Se acerca la Navidad y muchos creyentes discutirán sobre esto: ¿hemos convertido el nacimiento de Jesús en una excusa para el consumismo?, ¿hemos hecho que la conmemoración de un momento trascendental de la historia, como es la llegada del Mesías, solo una película de Disney en la que un escandinavo gordo reparte chucherías montado en un trineo volador? Y gritando ja,jaaaaaaaaaaaa. Y por supuesto con los colores de un conocido refresco de cola.
En la Navidad, celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios. Recordamos que Dios se hizo hombre y que vino al mundo para salvarnos. Se hizo uno de nosotros y con su nacimiento dio un nuevo sentido a nuestra vida.
Ésta, es la fiesta que más se ha celebrado a lo largo de los tiempos y que más se sigue festejando .
Es difícil encontrar una casa en la que en estas fechas no haya algún adorno de Navidad o encontrar una ciudad en la que sus calles y plazas principales no estén decoradas con motivos navideños. Nadie es indiferente a este acontecimiento y el mundo entero lo ha aceptado como la fecha que marca la historia del hombre: antes de Cristo o después de Cristo.
¿ Como celebramos los cristianos La Navidad? Para la mayoría, la Navidad ha perdido buena parte de su vínculo con la religión y reunión de familia, antes todo estaba cerrado, cenábamos entorno a la mesa decorada con motivos que tenían un significado especial, piñas, manzanas, velas? se ponía el mejor mantel y la más valiosa vajilla, reservada para celebraciones especiales, todo refulgía y todos estábamos emocionados, hoy no bien termina la cena, la gente joven sale, por lo cual el sentido familiar se ha perdido, los bares están abiertos para disfrute y fiesta, como si fuera una celebración igual a otras.
Entre los jóvenes: para el 72% estas fiestas tienen poco o ningún significado religioso. Es destacable que casi la mitad de los jóvenes ?el 45%? vean estas fiestas de forma totalmente desacralizadas, mientras que entre los mayores de 55 años -quienes piensan así- apenas llegan al 16%. ¡Que gran diferencia de valores!
Esta es una pieza más del puzle, de lo que mi admirado profesor Aranguren llamaba la "transición religiosa" y que, desde mediados de la década de los noventa, estos son días, más bien, de diversión, y reuniones con amigos.
"Lo religioso queda en un alejado segundo plano, si es que queda: apenas son un 15% los jóvenes que asistirán a la tradicional misa del gallo y un 9% quienes aseguran que estas fechas guardan para ellos un gran significado religioso.
La consideración poco religiosa de la Navidad está en consonancia con el hecho de que un 62% se define como poco o nada religioso, cifra que aumenta hasta el 76% entre los jóvenes que tienen entre 18 y 34 años".
Si el futuro es de los jóvenes, la Navidad será cada vez más, una fiesta de encuentro y exagerado consumismo, y menos el recuerdo del Nacimiento del Hijo de Dios.
Este comentario bien a raíz de una muy buena serie, lean y piensen cuanta verdad encierra un futurible
Pío XIII
Es un Papa joven, tiene 44 años. Y es estadounidense. No era el candidato favorito, pero el cónclave le ha elegido porque puede ser un puente efectivo entre los cardenales más conservadores y los más progresistas. Pero no es así. Tras ser elegido, Lenny Belardo, en adelante Pío XIII, decide acabar con el sistema que ha venido rigiendo la curia: no quiere dirigirse a los fieles, no quiere bautizar niños, no quiere seguir los consejos políticos del muy astuto secretario de Estado, detesta la Iglesia tal como es y duda con frecuencia de su fe. Además, es muy conservador. Mucho. No solo en cosas como el aborto, la eutanasia o la homosexualidad -quiere expulsar de la Iglesia a todos los sacerdotes homosexuales, sean célibes o no-, sino en otras de las que apenas se habla.
No quiere que el catolicismo sea una religión amable, no quiere oír hablar de tolerancia. Si con todas estas medidas se pierden fieles, sea; los católicos serán menos, pero estarán unidos, más que por la fe, por el temor a Dios. Y él es el Papa, el vicario de Dios, de modo que simplemente se le obedece. Merece ser el hombre más poderoso del mundo. La mayoría piensa que es un loco y algunos pocos, que es un santo, pero casi nadie entiende su estrategia. No le importa hundir la Iglesia, porque las ruinas resplandecerán, porque serán el efecto de la Verdad, que es Dios, que a todos los efectos es él.
Sus motivos son mitad personales -sus padres le abandonaron en un hospicio para vivir la vida 'hippie' y él detesta toda forma de progresismo porque lo identifica con la frivolidad de quienes le traicionaron-, mitad teológicos. Le repugna que el Vaticano haya permitido que la religión se convirtiera en algo tan parecido al resto de ámbitos laicos de la vida: no entiende que la Iglesia quiera simular que es una especie de ONG, ni la boba alegría de los creyentes al verle, como si inspirara las mismas sensaciones que una estrella de pop juvenil y no las propias del representante de Dios en la tierra, ni los consejos de especialistas de 'marketing', que quieren poner a la venta platos y camisetas con su cara, para que el Vaticano, que tiene dificultades económicas, aumente sus ingresos. Y uno va entendiendo que no lo entiendan. Porque la religión no era esto, ¿verdad?
Una explicación fácil a todo esto es que la religión, o al menos el catolicismo, se ha convertido en una especie de bufé libre. Uno escoge solamente aquello que le apetece o que le sienta bien y desdeña lo que no le conviene: puede creer en el cielo, pero desecha la idea de infierno por cruel; tiene una moralidad más o menos inspirada por los designios de Dios, pero considera que el sexo prematrimonial no es malo; se tiene por un miembro de la Iglesia, pero no va a misa aunque sea obligatorio ni sigue muy estrictamente las indicaciones pastorales.
Resulta un poco raro relacionarse así con la religión. A menos que la religión sea ya como todo lo demás en nuestro mundo rico: un poco de 'marketing', un poco de consuelo moral y de placer estético, un poco de sensación de pertenencia y bastante de individualismo, tanto en lo serio como en lo frívolo.
Esta forma de ver la religión puede hervir la sangre o sentir un vacio total, pero quizá sus asesores tengan razón y no entienda del todo el mundo en el que vive, un mundo en el que hay que asumir compromisos, ceder, aceptar que el pasado, pasado es, y que las tonterías intelectuales son inevitables. O quizá la tenga él y la tengo yo, y arruinarme por creer en una idea firmemente -y a la vez dudar de ella, como solo se duda de las ideas en las que se cree de verdad- y ser popular, crecer , aunque se traicione a nuestro interior.
Se acerca la Navidad y muchos creyentes discutirán sobre esto: ¿hemos convertido el nacimiento de Jesús en una excusa para el consumismo?, ¿hemos hecho que la conmemoración de un momento trascendental de la historia, como es la llegada del mesías, sea solo una película de Disney en la que un escandinavo gordo reparte chucherías montado en un trineo volador? Y gritando ja,jaaaaaaaaaaaa. Y por supuesto con los colores de un conocido refresco de cola.
Sea como sea, feliz Navidad amigos.
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