Un espacio purísimo, entregado a los cielos, a la luz, a la nieve, a una claridad que impregna todo. La hilera de montañas hacia el fondo, como punto de fuga, se corresponde con ese primer plano de cruces y granitos purificados por el blanco. Hay una me
Un espacio purísimo, entregado a los cielos, a la luz, a la nieve, a una claridad que impregna todo. La hilera de montañas hacia el fondo, como punto de fuga, se corresponde con ese primer plano de cruces y granitos purificados por el blanco. Hay una metafísica celeste que protege la tierra. Y los pueblecitos, entregados a su estar, viven como olvidados en quietud intrahistórica. ¿Quién nos ha expulsado de este paraíso?
Texto: José Luis Puerto / Fotografía: Rosa Gómez