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B. Pérez Andreo: La sociedad del escándalo
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B. Pérez Andreo: La sociedad del escándalo

Actualizado 24/11/2016
Redacción

B. Pérez Andreo: La sociedad del escándalo | Imagen 1Ayer ha presentado B. Pérez Andreo en Madrid (la Iglesia de San Antón, con el P. Ángel) su libro de "crítica" de fondo, titulado La sociedad del Escándalo.

Vengo diciendo, desde hace algún tiempo, que Bernardo P. Andreo, de la Facultad de Teología de los Franciscanos de Murcia, es uno de los de los pensadores más lúcidos de la Iglesia actual en España. Así podrá verlo en lector interesado en algunas de mis postales anteriores:

El Hombre es lo que vale. Un proyecto de B. Pérez Andreo (RD 11.06.13)

Rara temporum. ¡Tiempos raros, malas gentes! (con Pérez Andreo) (RD 07.02.12)

Ahora nos ofrece un libro extraordinario de análisis social, una lectura "invertida" del capitalismo, no en línea marxista (cosa que no estaría mal, leído el marxismo en sentido clásico, pre-leninista), sino en línea humanista, de fondo cristiano, en defensa del hombre.El libro tiene un título abierto: Riesgo y oportunidad para la civilización.

Estamos, sin duda en un momento de riesgo, que puede llevar no sólo a la destrucción de un tipo de sociedad, sino de la sociedad humana en cuanto tal, es decir de la vida en libertad sobre la tierra.

Pero el mismo riesgo puede convertirse en oportunidad, si vemos al fin peligro en que nos ha metido un tipo de economía, en la que los hombres dejan de ser libres y autónomos para convertirse en servidores de un sistema que empieza destruyéndoles a ellos (a los hombres) y acaba destruyéndose a sí mismo.

B. Pérez Andreo: La sociedad del escándalo | Imagen 2

La forma de vida actual es un escándalo sistemático y global. Ya no hay escándalos concretos, como los había en tiempos de Jesús (según el evangelio), sino que la misma sociedad, el sistema en cuanto tal se ha convertido en un "escándalo", una forma de vida que utiliza, tritura y expulsa en la gran letrina de la historia no sólo a los más pequeños (que son cada vez más numerosos), sino a los mismos que se tienen como grandes, aniquilados al fin por la máquina de muerte de nuestra economía.

NO PUEDO RECOGER AQUÍ, UNO POR UNO, LOS ANÁLISIS DEL LIBRO,

sino que me limito a pedir a mis lectores que lo lean, pues no es demasiado gordo (122 págs.), y no es difícil de leer. La tesis del autor es clara y convincente y puede resumirse en unas pocas proposiciones:

1. El hombre ha tardado bastantes milenios en crear una sociedad humana, donde se reconozca el valor del hombre como bien supremo, por encima de todo lo que tiene y lo que hace.

2. Esa sociedad en la que el hombre es el valor supremo ha sido potenciada por las tradiciones religiosas y, de un modo especial, por un tipo de humanismo de fondo cristiano.

3. Esa sociedad donde el hombre es el valor supremo no se ha implantado todavía en ningún lugar del mundo, pero ha sido a menos buscada y deseada.

4. En los últimos dos siglos, y de un modo especial desde el comienzo del último tercio del siglo XX, ha comenzado a extenderse una sociedad en la que el capital (un tipo de capital) se ha independizado del "mundo de la vida" (es decir, de la vida concreta de los hombres) convirtiéndose en centro y meta de la vida humana.

5. Esa sociedad del capital ha empezado a fagocitarlo todo, no sólo un tipo de cultura (demonio ideológico) y de organización política (el Estado), sino los mismos ideales de transformación, las misma utopías, como el comunismo, que ya no existe como tal (por ejemplo en China), sino que se ha convertido en un capi-comunismo.

6. Lo malo del capitalismo es que ha creado (está creando) un tipo de deseos y de ideologías que pareciendo estar a favor del hombre lo acaban destruyendo.

ILUMINAR UNA CITA, MT 18, 7:

¡AY DEL MUNDO POR LOS ESCÁNDALOS!

Como he dicho, no puedo desarrollar aquí la tesis del libro de Bernardo P. Andreo, cosa que haré quizá en otro momento. Por eso, desde mi pequeña autoridad de lector de la Biblia, mi limito a comentar (iluminar) una de sus dos citas introductoria. Una es de Byung-Chul Han, filósofo sur-coreano, profesor de Berlín (La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo), y la otra es de Mateo 18, 7: ¡Ay del mundo por los escándalos! De esta última voy a ocuparme, con cierta libertad:

Texto

18,6 Pues al que escandalice a uno de estos pequeños? más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de asno de molino, y le hundieran en lo profundo del mar.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Ciertamente, es necesario que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo!

(cf. Cf. A. Humbert, Essai d'une theologie du scandale dans les synoptiques: Bib 35 (1954) 1-28; J. Mateos, Análisis semántico de los lexemas skandalizo, skandalon: FilolNeot 2 (1989) 57-92)

Mateo escribe su evangelio en un momento de gran crisis, con movimientos ideológicos y políticos (guerra del 67-70 d.C.), cambios de lugar social y personal, un mundo en el que muchos corrían el peligro de ser traídos y llevados, destruidos, por los intereses de otros. En aquel contexto se estaba jugando no sólo el sentido del judaísmo como religión de conjunto, sino de los grupos judíos como el cristianismo.

En un contexto semejante había formulado ya Mt 12, 31-32 (cf. 5, 29-30; 11, 6; 13, 41; 16, 23) el tema del escándalo, entendido como pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en destruir a los pequeños, impidiéndoles que vivan. Ese el pecado que no puede perdonarse, pues destruya la trama de la vida humana.

Ese pecado se traduce ahora y se expande a manera de opresión contra los pequeños, a quienes se les maneja, y no se les permite vivir en libertad, descubriendo la gracia del perdón de Dios en la Iglesia, sino que se les manipula y "escandaliza", haciéndoles caer, es decir, vivir caídos, arrastrados, aplastados:

− Escandalizar es manipular y destruir a los pequeños, no en sentido puramente "material", por opresión física, económica o corporal, sino también por presión psicológica y moral (religiosa y personal), llevándoles perder su identidad, su dignidad. No sólo los niños están en manos de otros, sino también los "pequeños", hombres y mujeres con menores capacidades de vida y pensamiento, de libertad y autonomía.

− Escandalizar es destruir a los pequeños (=hacerles caer, utilizar y destruir su vida personal, su autonomía), oponiéndose así a la obra del Cristo de los niños, los pobres y pequeños de la Iglesia pues ellos son privilegiados de Dios, la más honda señal de su presencia. Mateo no quiere una Iglesia de sabios-poderosos, de escribas o justos "autosuficientes", que utilizan o desprecian a los pobres, sino una comunión que se funda en los más pobres, rechazados y excluido, partiendo de los niños.

En este contexto se entiende la palabra clave: "Más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de asno (mylos onikos), es decir, un piedra giratoria de molino, movida por un asno: Que el escandalizador se cuelgue (le cuelguen) al cuello una piedra pesada y se eche (le echen) al mar, para que se ahogue.

Esta expresión (¡más le valiera?!) resulta extraordinariamente dura, formulada de manera abstracta y potencial, pues no está claro el sujeto de la acción: ¿Quién debería atar la piedra de molino al cuello del escandalizador y echarle al mar, para que se ahogara? ¿Dios, la comunidad cristiana, el propio culpable?? Esta pregunta no tiene respuesta ni debe buscarse, pues el evangelio plantea el tema de un modo irreal, para destacar así la gravedad del pecado: Es preferible destruirse uno a sí mismo (o ser destruido) que hacer caer a los pequeños.

Pablo ha sido un defensor apasionado de la libertad cristiana, de la prioridad de la fe sobre las obras de una Ley que tiende a sacralizarse por sí misma, por ejemplo, en lo referente a las comidas. Pues bien, al situar este motivo en la perspectiva de los "pequeños" de la Iglesia, el mismo Pablo pide a los creyentes "fuertes" que renuncien a su libertad, para no escandalizar, es decir, para no destruir a los "menores". La libertad es en principio buena; pero si se utiliza para destruir a los pequeños se convierte en perversión.

Ciertamente, en un mundo donde hombres y mujeres son libres resultan "necesarios" los escándalos (por razones que aquí no voy a precisar?), como dice Jesús, pero:

¡Ay del mundo (cosmos) por los escándalos!

Ciertamente, es necesario que vengan escándalos,

pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo! (18, 7).

Este pasaje no ha elevado su ay solamente contra el agente humano (¡ay del que escandaliza: tema del que tratará más extensamente el próximo apartado), sino contra el mismo cosmos, que puede ser destruido por los escándalos.

En otro contexto, Juan Evangelista habla también del pecado del mundo (ya a partir de Jn 1, 29) y, por su parte, Pablo alude al pecado que entra en el mundo por el hombre (Rom 5, 12). Pues bien, aquí da la impresión de que el pecado más significativo del mundo es el escándalo, que pone en riesgo de algún modo la misma realidad/estabilidad de los hombres:

− ¡Ay del mundo por los escándalos?!- El mundo (kosmos) se entiende aquí en sentido general, como totalidad buena, creada por Dios (Gen 1), pero que los hombres corren el riesgo de destruir por los escándalos, es decir, por el mal que unos contagian en otros (imponen sobre otros, en una línea que Pablo había destacado en Rom 1-3). El mundo aparece así como un gran "teatro" de escándalos, que se extienden como una amenaza de destrucción para el conjunto de la creación de Dios, que aparece así como algo inestable, frágil, sometido al riesgo de escándalo y destrucción de la humanidad.

− Ciertamente, es necesario que vengan los escándalos... Vivimos en un mundo de pruebas y escándalos, desde el tiempo antiguo. En ese sentido, los escándalos, las luchas contra los pequeños, forman parte de la historia humana.

− Pero ¡ay del hombre por el que viene el escándalo!... Éste no es un ay de tragedia, que deja al hombre en manos del destino, como en el pensamiento clásico de Grecia, sino un ay de lamentación y de pena por la condición humana, centrada en aquel que produce el escándalo devastador (aquel que destruye a los pequeños). Éste es un ay de lamentación del mismo Dios ante la situación de escándalo del mundo, tal como se refleja (en la línea de B. P. Andreo), de un modo objetivo, en el capitalismo.

El pasaje anterior vinculaba ya condición del escandalizador con su "destino de muerte" (¡más le valdría colgarse una piedra de molino y arrojarse al mar?! 18, 6). Este pasaje se limita a elevar un "ay" contra el que escandaliza y hace caer a los otros, suponiendo de algún modo que su vida es peor que la muerte (porque destruir a otros es peor que morir).

En este contexto se plantea la posible condenación de los hombres? de manera que podría decir: ¡Mejor que los capitalistas como tales se ataran al cuello una piedra de molino y se mataran!

Más que de la condena eterna del que escandaliza (¡diciendo que se irá al infierno!), Jesús habla aquí de su condición histórica: ¡Mejor sería que se mataran los que escandaliza, hacer caer (oprimen) a los otros! Mejor seria que murieran todos.

Es como si este Jesús, preocupado por los riesgos de esta sociedad de escándalo, pensara que hay un tipo de "escandalizadores", un sistema de escándalo (capitalismo) que no tiene ya remedio, que no puede sanarse, de manera que sería mejor que se matara a sí misma, antes de que sea demasiado tarde y destruye en su caída al conjunto de la humanidad.

No se trata de salir de capitalismo paso a paso (pasito a pasito), pues aquí sólo puede darse una terapia fuerte de shock, como dice Jesús: ¡Más le valiera que se atara al cuello una piedra de molino y se echara al mar.

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