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Reválidas versus Evaluación continua
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Reválidas versus Evaluación continua

Actualizado 05/12/2016
Antonio Matilla

Reválidas versus Evaluación continua | Imagen 1

(en la foto, patio del Colegio "Francisco Vitoria", al que no pude asistir de pequeño, teniendo que conformarse mis padres con inscribirme en la Enseñanza Concertada de iniciativa social de la Iglesia, donde no me fue tan mal)

Tres reválidas he pasado y aprobado cuando me tocó hacerlo: la de Cuarto de Bachillerato, Plan "Ruiz -Jiménez", reforma de Rubio y García-Mina (trece años tenía a la sazón), la de Sexto de Ciencias (quince años) y los exámenes del PREU (dieciséis), que tenían lugar en aulas universitarias, con el consiguiente susto para nosotros.

No es por darme pote, pero mis notas en casi todas las materias eran excelentes, aunque no las mejores, que a todo hay quien gane y algún catedrático ha enseñado por aquí, en la Facultad de Derecho en concreto, que me superaba, Eduardo Galán. Julio Gullón también era mejor que yo en Química, Pedro Becerro en Física y muchos en Gimnasia, más que nada porque no se contaba conmigo para los deportes porque, a mi debido tiempo, no quise afiliarme a la Organización Juvenil Española, porque dije ?ingenuo de mí- que ya pertenecía primero al Grupo Scout Calasanz y un par de años después al Aspirantado de Acción Católica de mi parroquia del Nombre de María, que en aquel momento era una copia mejorada del Escultismo católico francés. Pero, en fin, la Educación Física, la Política (Formación del Espíritu Nacional), la Religión y el Dibujo eran consideradas, equivocadamente, como "marías", por no hablar de la Música, que ni siquiera entraba en el Curriculum.

Mi experiencia de las reválidas fue agridulce, pues en la de Cuarto, yo que iba a estudiar Bachillerato de Ciencias, me lié en el examen de Matemáticas y me pusieron un suspenso alto, un 4, que pude compensar con un 10 neto en Latín, lo que dio como resultado un notable pelón, pero a fin de cuentas Notable. De las calificaciones de la Reválida de Sexto no me acuerdo, aunque me suena que fueron de Notable alto. Y no me acuerdo porque estuve a punto de dejarla para septiembre porque me agarré unas anginas; pero mi madre me preparó una tortilla de aspirinas y me animó a presentarme, más que nada, dijo, para no estropear las vacaciones de verano. Y acertó, como casi siempre, porque el último día de la reválida ya no tenía fiebre. En el examen de PREU también me atasqué, creo que fue en Biología y la calificación global no pasó de Notable bajo.

A pesar de estas experiencias ambivalentes, soy partidario de las Reválidas. Tal vez porque, siendo alumno, no gocé de la experiencia gratificante de la Evaluación continua, que es un concepto pedagógico progresista, pero que fue introducido en el Sistema educativo español por el franquismo tecnocrático en la Ley de Educación del Ministro Villar Palasí, en 1970. El no tener Evaluación continua significaba, en la práctica, que los exámenes que realizábamos cada semana o cada quince días eran acumulativos, de forma que lo aprendido en octubre "entraba" en el examen de la segunda quincena de febrero, en la primera de mayo, en el examen final de la asignatura y en la correspondiente reválida al final de la etapa, tal vez cuatro años después. El hecho es que, en pocos años, ese principio -digo el de Evaluación continua- evolucionó, al menos en las mentes infantiles y juveniles, hacia una nueva formulación, que fue perfeccionándose luego en las sucesivas leyes educativas de la etapa democrática ?vigentes, suspendidas, derogadas o aplazadas- y que rezaría así: "Evaluación aprobada, evaluación olvidada" . Es de nota: en lo único que coinciden progresistas y conservadores es en mantener la Evaluación continua, que un ministro franquista introdujo y que, niños y jóvenes, en arduos debates ideológicos a la hora del recreo, reformularon como queda señalado más arriba. Me sorprende esta unanimidad compartida por todo el arco parlamentario a la hora de defender a capa y espada un principio pedagógico progresista-franquista. Es lo que hay. Contradicciones del sistema.

La supresión de las reválidas puede tener efectos positivos: pone las condiciones de posibilidad para un pacto educativo que ni UCD, ni PSOE, ni PP han sido hasta ahora capaces de impulsar, por más que sea una demanda ampliamente sentida y expresada. Si se logra -¡Alá lo quiera! = ¡Ojalá!- se logrará sobre la base de mantener la Evaluación continua, aunque no sabemos si será en la versión "sesudo ideólogo del partido estratega de la Educación" o en la antedicha versión para recreo de patio de Colegio.

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