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La mujer, de ayer a hoy
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La mujer, de ayer a hoy

Actualizado 16/12/2016
Fructuoso Mangas

No entro más allá, aunque el tema lo merecería, por supuesto, pero aquí sólo aludo a dos hechos históricos con algún comentario a la medida.

El primero, no muy conocido, es el documento de Gortina, en Creta, a pocos kilómetros de Cnosos y conservado con especial perfección (se la llama la "reina de las inscripciones") frente a los hermosos restos de la iglesia de San Tito; es la inscripción que contiene Las Leyes de Gortina, del siglo V a. C. y que ocupa nueve metros de longitud por uno y medio de altura en seiscientas líneas, dedicadas en buena parte a los derechos de la mujer. Tanto el formato de la inscripción como su contenido son de una calidad sorprendente, hasta ser considerada la primera declaración de los derechos del hombre y de la mujer, sea esclava o libre, mayor de edad o menor o niña.

La mujer, esclava o libre, mayor o menor de edad según cada caso, tiene garantías legales en su defensa, en sus bienes, en su herencia? Es más bien poco y casi todo se resuelve a base de multas, pero sorprende la casi no discriminación y la normalidad en un código de actuación jurídica de hace dos mil quinientos años.

El segundo hecho, repetido durante siglos aunque apenas tuviera visibilidad social, es la muerte violenta de mujeres a manos de sus maridos o compañeros. Desde mucho antes de que Nerón asesinara a su mujer Octavia, este horrible crimen ya andaba medio suelto por la historia de la humanidad, sin que esta frecuencia y constancia justifiquen ni lo más mínimo semejante maldad. Ni un milímetro de exculpación o de disculpa.

En España se dan cada año alrededor de 50 o 60 asesinatos de mujeres a mano de sus compañeros, sean maridos o compañeros más o menos estables. La cifra se mantiene con ligera tendencia a la baja, incluso bajaría más si no se le diera a estos hechos tanta publicidad, a veces tan torpe y tan reiterativa. Casi siempre esta publicidad no da remedios sino ideas para repetirlos, pero ya hasta los políticos sobreactúan y participan por oficio en ese ejercicio que debiera ser más inteligente y más discreto.

Hace unos años un periódico de tirada nacional publicaba al finalizar el año y a doble página la lista de mujeres asesinadas añadiendo algunas de las circunstancias personales y sociales más destacadas de cada caso; seguí durante años ese trabajo y siempre me pareció un buen servicio para una visión crítica de los hechos y no sé, aunque me lo sospecho, la razón de que dejaran de hacerlo. Se veía claramente, como ahora si se sigue puntualmente caso por caso, que detrás y antes de cada crimen hay una situación personal, familiar o social que desgraciadamente ha sido decisiva. Y en esa situación es donde hay que fijar la mirada crítica y la estrategia para acabar con estos crímenes.

Casi siempre hay una desestructuración familiar o experiencias extremas de abandono o de quebranto amoroso no asumidas con normalidad o carencias que crean violencia bruta y extrema o situaciones de dureza por la emigración y su problemática que descolocan a la persona y la ponen fuera de toda razón, etc, etc, etc. Y no pocas veces el agresor es una víctima más de la violencia social que entre todos generamos. Sólo describo y analizo, no califico ni justifico, en absoluto.

Es aleccionador repasar con cuidado y con respeto, con muchísimo respeto y hasta despacio, cada caso antes de lanzar la piedra y lapidar sin tino ni reflexión. Eso nos llevaría a alzar un poco la visión crítica y buscar causas y circunstancias y a poner los remedios verdaderos donde están las verdaderas causas del maltrato de mujeres a manos de sus maridos o compañeros. No pocas veces, con buena intención pero sin responsabilidad, se amputa el brazo en vez de curar la herida de la mano?

Calificarlo de "machista" o "de género" sin más y dejarlo ahí es socialmente injusto y políticamente hipócrita, si no culpable al no preocuparse por las causas y sus posibles remedios sociales. El problema es más grave, más estructural, y requiere soluciones a otros niveles, pero ahí no llega el saber del que sólo grita o del que se pone para salir en la foto del día. Esto estaría muy bien y hasta sería un punto de justicia social si no se olvidara lo otro. Y se olvida, de hecho en ningún caso he oído peticiones o exigencias de buscar y atajar las causas en su raíz verdadera.

A veces da la impresión de que ni en la violencia ni en las reacciones ante ella hemos avanzado gran cosa; la violencia criminal sigue y nuestras reacciones siguen siendo demasiado instintivas y de poca madurez social.

A estas alturas de la historia la mente humana debiera ser ya incapaz de semejante trato violento y por su puesto de todo asesinato y con más gravedad en el espacio de la familia, pero ahí sigue para vergüenza de todos y como el espacio más negro de nuestra sociedad.

Y ahí en ese rincón oscuro deberán abrazarse la justicia, la lucidez y la misericordia. Y una inteligente acción social que corte las raíces de semejante barbaridad.

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