CANTALPINO | La finca conserva los vestigios que le confieren la identidad que tuvo en otro tiempo
Los ojos buscan en el paisaje el misterio profundo del silencio, del abandono, el sagrado espacio de la memoria, la tierra toda, el murmullo de una bandada de pájaros que rasga en el cielo el aire en la tarde de Revilla.
La 'mirada' fotográfica de Santiago Bayón intenta descifrar el alma de un territorio de la infancia, en ese enigma de llanura en el que late también el lenguaje del recuerdo y una belleza ya marchita.
Las imágenes recogen diferentes lugares de Revilla, alquería de Cantalpino, una finca al nordeste del término municipal, con una superficie aproximada de 1.500 hectáreas, que conserva los vestigios que le confieren la identidad que tuvo en otro tiempo.
Antiguamente estuvo dotada de herrería, lagar, bodegas subterráneas bajo bóveda de medio cañón. Todo ya está abandonado.
Cruzaba estas tierras de sur a norte el río Poveda que, en sus términos, recibe el nombre de río Revilla.
A principios del siglo XX, según el registro fiscal de 1904, Revilla contaba con seis viviendas y fue propiedad entonces de la familia Gómez de Liaño.
En la actualidad, la alquería es una explotación agrícola dedicada esencialmente al cultivo de cereales.
(Jclp)
Fotografías : Santiago Bayón Vera