Si hay que estar en el desierto, no será en solitario, sino en medio de un pueblo entero que camina, como en el Éxodo. José María Díez-Alegría "No importa lo que piense la gente sobre la experiencia religiosa. Lo cierto es que quien la tiene, posee como
El desierto en la Biblia es el lugar del encuentro con Dios, el creyente descubre la vanidad de todo y solo en Él, se encuentra sentido a la existencia. Por eso toda la Biblia el desierto se presenta como un lugar de la hondura y el encuentro, el pueblo judío en su salida de Egipto viajó por el desierto hasta alcanzar la nueva vida de la tierra prometida. Los profetas pasaban un tiempo de purificación en el desierto antes de su misión, Juan el Bautista, que tiene que abrir paso a la llegada del Mesías, también se identifica con el desierto, y los creyentes judíos acudían al desierto a recibir su sabiduría. El mismo Jesús pasó cuarenta días en la soledad y la austeridad en el desierto antes de salir a predicar.
El desierto, es como los describió Jeremías: "tierra de estepas y barrancos, tierra sedienta y sombría, tierra que nadie atraviesa, que el hombre no habita" (Jr 2, 6). Es la morada de las fieras, de los buhos, de las avestruces y de los sátiros (Is 13,21), es el lugar donde no se cultiva, no humanizado, donde solo viven serpientes venenosas y escorpiones, lugar de sed y sin agua (Dt 8, 15). El desierto es también el lugar donde Dios planta el jardín del Edén para el hombre, con abundancia de agua y vida (Gen 2, 8 ? 14), la acción divina es vista en el Antiguo Testamento como una victoria sobre el desierto inhabitable, sobre el caos primordial. El desierto es el lugar donde interviene Dios a favor de su pueblo, lo guía y lo vincula a Él, lo lleva a sus espaldas como una madre lleva a su hijo. En el desierto fue el lugar de enamoramiento, el pueblo encuentra la experiencia de amor de Dios "Esto dice el Señor: Me he acordado de ti, en los tiempos de tu juventud, de tu amor de novia, cuando me seguías en el desierto, en una tierra sin cultivar" (Jer 2,2).
El desierto no es un lugar para quedarse, es un lugar de paso hacia la tierra prometida. El pueblo judío realizaba una mirada pedagógica, y simbolizaba el desierto para recordar que es Dios el origen de todo bien, de todo bienestar. Es el lugar de la prueba, y quiere recordar que toda sociedad que intenta construirse sin referencia alguna a Dios, con solo sus fuerzas, es una sociedad enferma, que va al encuentro del sinsentido y la muerte espiritual. Dios liberó de Egipto a su pueblo, una cultura de esclavitud y de explotación, para llevarlo por el desierto y conquiste su libertad. Ésta es un don de Dios, que solo se puede convertir en realidad humana desde la responsabilidad y la disponibilidad del hombre. Israel sabe que no ha entrado nunca en la tierra prometida, ya que su vida sigue estando en el desierto, en la vida limitada y puesta a prueba.
En los evangelios ya no aparece el tema del desierto, con Jesús ha llegado la salvación definitiva, ya no hay escasez. Jesús es el agua viva, él es el pan del cielo, él es la luz del mundo, él es nuestra paz, él es el camino, la verdad y la vida. ¡El desierto ha dejado de existir! O si se quiere mejor, Jesucristo para el cristiano es su desierto, su éxodo, su tierra prometida, el lugar donde hay que llegar y permanecer.
Es en el desierto es el lugar donde se escuchan las preguntas esenciales, no hay sito para lo superfluo, todo es interior, donde la lejanía es la propia hondura, allí mismo donde en verdad se está más allá de lo interior o lo exterior. No es, sin embargo, lo habitual; ni debe serlo, porque Jesús no vivió en el desierto. Pero vivir en el silencio es imprescindible, no es un "fuga mundi". En el silencio, la vida puede expresarse tal cual es, sin falsear nada. En el silencio no pasan desapercibidas las señales de Dios, y allí brota también toda acción que pretenda ser fecunda y humanizadora. Las personas auténticas son aquellas que han logrado un equilibrio fecundo entre la interiorización y la acción. Saben recogerse para encontrarse consigo mismas y con Dios, lo cual les permite después entregarse generosamente a la acción, manteniendo siempre el ánimo sereno y transmitiendo paz alrededor (L. González Carvajal).
En la sociedad de la abundancia y del progreso se está haciendo cada vez más difícil escuchar una voz que venga del desierto. Lo que se oye es la publicidad de lo superfluo, la divulgación de lo trivial, la palabrería de políticos prisioneros de su estrategia, y hasta discursos religiosos interesados (Pagola). En medio del desierto de sociedad moderna hay personas que no viven de lo superfluo, que con su propia vida, sabiduría y dignidad nos hablan desde el silencio de Dios. Gente sencilla y comprometida, con pocas palabras. Nos recuerdan que Dios viene a nosotros, pero no viene de cualquier manera. Dios está con nosotros, está en nosotros, está en el corazón de cada ser humano. Soñemos y anunciemos, tratemos de construir una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva religión, un mundo, donde Dios esté presente en medio de todos, para que el amor que irradia se propague desde nuestros corazones. Soñemos con la esperanza.
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