Hace unos días escribí aquí sobre una tarde en el Conservatorio Profesional de Salamanca, alabando la calidad del concierto escuchado en su Salón de actos y su organización excelente en todos los detalles. Hoy quiero escribir sobre otro acontecimiento artístico musical, al que asistí invitado en la ciudad de Málaga, organizado por CONCERTO MÁLAGA. Su carácter excepcional merece la pena ser glosado y comentado con cierto detalle, pues, por desgracia, hechos tan intensamente llenos de Arte no abundan en nuestro país.
La idea organizativa de la velada fue original y llena de belleza desde el principio hasta el final: Previa invitación se convocó a los espectadores en el hermosísimo palacio del siglo XVIII, hoy convertido en Museo del Vidrio y del Cristal. La sala de la audición, ambientada en función de ese siglo XVIII que iba a estar presente tanto en la conferencia como en el posterior concierto de clave, iluminada con las velas utilizadas en la época y venidas desde la fábrica italiana, la disposición de las butacas, en torno al clavecinista y al conferenciante, la actitud de todos los asistentes, receptiva, generosa abierta, crearon un clima en el que todas las artes envolvían a ese privilegiado grupo de artistas y amantes del Arte: bellos retratos y adornos dieciochescos en las paredes, la arquitectura de todo el palacio, la música española de nuestro gran compositor Padre Soler, hizo que disfrutáramos de un encuentro de las artes, incluida la literatura.
Como conferenciante invitado hablé de mi investigación sobre la grave crisis personal que sufrió el padre Soler en el Monasterio de El Escorial, publicada en mi libro "El diablo vestido de fraile"; durante la conferencia tuve la grata sensación placentera de estar acompañado por un público tan interesado en el tema como cercano afectivamente. Y el plato fuerte y broche final lo puso ese magistral clavecinista que es Juan Pablo Gamarro, de CONCERTO MÁLAGA, con dos sonatas para clave de Soler ¡y la maravillosa "propina" del Fandango del mismo autor!, que nos trasportó a todos los oyentes a esa dimensión espacio-temporal nueva, a la que solo llegan las obras maestras y sus excepcionales intérpretes: una dimensión espacial que no está ni en el palacio malagueño, ni el Real Teatro de El Escorial, donde quizás Soler la tocó, sino que está en ambos y fuera de ambos; como temporalmente estábamos a la vez, esa tarde, en el plácido siglo XVIII español y a la vez en este inquieto siglo XXI.
Gracias a los organizadores, a CONCERTO MÁLAGA, a su genial clavecinista, a ese público acogedor y amante del Arte, pudimos todos tener una experiencia estética, de esas que son una flecha señalando al estado de felicidad, tan huidizo, pero tan real, que las artes en general y la música, en particular, tan frecuentemente nos dejan entrever.
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