La Alcaldesa de España

La mañana de ayer miércoles se torció al conocer el fallecimiento, tras sufrir un infarto, de Rita Barberá en su habitación de un céntrico hotel de Madrid. Tras ello, muchas han sido las personalidades y los populares que se han acercado al hotel o que han expresado, vía electrónica o en declaraciones a los medios, su pesar por semejante pérdida.

Las palabras de Mariano Rajoy denotaban ese sentimiento de profundo dolor, que le impedía terminar con la declaración que comenzó en los pasillos del Congreso de los Diputados ante los medios de comunicación. Pero en más de una cara, sin ser necesaria la mediación de palabras, se entreveía la tristeza por la muerte de la que ha sido la Alcaldesa de España.

Rita Barberá ha sido una de las políticas de mayor relevancia en el panorama nacional y más aún dentro del Partido Popular. Durante más de 40 años se ha dedicado a la vida política y 24 los ha dedicado, como Alcaldesa de Valencia, a lo que más quería: su ciudad, su casa, su tierra. Nunca olvidaré unas palabras con ella, en que me decía, en mayo de 2015, de cara a las autonómica y municipales: "Me presento a las elecciones para seguir haciendo de Valencia, que es mi vida, una gran ciudad".

Pero no todo salió como esperaba y una alianza de perdedores, esos que hoy la recuerdan en el Ayuntamiento como una gran Alcaldesa pero que no la dejaron gobernar tras ganar las elecciones, le arrebataron el sillón que durante tantos años ocupó y desde el que revitalizó la ciudad, llevó a la misma el AVE y la Ciudad de las Artes y las Ciencias? y un sinfín de cosas más que la hacen merecedora de elogio y reconocimiento, no solo hoy que lamentamos su muerte, sino antes y en el futuro.

Sin embargo, todo pareció volverse ingratitud desde esa fecha hasta ahora. Una dura campaña mediática y política en su contra, tras su presunta vinculación con una trama de blanqueo y financiación ilegal de Partido Popular de la Comunidad Valenciana, conocida como "Caso Taula", la llevó a sentarse el lunes ante el Tribunal Supremo, previa baja en un partido que prácticamente fundó y sumida en un duro trance de depresión y hundimiento personal, prácticamente sola tras recibir el rechazo, al menos público, de muchos de los suyos.

Y a propósito de esto, hoy hemos vuelto a ver plausible en la Cámara que representa la soberanía nacional del pueblo español, el esperpento de Valle-Inclán, derivado de esa deformación grotesca que los señores de Podemos hacen a diario de la realidad.

No tener ni tan siquiera la vergüenza de guardar un minuto de silencio por una Senadora, miembro de las Cortes Generales, representante de todos los españoles, que ha fallecido, es signo de tener una muy baja altura y clase política. Y la discrepancia entre el "Podemos Senado" y el "Podemos Congreso" tensa aún más esa fina cuerda que une y está a punto de precipitar a Pablo Iglesias y Ramón Espinar.

Las colas que hoy se han formado en Valencia para dejar un mensaje de recuerdo a Rita en el Ayuntamiento, las múltiples muestras de afecto recibidas en su domicilio, por sus familiares, en los medios de comunicación? la multitudinaria Misa celebrada en la Catedral y presidida por el Arzobispo y las indudables señales de respeto a la fallecida Alcaldesa que continuarán, sin duda, mañana durante su funeral, son el síntoma más claro del aprecio de los valencianos a una persona entregada en cuerpo y alma a la ciudad, como han recordado hoy Camps y Suárez.

Rita ha sido una gran Alcaldesa, una mujer valiente y luchadora hasta el final, que ha tenido siempre una vocación innegable de servicio público y que se ha debido a su partido como fiel militante del mismo, hoy lo recordaba Mª Dolores de Cospedal, y no merece el desprecio y hostigamiento que ha sufrido este tiempo atrás, y que sin lugar a dudas ha influido en el fatal desenlace que hoy hemos conocido.

Sobre la conciencia de muchos ha de pesar el trato desfavorable y del todo injusto que dedicaron a Rita Barberá en sus tertulias, conversaciones, foros? y el insaciable ensañamiento protagonizado contra la senadora acusándola, antes que ningún Tribunal de Justicia, de delitos que todo el mundo parecía conocer.

Nadie, absolutamente nadie, tiene la autoridad legal, y mucho menos moral, para establecer criterio arbitrariamente y sentenciar mediáticamente a una persona por simples suposiciones o rumores que se tengan. Este gesto, aparentemente insignificante, es un atentado en toda regla contra el honor y la dignidad de las personas, inocentes en todo momento hasta que se demuestre lo contrario.

Desgraciadamente, otros tendrán la oportunidad de defenderse, pero Rita no tendrá ya la posibilidad de demostrar su inocencia ante nada ni nadie.

Nunca olvidaremos su legado, su labor, su vocación. Nunca te olvidaremos, Rita.