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De montería entre amigos en Villarino
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TEMPORADA DE JABALÍ

De montería entre amigos en Villarino

Actualizado 09/11/2016
José Manuel Ferreira Cunquero

La mítica mancha del Teso de San Cristóbal, en pleno Parque Arribes, se saldó con cinco cochinos abatidos

La caza cobra aún un mayor sentido que el mero hecho venatorio cuando disfrutamos de su práctica rodeados de amigos y sobre lugares de los que, a cualquier rincón que dirijamos la vista, emanan recuerdos. Precisamente, esas mismas sensaciones son las que me abordaron en Villarino de los Aires después de meses y meses sin poder disfrutar de una de mis aficiones favoritas, pero finalmente llegaría el día en el que los deseos de volver a vivir la caza se cumplieron, y sin necesidad de matar.

Era el pasado 8 de octubre, montería en el Teso de San Cristóbal, una de las míticas manchas de Las Arribes y que este año no estaba prevista en principio, aunque los daños al viñedo provocados por los jabalíes incidieron en que la junta directiva que preside Jesús Castellano cambiase de opinión y decidiera dar la montería, unas 200 hectáreas situadas bajo un gran cerro megalítico que conforman el valle del Tormes, aquí arribes a cuatro kilómetros antes de su desembocadura en el Duero.

El punto de reunión era el Paradero de la Villa, buen lugar para los aficionados de la cocina casera. Hasta allí iban llegando los que vendrían a disfrutar de una gran jornada de caza en todos los sentidos, caza, amistad, deportividad y buena mesa, aunque por poner un pero: la escasez de escopetas, poco más de una veintena para una mancha que requería al menos el doble. Pero al fin y al cabo, alguno se tiene que ir, como dirían muchos y así sucedió.

Pocas escopetas

Las rehalas eran de Manolo y de Jesús, buenos perros y que dieron bien la voz hasta casi el final de la cacería. Pero antes, en 'La Villa' estaba el café, el chupito y, lo más importante, el reencuentro entre amigos y el nacimiento de nuevas amistades, entre estas últimas dos portugueses de Braganza, munícipes, que quisieron conocer cómo se vive en Las Arribes la montería.

Tras la inscripción de las escopetas se comprobó que el número era insuficiente para cubrir todos los puestos, ni la mitad para decir verdad, por lo que se consensuó omitir el sorteo y cubrir los puestos de mayor querencia para los cochinos, circunstancia sujeta a la observación aunque también al azar. No en vano, casi todos los cochinos se tiraron, aunque no en las condiciones más idóneas, pues el terreno, además de quebrado, se presentaba lleno de monte, con barceos y bancales que servían de tapujo a los cochinos.

Con las primeras ladras se escuchaban también las primeras detonaciones provenientes de la armada del Esbedal, esto a los pocos minutos de la suelta. Conforme discurría la montería con rehaleros, perros y ojeadores hacia Vendemoro, Tormes arriba, se sucedían las ladras y los disparos desde las distintas posturas, regato de Fuente los Frailes abajo y también junto a los peñascales del Teso en su vertiente Noreste, al menos dos del que esto escribe, el primero al bulto entre los barceos y un segundo que sembró dudas sobre la suerte de una marrana de mediano tamaño debido a la gran distancia del lance.

Al final, un mata cuelga divertido con cinco cochinos en la junta de carnes, más pequeños que grandes, aunque lo importante en este caso ?además de los bonitos lances?, es que la caza sirvió para impedir por un tiempo los daños que los cochinos estaban infringiendo a los viñedos de esta zona, situándose aquí como herramienta de control de las poblaciones de una especie que parece imparable ante el abandono del campo y la ausencia de depredadores.

El broche a la jornada lo pondría una suculenta parrillada con costilla de cerdo, cabecero de lomo y chorizo asado, todo regado con vino de la DO Arribes, y refrescos, café y chupito de aguardiente, pagado a escote a razón de 5? por barba. Buena caza.

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