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Lo laboral es un mundo de locos
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Lo laboral es un mundo de locos

Actualizado 13/12/2016
Fernando Robustillo

Hoy, martes y trece, vamos a tocar uno de esos temas tabúes de los que pocos opinan para no intoxicarse con "la mano que les da de comer". Pero en esta semana, en la que se van a celebrar manifestaciones los días 15 y 18, nos vemos obligados a darles voz

Lo laboral es un mundo de locos | Imagen 1 En los años anteriores a la Reforma Laboral, cuando el obrero aún disfrutaba de derechos, aunque no ejerciera otro derecho que el de ser despedido con dignidad, es decir, a tanto por los años trabajados con un añadido por el enriquecimiento aportado a la empresa (en total, 45 días por año trabajado, rebajados a 33 "por la coyuntura") el ambiente laboral daba un hedor insufrible. Los malos ejecutivos, no los buenos empresarios, llegaban a perder la cabeza en su desesperación por no poder hacer y deshacer a su antojo. Un páramo aquél en el que cualquier trabajador que levantara la cabeza, rápido era enloquecido con un golpe virtual de "mobbing". Para aquellos inmorales (o enfermos, pues estudios recientes afirman que de cada cinco jefes uno es psicópata) el acoso laboral era el inicio del destierro más razonable, pues si el individuo en desgracia no aguantaba la presión y se marchaba gratis, no podía existir un despido más económico. Cruel para el trabajador, pero siendo fuertes y haciéndoles frente a la adversidad, algunos salían adelante sin llegar a hablar con la luna.

Como paréntesis, otra locura jefe-trabajador, tan real como la vida misma, la podemos ver en "Tiempos modernos", aquella parodia de Charles Chaplin ?magistral actuación del genio? que enloquecía en una cadena de montaje mientras apretaba tornillos a la velocidad del rayo. Pero esto ya se acaba, la alienación de los tiempos ultramodernos de hoy es más sutil y exquisita. La palabra obrero ha desaparecido, sólo existe en las siglas del PSOE, ya todos somos trabajadores, aunque sea sin trabajo o con trabajo en precario. Hoy las cadenas de montaje son atendidas por robots, auténticos esquiroles a jornada perpetua que ni se quejan, ni pagan impuestos (sino al contrario, son gastos de inversión) y ni siquiera cotizan para la jubilación.

Sin embargo, para lo que queda aún sin acotar o como becarios de los robots, hay que decir que el mundo está lleno de buenos trabajadores. La gente es consciente de que a nadie le van a regalar el dinero si no se deja el espinazo, pero las labores escasean y para muchos jefes los "buenos" son sus equipos ?llámense hardware, software, etc.? y la mayor parte de los trabajadores han perdido toda clase de estímulos. Hoy, para marcar diferencias dentro de las nuevas tecnologías, algunos asalariados optan por vender bien su trabajo y trepar con la verborrea propia de un pregonero de feria, desvalorando la labor del compañero sin ningún tipo de pudor. Es la manera promovida de empobrecer a la gente de sobrada capacidad, quitándole las labores creativas para dejar el camino diáfano a "esos mejores" que pasan a integrar la guardia personal del jefe.

Hasta aquí la parte más profesional y menos institucional, pero no dejemos atrás, aunque lo conozca todo el mundo, cuál fue el origen de la flexibilidad laboral. Sus profetas fueron la UE, el Banco de España, la CEOE, economistas de tres al cuarto, ávaros panameños, ricos sin escrúpulos y una mayoría política aplastante. Siete presuntos jinetes del apocalipsis que fueron premonitorios de que una vez se pusiera en marcha una Reforma Laboral tan salvaje no habría tanatorios para tantos cadáveres, como así ha sido (no olvidemos la cantidad de paro que existe, los que se aburren de estar inscritos en él y el número de jóvenes preparados que se han marchado de nuestro país). Un neoliberalismo sin alma cuya filosofía es la de fabricar y exportar mucho más barato que los chinos, y esto a costa de lo que sea. ¿Y qué ha sido? Pues a costa de ramplar con los derechos de los trabajadores; por ejemplo, recortes de jornada, despidos baratos, sueldos de pobreza, obligación de ir a trabajar incluso estando enfermos, etc.

¿Dónde está la humanidad? Nadie se había parado a pensar en el consumo interno, o sea, dejar un euro en manos del trabajador y su familia para que puedan consumir nuestros productos y seguir pagando las deudas. No, lo importante era y es producir barato y mucho barato y que tengamos buenos camareros para atender a los turistas en el disfrute de nuestras costas y monumentos.

"No habíamos pedido tanto", vino a decir hace unos días el presidente de una cadena de hoteles refiriéndose a la Reforma Laboral. (El hombre veía muy injusto el mísero sueldo que podía pagar a sus trabajadores si actuaba igual que la competencia).

Con lo dicho, da para la reflexión. Sólo nos queda señalar aquello que decía Honoré de Balzac: "La resignación es un suicidio cotidiano".

Si lo desean, ¡que ustedes se manifiesten bien!

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