pero cuando va delante me esfuerzo para pasarla y no lo consigo, entonces acelero el paso, corro todo lo rápido que puedo, pero ella siempre es más rápida, justo un poco más rápida que yo.
Raúl Garcés Redondo LA MIGRACIÓN DEL ÑU
La junta directiva se reunió con carácter de urgencia. Habían adquirido los derechos televisivos de la San Silvestre Salmantina pero en los últimas ediciones los niveles de audiencia habían experimentado un descenso progresivo. Tenían que hacer algo y rápido. Coincidieron todos en que debían darle más emoción al evento. Y se les ocurrió introducir una manada de leones que persiguieran a los participantes. Pero pese a lo novedoso de la idea, la respuesta de los televidentes no fue la esperada. Establecieron entonces que los corredores cruzaran un caudaloso río repleto de cocodrilos. Pero ni con esas. Y es que olvidaron que a pesar de lo que afirman las encuestas, nadie ve los documentales de animales de la 2.
Ana Isabel Velasco Ortiz PASIÓN
La carrera ha comenzado y procuro seguir el ritmo que marcan los pies de mi padre. No perderle de vista. En un tramo del camino me ha buscado los ojos, ha dicho mi nombre y un "Ánimo que ya queda poco" y a mí, me han entrado ganas de llorar. Codo con codo llegamos a la meta y una vez más, él regresa a la nada. Un vacío interior que cada año desaparece en esta cita y le devuelve al mundo real. Una lucidez que nos acompaña todo el recorrido porque lo único que no se ha llevado la enfermedad del olvido, es su pasión por correr.
Gabriel Pérez Martínez EL ESPECTADOR
Entre el público, hay un hombre que intenta desertar de su cuerpo. Mientras sus manos aplauden, su mente se transforma en agua que el corredor con el dorsal 5325 necesita. Se deja beber, fluye hecho sudor, se evapora, se convierte en oxígeno y penetra en los pulmones del joven con el número 1823, que va sin aire. Tras unos minutos con él, lo recupera e incluso le hace tararear una canción. Con ella escapa y se adentra en el oído izquierdo del corredor 3987 que no puede casi andar. Desde el tímpano, se lanza hacia su pecho para marcar el ritmo de un descompasado corazón. Y, así, transfigurado en latidos, cruza la meta?. Fracasa el cardiólogo que le prohibió volver a participar en una maratón.
Belén Conde Durán UNA CARRERA IMPOSIBLE DE GANAR
Va siempre al galope, como si le faltase el tiempo, más que el aire. Corre hacia atrás como si temiese darse de bruces con el futuro, y solo hallase seguridad en los pasos ya recorridos. Durante su marcha no extiende mano alguna, porque no es partidaria de carreras de relevos, y mucho menos de deportividades sentimentaloides. Piensa que la juventud es un estertor que le será arrebatado cuando menos se lo espere, y por eso ha de seguir trotando, para que no la pillen desprevenida; para que no le roben los días consumidos. Espero que un día se dé cuenta de que no puede ganar la carrera.
Reme Gómez Llopis MITOLOGÍA
?No te he visto entre los inscritos de la San Silvestre y me ha extrañado, porque tú corres, ¿no? ? su corazón no corría, galopaba. Pensó: voy a desmayarme. Recordó las veces que su mente le decía que no podría aguantar un kilómetro más y su cuerpo la desmintió. Como ahora. -Es que me he lesionado el tendón de Aquiles, y aún no sé? ?dijo haciendo un esfuerzo fí- sico sobrehumano. -Así que es cierto que los héroes sois mitad humanos? dijo sonriendo y achinando aún más sus demoledores ojos de miel. Recordó la leyenda de Aquiles; cómo, buscando la inmortalidad, su talón se convirtió en la única parte vulnerable de su cuerpo. Contempló con cara de alelado a Teresa alejarse en dirección a clase, sabiéndose observada, regalándose a sus ojos. Y comprobó maravillado cómo su talón de Aquiles seguía latiendo como un loco en la parte izquierda de su tórax.
Justo Escudero SIN PULSÓMETRO
No me dejaban inscribirme en la carrera, los muy? Porque tengo ochenta años. "Si yo corro que me las pelo", les dije, "sólo necesito un par de carajillos, que ya me he trincado en el bar, y nada? Dadme pista", añadí mientras apuraba un cigarrillo. Al final, no hubo manera de convencerles y tuve que correr sin dorsal. Quedé el cuarto por detrás de tres keniatas. Cómo corren los cabrones. El año que viene, empiezo a entrenarme quince días antes de la carrera y les crujo.
Ana Hernández Iglesias LA FRONTERA AZUL
No, no me asustaba, pero su presencia era inquietante. Era como si algo nos conectase más allá de las palabras, pero no fuéramos capaces de descifrar el mensaje del otro. Solo aparecía, inmóvil. Nos mirábamos sin mirar y esperábamos sin saber a qué. Como si nuestra historia no pudiese contarse aún.
Ana Belén Cañete Jiménez LA META ERA LLEGAR
Correr. Sentir que mis pies casi no tocan el suelo y que mis miedos han quedado atrás. Que, desde hace tiempo, no me siguen el ritmo. No necesito más impulso que el mío propio. He llegado hasta aquí sola. Era mi reto. Demostrarme que no tengo más limitaciones que las que yo misma voy dibujando en mi propio camino. Hubo quien me pensó débil y quiso protegerme, pero no soy tan frágil como pueda parecer. En este cuerpo flaco y herido, cabe mucha valentía y arrojo. He entrenado con ilusión y constancia. Ahora estoy delante de la salida, dorsal en el pecho, pelo recogido en una coleta bien alta y zapatillas bien atadas para que no se me escapen ni las ganas. Va a comenzar, es mi momento, necesito disfrutarla. San Silvestre Salmantina, por fin nos encontramos. Encantada de conocerte. Trátame bien, que necesito volver el año que viene.
Antonio Javier Álvarez Linares METAMARATÓN
Con la sensación de dolor en el dedo de la pierna derecha, emprenden la marcha esos pequeños seres asilvestrados que se atreven a extenderse como miles de pequeñas agujas y se separan competitivos hacia alguna zona del pie hasta atenazarlo. Se estiran hacia el gemelo, dejando un numeroso pelotón atrás, que continuará a ritmo lento pero constante, pierna arriba, y alcanzará más tarde los muslos y caderas. Otro grupo de cabeza toma la delantera y recorre el tronco, los brazos, se avituallan con sus últimas fuerzas en los pulmones; exhaustos, pasan volando por las arterias del corazón, y ya, con fuerzas mínimas, algún aventajado de los escapados fluye a la boca, nariz, ojos, con la intención de terminar en el cerebro del corredor de maratón, que lucha solo contra todos ellos para no quedar atrás y conseguir llegar a la meta.
Andrea Vila Almuiña RANA VELOZ
Es verdad que la adrenalina se paga cara y que no es sencillo hallarla en pies ajenos. Será por eso que sólo pienso en tus besos cada vez que el sudor me penetra hasta las vértebras. O quizá se me asemeja esa sensación de ir volando al movimiento de nuestros cuerpos entrelazados. O quizá me he enamorado y mis huellas, asustadas, sólo intentan huir.
Juan Sevillano Gacho ATRAPADO
Tenía tanta prisa por llegar, que el atajo que tomé se convirtió en laberinto y aún hoy sigo buscando la salida.
Alejandro de Dios González AQUELLOS EN REALIDAD ERAN ENTRENAMIENTOS
Mi padre quería que corriese, porque si venía al mundo tarde no podría llegar a ver el partido. Tardé un par de goles y un penalti mal tirado en cumplir sus deseos. Después, mi padre siguió con el ímpetu por la velocidad para compensar los minutos de mi hermana frente al espejo. La primera vez que corrí de verdad fue un verano en el pueblo, cuando adquirí la edad suficiente como para llamar a las puertas y no quedarme mirando desde una distancia prudente. También recuerdo la primera vez que me lesione de gravedad en la rodilla y cómo aquella postilla picaba por debajo del caparazón. También recuerdo mis años de carrera y todos los puestos de avituallamiento por los que pasábamos en una noche: uno cada 30 metros y en alguno repetíamos. Ahora, mientras espero en la planta de maternidad, veo un cartel con una huella pintada.