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La casa de las muñecas 
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MÁTIL Y JACK NEVEU

La casa de las muñecas 

Actualizado 08/12/2016
Ana Vicente

BÉJAR | La colección recoge desde piezas hechas de cartón piedra a las que se les borraba la cara si se mojaban, pasando por algunas muy antiguas de porcelana, descendientes de las hechas con barro

Mátil Agero nació en la Orotava, donde su padre fue destinado como registrador de la propiedad en épocas convulsas de la Segunda República, sobre todo en la península. Cuando tenía nueve meses su familia se traslada a Béjar y aquí pasa sus primeros siete años de vida, aunque después vivió en Salamanca, Valencia y Madrid, además de en Inglaterra y Francia, donde reside actualmente. La casa familiar en Béjar, de la que ahora es propietaria, fue construida por su bisabuela Susana Harguindey y siempre ha mantenido a su descendiente arraigada a la ciudad, a donde sigue viniendo todos los veranos.

Su afición a las muñecas va a ser el tema de este artículo, y evito utilizar "afición al coleccionismo", porque ella detesta esa palabra, su introducción en ese mundo, fue por una avidez de conocimiento y curiosidad, propias de su carácter y su vocación cosmopolita.

El mundo de las muñecas, a caballo entre la infancia y una adolescencia que se prolonga en el tiempo de manera natural, es lo que infiere a las muñecas un carácter simbólico que va más allá del simple juguete infantil, y aunque en Mátil esa secuencia se interrumpe durante épocas en las que pareja, hija y trabajo captan su atención, acaba saliéndole al encuentro en su madurez. Pero mejor comenzar la historia desde el principio, tal y como ella ha ido contándola mientras nos mostraba su colección de muñecas.

Mariquita Pérez

Su muñeca más deseada cuando era niña fue Mariquita Pérez, pero el alto precio que costaba no estaba al alcance de todos los bolsillos y su padre, pese a gozar de una buena posición económica, le hizo razonar que tenía cinco hermanos y no podía comprársela. Sin embargo, Mátil sacó la prueba de Ingreso al Bachillerato, que se realizaba entonces con diez años, consiguiendo matrícula de honor, lo que le valió como premio su deseada muñeca.

Cuando llegó a la adolescencia, Mátil dejó de interesarse por este juguete infantil de manera drástica y regaló todas sus muñecas, -excepto unas cuantas que su madre recogió sin su conocimiento, guardándolas en una caja cerrada con una cuerda, junto a su propia muñeca de porcelana, una pieza de 1906. La caja durmió el sueño de los justos durante los años de juventud de Mátil, en los que ella estudió en la Escuela Oficial de Idiomas, viajó por Francia e Inglaterra y trabajó en Madrid.

Al casarse, con 38 años, entre sus cosas de la mudanza a su nuevo hogar, apareció una caja grande atada con una cuerda en la que ponía "muñecas de Mátil", cuando la abrió descubrió lo que su madre había guardado para ella y volvieron a aparecer Mariquita Pérez, Juanín, y una muñeca alemana de la marca chillcot, anterior al Tercer Reich, que pidió a los Reyes cuando tenía siete años, entre otras. Aún así todas estas muñecas continuaron en un cajón durante otro largo periodo de tiempo que Mátil dedicó a la creación de una familia y a su trabajo.

La subasta

En la actualidad Mátil vive junto a su marido Jack, profesor de Filología Hispánica, en la localidad francesa de Châteaudun, a 45 kilómetros de Chartres, localidad por la que un día paseando encontró una capilla convertida en sala de subastas. Movida por la curiosidad entró y allí descubrió que lo que se estaban subastando eran muñecas y que alcanzaban altos precios en el mercado del coleccionismo.

En ese momento comenzó a pensar en las muñecas desde un punto de vista diferente al de una niña, pero tampoco como negocio, sino como un elemento cargado de simbolismo que podía aportar nuevos conocimientos, lamentando entonces, no haber tenido capacidad para haberles dado ese valor con anterioridad.

La curiosidad que despertó en ella la mencionada subasta llevó a Mátil regresar a Chartres en varias ocasiones y un día unas señoras oyéndola hablar español quisieron entablar una conversación con ella para aprovechar el haber encontrado a alguien con quien practicar el idioma. Con este encuentro se gestó una amistad que la introduciría definitivamente en ese mundo, pues las conversaciones que más interesaban a estas dos damas vetonas versaban sobre las muñecas españolas, de las que Mátil, por la simple experiencia vivida de niña, demostró tener importantes conocimientos que se tradujeron en un artículo que esas señoras publicaron después, en una revista especializada.

A raíz de estos acontecimientos el interés es ya un hecho, desempolva las muñecas de su caja olvidada, comienza a frecuentar a las dos señoras vetonas, y a viajar con mayor asiduidad a Chartres, para participar en las subastas que se realizaban cuatro veces al año, adquiriendo diversos ejemplares ya destinados a su propia colección.

Pese a que ella misma asegura que no se trata de una colección de muñecas especialmente valiosas en cuanto a interés histórico-artístico, sin embargo su valor reside en la variedad, en la antigüedad de muchas de ellas y en que se trata de muñecas que han sido vividas, con las que las niñas han jugado de verdad, por lo que pedagógicamente ayuda a las nuevas generaciones a conocer las muñecas con las que jugaban sus madres y abuelas.

La colección recoge desde muñecas hechas de cartón piedra a las que se les borraba la cara si se mojaban, pasando por algunas de porcelana bastante antiguas ?las muñecas de porcelana comenzaron a fabricarse en la década de 1880-, sus precursoras fueron las llamadas muñecas de piedra, realizadas con el cuerpo de barro cocido y la cara de un material similar a la escayola o la arcilla blanca, de las que Mátil tiene dos ejemplares; otras son de conocidas marcas españolas y europeas, y algunas tan curiosas como las muñecas de salón o muñecas de tocador, también llamadas muñecas boudoir, muy apreciadas por los coleccionistas en la actualidad, la mayoría realizadas en seda y vestidas con elegantes trajes, que iban dirigidas a un público femenino adulto, normalmente como regalo de los caballeros a damas conocidas al margen de su vida marital.

La casa de las muñecas

Cuando Mátil heredó la casa de Béjar de sus padres, le quedó casi vacío uno de sus salones principales, por lo que decidió colocar en él gran parte de su colección, que ella y su marido fueron trayendo a Béjar poco a poco cada verano. Actualmente está en Béjar casi al completo, ubicada en el mencionado salón y en otra habitación dedicada especialmente a muñecas de casi todos los países del mundo, y véase que no me atrevo a poner "todos", por si pierdo alguno, pero más por no pecar de imprudencia, incluso de algunos de ellos hay muñecas vestidas con los atuendos tradicionales de cada región.

La propietaria de esta curiosa colección se unió, en el país donde lleva tantos años residiendo, Francia, a la gran afición que había por el mundo del coleccionismo y en concreto, por el coleccionismo de muñecas, en unos momentos de pleno auge en los que se encontraban subastas por doquier, y personas de numerosos países, interesadas, en adquirir grandes cantidades de artículos antiguos y con historia, entre ellos muchos japoneses, que se movían entre los "Vacía Desvanes"- una modalidad de venta de objetos de segunda mano en la que suelen encontrarse objetos interesantes de colección y en ocasiones, colecciones enteras de los objetos más diversos.

Y como ella dice?"en los países más fríos se sale menos de casa y el tiempo de ocio se dedica en muchas ocasiones al coleccionismo". Su introducción en este mundillo y los contactos y amistades que conoció enriquecieron una parte de su vida, y llevaron a Mátil Agero a experiencias tan gratificantes como impartir ella misma su propia conferencia sobre muñecas españolas en pleno Distrito XVI, uno de los barrios más selectos de todo París.

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