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La jardinera y el Nazareno se encuentran en la iglesia de Santa María la Mayor
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representación teatral

La jardinera y el Nazareno se encuentran en la iglesia de Santa María la Mayor

Actualizado 11/12/2016
Redacción

BÉJAR | El grupo Lazarillo de Tormes escenifica el texto de Denis Rafter sobre la vida de vanguardia de Santa Teresa en el XVI

Hubo un momento en la vida de Teresa de Jesús, en el que este encuentro fue definitivo. Y Jesús de Nazaret entró con tal fuerza en su corazón, que la impulsó a alcanzar toda meta que en su nombre se propuso, convencida de que caminando de su mano, llegaría también al corazón de cualquier ser humano. Y es que esta admirable mujer, fue ante todo humana, con unos méritos que supo poner al servicio de sus convicciones pero que la Historia ha convertido en una gran desconocida. Tal vez esto se deba al halo de espiritualidad que siempre la ha rodeado, demasiado místico para que se la pudiese contemplar en su dimensión de mujer inteligente y valerosa para la sociedad en la que le tocó vivir. Porque en el siglo XVI, no era nada fácil ser mujer, independiente, con criterio propio, y unas capacidades intelectuales y teológicas que le permitieron ser dueña de sus palabras y esclava del profundo amor que sentía por el Dios en el que siempre creyó sin desfallecer.

En esta bellísima ciudad de la Sierra Salmantina que lleva su nombre, Béjar, se ha vuelto a representar "Teresa, la jardinera de la luz". En un bonito y frío día de diciembre, a caballo entre la celebración de la Inmaculada y el tercer domingo de Adviento, conocido como de "Gaudete", las monjas carmelitas, actrices del grupo teatral Lazarillo de Tormes, vuelven a cantarlo para los bejaranos, en una de las escenas de esta fascinante obra de teatro. Nada más apropiado que el artístico altar de la iglesia de santa María la Mayor de Béjar, con su precioso retablo barroco-clasicista de fondo, auténtica catequesis labrada, para escuchar esta canción que hacia la mitad del montaje, hace un guiño, que da a entender al público, la fuerza que lo visto en escena tiene; y que va en aumento apoyada en la energía interpretativa con la que los actores hacen crecer una historia de mujer que enamora desde el primer instante.

El arranque de la obra ya sorprende al público, envuelto como está, por las notas de un órgano, el que da la réplica al auténtico del maestro Salinas, con las que las monjas protagonistas de "Teresa, la jardinera de la luz", entran cantando en esta iglesia. Después de tantas representaciones, ya es indiscutible el valor escénico que estos recintos aportan a esta obra, y por lo que su productor Javier de Prado, abogó desde un primer momento, cuando se empezaba a trabajar con el texto, que sería magistralmente guionado por el no menos magistral Denis Rafter. Ambos han conseguido con su indiscutible conocimiento del teatro, un trabajo de factura impecable, que ha logrado hacer llegar a todo tipo de espectadores la vida de vanguardia de una monja del XVI, que parecía relegada con todos sus méritos al ostracismo de los altares y de los libros para eruditos. Nada más lejos de la realidad, cuando se nos ofrece su historia a la luz de otra luz, la tamizada por la mirada de los que la han sabido ver en su dimensión humana, caminando por la vida, y superando etapas como cualquiera de los que compartimos esta peregrinación por el mundo. Un mundo que para la carmelita giraba en torno a Jesús y que quedaba resumido en la libertad que todo ser humano tiene por el hecho de serlo y donde no hay murallas capaces de encerrar un mensaje universal para todos. Ella peleó por un amor infinito donde la compasión hace posible la comprensión entre los hombres.

Cada día de Corpus Christi, Béjar rememora la liberación de la ciudad, en manos de musulmanes, gracias a una estrategia de los cristianos refugiados en la sierra. Éstos envueltos en musgo, y mimetizados así con el paisaje, consiguieron acercarse a las murallas que rodeaban la ciudad sin ser vistos. Cuando los musulmanes confiados de su seguridad, abrieron las puertas, se vieron asaltados por hombres-musgo, que se hicieron con el sitio. Sin embargo, Teresa de Jesús, lejos de esconderse o camuflarse, fue siempre de cara por esos caminos, segura. Así nos lo recuerda una de sus hermanas en un momento de la obra, que ni Jesús, ni su Iglesia necesitan de ninguna protección o Muralla que los salvaguarden. Dios es lo único invencible e imperecedero. Y esta idea sembrada en sus monjas con una lucidez preclara, consigue que éstas se planten sin miedo ante el padre dominico enviado de la Inquisición, a la que tilda de defensora de los valores que Teresa está destruyendo. No es fácil entender en un mundo de varones prepotentes, que una monja tenga, a pesar de su débil salud, y condición de mujer, la fuerza y valentía suficientes, para desafiar a toda una sociedad hermética y tirana con los más desfavorecidos. Entre ellos, hay que incluir a todas las mujeres, sin discriminación de procedencia o linaje.

"Teresa, la jardinera de la luz", es pues una historia llena de matices y descubrimientos insospechados, en la que el público se siente cómplice ante lo que se percibe como los atropellos que siempre se han consentido a lo largo de los tiempos. Tiempos éstos en los que el hombre ha ido dejando su huella, construyendo y destruyendo a la par, en virtud de una condición que encierra lo mejor y lo peor de sí misma. Béjar también encierra muchas huellas del paso de la Historia por sus tierras. Y desde una calzada romana, que tantos siguen pisando, pues es zona de paso de la Ruta de la Plata, conserva también secuelas de una amplia época medieval, renacentista, o incluso de gran esplendor industrial que hizo florecer paños y telas de la mejor calidad.

Viendo la buena factura de los hábitos que conforman el vestuario de los actores de Lazarillo de Tormes, bien pudiera pensar el público anfitrión de Béjar, que sus talleres los habrían elaborado. Sin embargo tanto tejido como diseño pertenecen a la época del XVI, en la que vivió Teresa, y que nuestro conocido grupo teatral ha confeccionado a partir de un auténtico paño de estameña, procedente de telares carmelitas actuales, pero no por ello menos artesanos. Junto con el púlpito donde aparece subido el padre dominico, y el ya mencionado órgano de Salinas, réplica del de la catedral de Salamanca, se conforma todo el "atrezzo" necesario y suficiente, que así de sencillo, es capaz de trasladarnos a la iglesia del convento de Alba de Tormes, en el que un ya lejano 4 de octubre de 1.582, Teresa de Jesús agonizaba. No importa la grandiosidad de Santa María la Mayor, que construida en el siglo XII, tantos estilos distintos encierra, como el mudéjar de su ábside, único en la provincia, porque ante esta puesta en escena, la atmósfera del XVI de un convento de Alba, nos envuelve.

Fue en este siglo, en el que los Duques de Béjar, mandaron construir su residencia de verano, conocida actualmente como El Bosque. Su palacete, estanque, estatuas y kiosko son claros símbolos de la holgura con la que los ricos de aquel tiempo vivían. Ese preciosismo contrasta, sin duda, con la austeridad de los conventos fundados por la carmelita en numerosos puntos de nuestra geografía, 17 en concreto, que la llevaron a recorrer tantísimos caminos, en un intento de dar techo a todas las mujeres que siguiendo su ejemplo, quisieron ser dueñas de su destino. Seguramente que entre los austeros muros de aquellos edificios había más calor que entre los de los palacetes del Renacimiento. Cocinando entre pucheros también encontraban lo mejor de sus vidas, lo que las llenaba de sentido, Dios. Su madre así se lo recordaba, y las hermanas así lo cuentan en una simpática escena, en la que haciendo un recorrido por toda la vida de la santa, nos la presentan en su auténtica esencia de mujer cercana. Y esta cercanía también se hace patente cuando descubrimos que "la madre" compone canciones y villancicos para sus hermanas, a la par de otros hermosísimos poemas de amor a Dios, con el más profundo a la vez que sencillo de los estilos.

Teresa podía haber sido una perfecta mujer del Renacimiento, formada en cualquier disciplina de la época. Sus escritos de distinto cariz, en los que se incluyen algunos de carácter epistolar, pues tenía correspondencia hasta con el mismo rey Felipe II, así lo acreditan. Sin embargo usó sus capacidades y recursos para dar un toque de atención al mundo en el que vivió y rebelarse contra los injustos patrones establecidos. De todo ello tomamos conciencia, gracias a un montaje que en apenas una hora nos hace un recorrido por la sociedad, religiosidad, política y modos de vivir y pensar de una época en la que una monja quiso cambiar los cimientos de todo esto. "Teresa, la jardinera de la luz", es pues un luminoso regalo para todo aquel que quiera acercarse a la otra cara de una verdad distinta a la conocida, y no más válida por ello.

La Cofradía de Jesús Nazareno de Béjar ha querido traer este montaje a su ciudad. Su singular protagonista lo miraría como el mejor de los regalos, porque un día contemplando la figura malherida de ese Nazareno, se despojó de todo lo que envolvía su vida anterior, aún ya siendo monja del convento de La Encarnación de Ávila, y postrada a sus pies, se le entregó en plenitud, sin aceptar un "no" por respuesta. Inició un camino sin retorno, en el que la Misericordia tomó las riendas. Fue un camino difícil, en el que todas las obras de este gran don, se pusieron de relevancia. Pero ante la imagen de un Jesús Nazareno despreciado por los hombres, una monja clarividente en mente y alma, fue consciente de que su "Amado" supo entender el valor del perdón de las ofensas, que siempre es capaz de abrir las puertas más cerradas porque lo primero que consigue es llenar nuestro corazón de paz. Para Teresa de Jesús, la gloria del mundo es "gloria vana". Y ha sido al cabo de los siglos en que esta "gloria" le ha sido reconocida en la Tierra a través de distintos doctorados, tanto eclesiásticos como civiles. Sin embargo, en sus propias palabras, esta gloria terrenal: "nada tiene de estable, todo se pasa".

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