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Actualizado 17/12/2016
José Antonio Mirón

Estamos en tiempo de Navidad, época donde se mezcla todo, lo familiar y lo social, las compras y los regalos, el turrón y el mazapán y, donde se dan múltiples oportunidades para consumir; pero también para regalar y practicar la generosidad y la solidaridad. Se trata de las fiestas más esperadas y deseadas porque ver de nuevo a los hijos y/o familiares que están fuera, porque supone un descanso vacacional familiar y algunos, porque les toque la lotería.

Además, el contexto y la cultura predominante acompañada de luces, guirnaldas y la múltiples adornos y colores adornan y engalanan las calles y los hogares creando un ambiente de fiesta propicio para el fomento de los valores humanos como la amistad, la generosidad, el respeto y la solidaridad. También por la necesidad de disfrutar de unos días de fiesta para cargar las baterías de vitalidad cerebral que nos permita sobrellevar la compleja y competitiva vida diaria en la que convivimos sin tiempo para reflexionar y observar el horizonte de la felicidad.

Por otra parte, también es tiempo de excesos culinarios grasientos asociados a las matanzas y al contexto de la dulce Navidad y, en consecuencia, se producen cólicos y desequilibrios biológicos vesiculares e intestinales que perturban y ¨nos hacen la pascua¨. Los excesos más frecuentes se relacionan con la alimentación y no tienen que ver con el emplatado sino con el contenido en azucares que alteran la glucemia de los mayores y de los diabéticos; pero los excesos de mayor riesgo se deben al alcohol, por asociarse a accidentes de tráfico y a desequilibrios emocionales individuales y familiares que ensombrecen el encanto y la grandiosidad de la Navidad. Por favor, controlar estos factores de riesgo con el sentido común y la sustancia gris cerebral. Es decir, no perdamos el más común de los sentidos, se puede comer y beber de todo; pero con moderación y prudencia; con control y un puñito en los dientes.

Para disfrutar de la Navidad y sin ser un experto culinario les propongo una Dieta de Pascua que no puede mejorar ni el mejor programa de Master chef, éste que viene desaprovechando una oportunidad única para enseñar a alimentarse y nutrirse en lugar de enseñar a cocinar y emplatar.

La cena de nochebuena debe ser ligera y con algún ingrediente sorpresa que produzca emoción y sorpresa. El primer plato: abre el apetito, luego tiene que tener una variedad de ingredientes como indicador de calidad y de la generosidad del chef para satisfacer a todos y ayude a festejar la noche a todos los comensales. Seguimos con un segundo plato: carne o pescado, da igual, lo importante es tener comprensión con el chef y un poco de paciencia para escuchar más que hablar y comprender más que ser comprendido, lo que implica disfrutar de la compañía, de los más próximos y, sobretodo, de los que no son habituales. A esto hay que añadir unas especias de armonía y sinceridad entre lo individual y lo familiar. Para terminar, un buen postre que se debe acompañar de sonrisas y risas, ingredientes humanos que favorecen la convivencia y la humanidad. También es bueno perder el sentido del ridículo para favorecer la Salud emocional y mental.

Por último, y en mi opinión, se deben aprovechar estas fiestas para compartir el proyecto familiar sin olvidar el proyecto en común que compartimos y debemos hacer sostenible para vivir y convivir en Comunidad y en Sociedad.

Con mis mejores deseos de una Pascua Saludable, disfruten de cualquier menú.

JAMCA

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