Desde que Fidel Castro pasase el testigo del mando en Cuba a su hermano Raúl, hace ya una década, el histórico líder cubano había pasado a un segundo plano, sin apenas haber dado que hablar, a excepción de algún que otro rumor sobre si seguía vivo o no.
No obstante, la reciente muerte de Fidel ha vuelto a poner en primera plana su figura tanto para seguidores como para detractores. Unos para demonizar su figura por la falta de libertades políticas en la isla, y otros para ensalzarle por los importantes logros que ha tenido Cuba en materia sanitaria y educativa.
En todo caso, y aunque resulte paradójico decirlo tras su muerte, quizá la mejor definición que se puede hacer de Fidel Castro es la de superviviente. Definición que le va como anillo al dedo, tanto por los más de seiscientos intentos de asesinato a los que sobrevivió que se tienen verificados (cometidos principalmente por la CIA estadounidense), como por haber sobrevivido su gobierno a las condiciones adversas que le ha venido planteando el escenario internacional.
Y es que la Revolución Cubana de Fidel ha logrado superar tanto la desaparición del que fuera su principal socio comercial, la Unión Soviética, como continuar adelante pese al bloque económico o embargo que lleva ejerciendo sobre la isla quien, por posición geográfica, debería ser su principal cliente comercial, Estados Unidos.
No cabe duda de que los cubanos han sabido adaptarse a las cosas como les han ido viniendo, malheridos económicamente por el embargo estadounidense, pero pese a ello manteniendo un sistema público sanitario y educativo que es de los punteros en todo el continente americano.
La muerte de Fidel, en todo caso, no acaba con el castrismo, sino que más bien ha creado un mito en su seno que las instituciones cubanas deberán saber gestionar, si no quieren que el castrismo se derrumbe sin la que hasta hoy ha sido su principal figura.
Y es que la Cuba de hoy no es la misma que aquella en que tuvo lugar la Revolución Cubana. Fidel Castro no surgió por casualidad o azar, sino que fue la respuesta que encontró el pueblo cubano para derrocar a Fulgencio Batista, un dictador apadrinado por Estados Unidos bajo el cual Cuba se había convertido poco menos que en el prostíbulo de su vecino norteño.
En la Cuba de Batista los intereses económicos que imperaban eran los estadounidenses, tanto de sus gobiernos como de sus élites, pues no hay que olvidar que Cuba era el lugar de veraneo y ocio de la afamada mafia de Estados Unidos. Y como no podía ser menos, donde estaba la mafia estaban los casinos, el tráfico de drogas o la prostitución, ejercida en condiciones de semiesclavitud por muchas cubanas de la época, que se sumaban a unas condiciones igual de lamentables para los trabajadores del campo de Cuba.
Y he ahí el origen de la Revolución Cubana, que se llevó por delante todas aquellas actividades consideradas ilícitas por el castrismo. Revolución que no se dio porque Fidel se levantase contra Batista, sino porque una gran masa de cubanos secundó la lucha encabezada por Fidel contra el dictador pro-estadounidense, que acabó siendo derrocado.
Curiosamente, hay que señalar que Fulgencio Batista (que huyó con una fortuna que se calcula en cien millones de dólares de la época), acabó recalando en España, protegido por la dictadura de Franco, hecho por el cual permaneció en nuestro país hasta su muerte de un infarto en 1973 en Marbella. Tras su fallecimiento, su mujer se trasladó a vivir a West Palm Beach, cerca de Miami, donde falleció en 2006. Antes de llegar a España, Batista había huido primero a República Dominicana, aunque la caída de la dictadura de Trujillo un año después de su llegada le había obligado a hacer las maletas rumbo a la Portugal de Salazar, desde la cual pasó posteriormente a España.
En todo caso, con la Revolución Cubana y el derrocamiento de Batista nació el mito de Fidel Castro, que independientemente de la posición que se tenga sobre él, de lo que no cabe duda es de que fue una de las más importantes figuras del siglo XX.
No obstante, los años de gobierno sobre Cuba de Fidel Castro nos muestran tanto luces como sombras de un gobernante para quien apenas se tiene término medio, analizado casi siempre en la dualidad de "ángel o demonio", santificado por sus seguidores y demonizado por sus detractores.
Ante su muerte, la oposición anti-Castro en Miami no ha dudado en festejar a lo grande la muerte de Fidel, aunque con ello flaco favor están haciendo para la reconciliación de los cubanos castristas y anticastristas que tanto pregonan. Flaco favor se hace destapando botellas de champán cuando miles de cubanos están de luto por quien consideraban su líder.
Y es que es en este tipo de momentos cuando debe mostrarse humanidad y respeto hacia quien ha muerto, ya sea por el fallecido, por sus familiares, amigos, o por respeto hacia todo aquel que sienta dolor por la pérdida de esa persona, entre los cuales hay que contar a la prima de Fidel que aún vive en Láncara (Lugo), el pueblo desde donde partió hacia Cuba el padre de Fidel. Descanse en paz.
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