Dios siempre sale al encuentro del ser humano, de la oveja perdida, del hijo que se marchó de casa. En esta historia de búsqueda y encuentro, la iniciativa y la parte más importante la lleva Él. Dios es el principal agente y el principal amante. Porque ama, se da y se entrega totalmente.
Si buscamos a Dios, más nos busca Dios a nosotros. El ser humano busca, a veces sin saberlo, a Dios. La razón es bien sencilla, pues cada persona es imagen de Dios, espejo del amor, de la felicidad y de la vida. Unas personas lo descubren en la niñez, otros ya en la edad adulta. Cuando san Agustín cayó en la cuenta de lo que era, dijo: ¡Tarde te amé! ¡Oh hermosura tan antigua y siempre nueva! ¡Tarde te amé! (?) Me tocaste y me abrasé?". Desde que Agustín encontró a Dios, fue feliz. El ser humano busca la felicidad: "Pregunta a un hombre qué es lo que desea; te responderá que busca la felicidad. Pero los hombres no conocen ni el camino ni donde encontrarla, y andan a tientas. Cristo nos ha colocado en el buen camino que lleva a la Patria. ¿Cómo caminar? Si amas, corres. Cuanto más ames, correrás con mayor velocidad" (san Agustín). Cualquiera que empieza a conocer o amar a Dios, no puede dejar de quedarse con él. Y, san Agustín no se cansará de hablar de que Dios es todo. "Dios es tu todo. Si tienes hambre, es tu pan; si tienes sed, es tu agua; si estás en la oscuridad , es tu luz que permanece siempre incorruptible.
El ser humano, en muchas ocasiones, busca a Dios donde no le puede encontrar o pasa de Dios y huye de él y vive como si no existiese, como si él estuviese lejos. Y no se da cuenta el hombre que Dios es un Dios escondido porque se encuentra en la intimidad de nuestro corazón. Dios nos llama a no escondernos de su mirada, a descubrir su presencia en lo cotidiano, en lo oculto de nuestra vida e historia.
¿Dónde está Dios, dónde está tu Dios? Muchos lo buscan fuera y no le encuentran, porque está dentro. Nuestro Dios es un Dios cercano, muy presente en nuestras vidas. El descubrir a Dios escondido dentro de nosotros nos lleva a reconocerlo escondido o disfrazado en los demás. La persona humana es el libro abierto de Dios. Dice el salmo 42: "Dios mío, te busca todo mi ser; tengo sed de Dios, del Dios vivo". Y el salmo 62: "Oh Dios, tú eres mi Dios; desde el alba te deseo, estoy sediento de ti. Por ti desfallezco como tierra reseca, agostada, sin agua".
A Dios, pues, lo podemos encontrar a través de una fe impulsada por el amor. Él vive dentro de cada uno. "Ésa es vuestra tragedia. ¡Olvidáis! ¡Olvidáis al Dios que hay en vosotros! ¡Queréis olvidar! ¡El recuerdo implicará el alto deber de vivir como un hijo de Dios?¡Es más fácil olvidar, convertirse solamente en un hombre?¡Vivir negando la vida!" (Eugene O'Neill). Dios sale al encuentro, y nosotros huimos; Dios está presente en todos los momentos de nuestra vida y no nos damos cuenta. Hay que saber descubrir a Dios, tener los ojos de la fe bien abiertos para saber que vive en nosotros y que podemos comunicarnos con él.
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