Ver con los ojos, en lugar de a través de ellos, nos lleva a creer en una mentira.
William Blake
Dime, cuánto tiempo te podrías quedar a pasar mirando este cromo, y éste?, y éste otro? ¿Te acuerdas? años, siglos, toda una mañana, imposible saberlo, estabas en plena fuga, éxtasis, colgado en plena pausa, arrebatado? mira.
Arrebato, de Iván Zulueta
Uno, como la Alicia de Carroll, sigue sin poder resistirse a mirar detrás de las puertas. Más, si cabe, en estos días, por otro lado cada vez más frecuentes, donde las imágenes publicitarias nos asaetean la pupila desde el portalón catódico o algunas de sus pantallas herederas.
Entonces... miremos a ver ¿cuál sería el recuerdo más intenso que guardan de su infancia? Me atrevería a decir que se trata de una imagen, vinculada en la mayoría de los casos a un ser querido o quizá a un paisaje familiar, pero una imagen.
Se dice que de los cincos sentidos, el más persistente, el que mejor evoca los recuerdos es el olfato, pero cuando recuperamos un olor olvidado en una visita a la casa familiar o a nuestra antigua escuela ¿qué nos viene primero a la memoria? ¿me equivoco si digo una imagen?
Prueben a hacerse de nuevo con un libro leído en sus primeros años y paseen su mirada por lo que contiene; aquello que sin duda les agitará más profundamente serán sus ilustraciones, aunque fueran escasas y poco elaboradas.
Ya hemos escrito en otra ocasión que la oralidad es el primer hecho comunicativo, pero la imagen es seguro que tampoco le va a la zaga.
Las imágenes que ilustran están con nosotros desde tiempos pretéritos. Podemos remontarnos a las pinturas rupestres de Chauvet o Altamira, a los frescos de una iglesia románica o a los magnificentes retablos de una catedral gótica. Por no hablar de los tapices españoles del XVIII o los pliegos de cordel, donde ya se combinaban dibujo, texto y voz. Lo que parece incontestable es que la representación del mundo, nuestro mundo, recorre su historia en diferentes soportes donde la imagen tiene su sitio.
Pero es en la cultura contemporánea donde su presencia es indiscutible, hasta el punto de que a veces su capacidad comunicativa queda bloqueada por su omnipresencia compulsiva, pero este es un asunto para reflexionar en otro momento.
Lo que ahora me gustaría es hablarles de esos artefactos lectores de alta potencia que generalmente denominamos libros ilustrados, que tienen una importante derivada, fundamental para la formación lectora, en los llamados álbumes.
Quisiera subrayar el papel de la imagen en los libros ilustrados y en los llamados álbumes o libro-álbum (denominación sin duda más acertada). Poner de relieve el interés que suscitan y la importancia que tienen como elementos vertebradores de la alfabetización antes de saber leer, fundamentalmente en el caso de los libro-álbumes. Sin olvidar su imprescindible relación con la educación multimedia, o la extraordinaria importancia docente que estas publicaciones tienen para lectores en los diferentes procesos de transición en el aprendizaje de la lectura.
Invitarles, también, a conocer las nuevas editoriales especializadas que comenzaron a surgir en nuestro país a partir de los años 90, y disfrutar de estas nuevas formas de contar, en las que se integran la dimensión espacial de la composición con la temporal del ritmo narrativo.
Teniendo muy presente, que en sociedades como las nuestras, donde la avalancha de imágenes (fijas o en movimiento), que se acompañan de textos (escritos o hablados), estos artefactos de lectura son como una gran puerta abierta. Permiten a niños y mayores adentrarse con mayor libertad y conocimiento en esta combinación de lenguajes con los que nos movemos todos los días. Y procuran, también, una alfabetización visual, tan necesaria como aquella que aprendimos en la escuela para discriminar unos textos de otros.
Pero no veamos estos aprendizajes tan solo desde un punto de vista, digamos, utilitario. Al contrario, el libro-álbum al igual que el libro ilustrado, si tienen espesor literario, incrementan la experiencia lectora, y la recepción del texto y su disfrute se afina de manera extraordinaria, tanto en los primeros lectores como en los adultos.
No se limitan a ser libros bellos y elegantes, que permiten únicamente el placer de un objeto bien hecho, también nos ofrecen un abanico amplio y heterogéneo del goce artístico, en un mundo donde las imágenes, desgraciadamente, parecen disponer de un solo molde o parámetro.
Posibilitan, además, y esto es importante, una mixtura entre texto e ilustración que se concreta en nuevos itinerarios por donde los lectores pueden caminar con diferente paso.
Les ofrezco, por si fuera necesario, un par de argumentos para reforzar todo lo que vengo contando. El primero está basado en una experiencia estética vivida en primera persona. Se reveló en una nueva lectura del maravilloso cuento Cepillo, de Pere Calders (donde imaginación y soledad se dan la mano), ilustrado en esta ocasión por una de nuestras grandes profesionales, Carme Solé Vendrell.
Al amplificarse la fuerza del texto por su nueva relación con la imagen, descubrí otra lectura posible, y comprobé que esto también ocurría en las dos direcciones. Para que se entienda mejor lo que digo, me ocurrió como cuando asistimos a un concierto en directo de una pieza escuchada en CD: reconocía la música, pero sonaba de otra forma.
La segunda está vinculada con el poder evocador de las imágenes; en este caso las de infancia: ¿recuerdan esta secuencia de la mítica cinta de Iván Zulueta, Arrebato?
Imposible no dejarse llevar por las palabras del personaje que obliga a recuperar un hatillo de imágenes que el receptor, de nuevo arrebatado, no sabía que aún guardaba, que seguían siendo parte de su historia personal.
Como dice Eulália Bosch, lo visible no es más que el conjunto de imágenes que el ojo crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida. [?] Lo visible puede permanecer alternativamente iluminado u oculto, pero una vez aprehendido forma parte sustancial de nuestro medio de vida. Lo visible es un invento. Sin duda, uno de los inventos más formidables de los humanos. De ahí el afán por multiplicar los instrumentos de visión y ensanchar así sus límites.
Ya saben..., las puertas solo se abren al pasar.
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