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Una nueva era
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Una nueva era

Actualizado 11/11/2016
Juan Robles

En los últimos días recientemente pasados han ocurrido dos acontecimientos destacados que conviene tener bien en cuenta, aun siendo de condiciones aparentemente tan diversos: El encuentro del Papa Francisco en Suecia con la Iglesia Luterana, y el triunfo de Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos.

Siendo tan diferentes, los dos acontecimientos llevan consigo una similar trascendencia: los dos son signo de los nuevos tiempos que están llegando y que hemos de tener muy en consideración, porque ambos muestran claramente un cambio de época, aunque sea de distinta forma.

El Papa Francisco está introduciendo una nueva forma de dirigir la Iglesia que supone hasta cierto punto una forma de revolución. Está buscando una ruptura con formas periclitadas del pasado, y se esfuerza por introducir un nuevo estilo que no deja a nadie indiferente, ni a los de dentro ni a los de fuera de la Iglesia.

El estilo de actuar y de pronunciarse es muy diferente de lo que estábamos acostumbrados en el pasado. Los discursos y los gestos llevados a cabo en las vitalistas y sugestivas celebraciones de la catedral de Lund y del estadio de Malmö han marcado un paso bien significativo por lo que se refiere a las relaciones ecuménicas entre las iglesias. Y eso precisamente con ocasión de las celebraciones del quinto centenario de Lutero. ¡Quién lo diría todavía no hace tantas décadas en que a Lutero lo veíamos como un demonio con cuernos, y se nos prohibía rigurosamente tomar contacto con personas o con libros que olieran a cualquier forma de protestantismo!

Y bien significativos son los gestos y los discursos ante los diversos grupos eclesiales y humanos que acuden a Roma a celebrar los diferentes actos programados con ocasión del Jubileo de la Misericordia, que por cierto está a punto de terminar y de cerrarse el próximo día de Cristo Rey, el 20 de noviembre. Yo destacaría especialmente el Jubileo de los presos salidos de la cárcel con este único objetivo, gesto que no habíamos visto nunca antes, y que dio lugar a un destacado discurso que, como tantos otros de este año, ponen de relieve los diversos gestos de realización práctica de las bienaventuranzas, signo evangélico del Reino que llega.

Y más destacable todavía es el discurso, abiertamente revolucionario, ante el III Encuentro de las comunidades de base celebrado en Roma, dando continuidad al segundo encuentro que tuvo lugar en Bolivia, ambos con presencia del presidente de aquel país Evo Morales. La revolución eclesial y, por consecuencia, también de sectores humanos políticos, económicos y sociales, no se puede despreciar.

También el triunfo de Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos es un fenómeno nuevo, inesperado, que está siendo puesto de relieve por los diferentes analistas, resaltando el acontecimiento, de tipo populista, que sigue las huellas de tantas otras manifestaciones populistas que ya casi nos estamos acostumbrando a vivir o padecer en estos tiempos nuestros y no sólo en los Estados Unidos. Se comenta que el fenómeno responde, como en tantos otros lugares de nuestro mundo, al cansancio y la desconfianza que tienen los votantes con relación a los políticos tradicionales, por lo cual se lanzan a buscar políticos de nuevo cuño.

Algo de eso conocemos ya también en España relacionado con la aparición y el repunte de los nuevos sectores populistas agrupados en torno a todos los que se agregan a los sectores vinculados a las diferentes ramas y manifestaciones de Podemos. E incluso la presencia y manifestaciones de rebeldía de los grupos independentistas de nuestras periferias: catalana, vasca, valenciana, etc.

En esta misma línea de búsqueda de independencia hemos de situar los diferentes referéndums que conducen a situaciones inesperadas, como es el caso del de Colombia, y mucho más todavía al incómodo y trascendental del Brexit británico. Y la misma línea siguen los grupos políticos separatistas y de atrincheramiento que van apareciendo en Europa, como es el caso de Hungría, de Polonia, y mucho más significativos los de Alemania y el de Le Pen en Francia.

¿A dónde nos llevarán todos estos movimientos? No cabe duda que estamos entrando en una nueva etapa de la historia o en una nueva era cultural, que es imparable y de la que nos queda mucho por descubrir y aun de sufrir sus inconveniencias, pero que no tienen vuelta y que por lo menos nos conducirán a repensar y reorganizar nuestras sociedades con un nuevo modo, ni peor ni mejor que el de antes, pero que en todo caso renovará nuestro mundo y nuestra historia.

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