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Más pragmatismo y menos ideología
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Más pragmatismo y menos ideología

Actualizado 22/11/2016
Luis Gutiérrez Barrio

No estoy en contra de las ideologías, incluso las considero necesarias para que un grupo sepa hacia dónde quiere dirigir sus pasos, para que sus afiliados o militantes o como les queramos llamar, sepan dónde se meten y cuáles son las directrices del grupo al que pretenden optar.

La ideología para alcanzar el fin al que se pretende llegar, no me parece mal. En esta vida es conveniente marcarse unas metas, pero cuanto más próximas mejor, para que una vez conseguidas, sin perder el contacto con la realidad que nos rodea, sigamos trabajando por conseguir la siguiente. Porque si las metas que nos marcamos están demasiado lejos en el tiempo, en las ideas y en las posibilidades, casi seguro que marcharemos con la mirada puesta en ellas sin ver lo que está ocurriendo por el camino, arrasando todo cuanto se nos opone, pisotearemos lo que haga falta, sin respetar a nada ni a nadie, pues solo veremos la meta allá en el más lejano de los horizontes.

Cuando estamos tan aferrados a nuestra ideología, que es ella quien marca todos nuestros pasos, descartamos rotundamente cualquier otra opción. Ese es nuestro fin y debemos alcanzarlo cueste lo que cueste y pese a quien pese. Tenemos la mirada tan fija en él, que nos impide ver los márgenes del camino. Todo lo que no sea nuestro, ni sirve, ni es digno de respeto, cayendo en un orgullo que nos hace perder hasta las normas más básicas de educación. Los medios que adoptemos serán lícitos si sirven para alcanzar nuestro fin.

En una sociedad como la nuestra, en la que hay varios grupos con pretensiones de dirigir los designios del país, y cada cual piensa que su ideología es la correcta y que hay que hacer lo que sea para llevar a todos los ciudadanos por su senda, resultará que los pobres ciudadanos nos pasaremos toda la vida sufriendo los garrotazos de unos y de otros, para llevarnos cada cual a su redil, sin que se tengan en cuenta nuestros intereses, nuestras opiniones, nuestro bien estar. Porque el ciudadano, en general, lo que quiere, es vivir y que le dejen vivir, que le proporcionen los medios para que él pueda conseguir un trabajo digno, una vivienda, una seguridad, una educación, sanidad, etc. etc. Eso sí, con su esfuerzo, pues nadie pide vivir del cuento, bueno casi nadie.

Creo que nuestros políticos, de un lado y de otro, debería dejarse de tanta ideología, dejarse de negar cualquier cosa que venga del otro, olvidarse de izquierdas y derechas y pensar más en lo que desean los españoles de a pie. Creo que las pretensiones de los españoles se pueden conseguir con una receta en la que haya ingredientes de todos y cada uno de los grupos políticos. Pues si bien es cierto, al menos eso pienso yo, que ninguno tiene la verdad absoluta, todos tienen parte de ella, y hasta que los unos y los otros, los otros y los unos, no reconozcan esta situación no será posible encontrar una solución para nuestros males.

Olvídense de eso de que admitir ciertas ideas del otro es traicionar a su propia ideología, olvídense de que el otro es su enemigo, olvídense de rencillas, rencores, odios y demás zarandajas, que terminan trasmitiéndolas al pueblo y hacen que el pueblo se divida. Únanse, hablen, reconozcan las bondades que todos tienen, únanlas y conformen un gobierno, unas directrices, unas leyes justas, enfocadas a que los españoles podamos, con el esfuerzo de todos, trabajar dignamente, un trabajo al alcance de todos, y que ese esfuerzo común, ese trabajo, sirva para que todos vivamos mejor, tanto en lo material como en lo social.

Si se aplicara esto, los partidos perderían fuerza, se diluirían un poco los unos en los otros, y eso no les gusta a los líderes, que quieren tener su partido, con su gente, con sus ideas, con su fuerza, con su? Al final, lo que les interesa es su partido, lo demás son pamplinas. Su partido, manipulado a su antojo, está muy por encima del bien de todos los españoles.

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