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La vida plena
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La vida plena

Actualizado 06/11/2016
Redacción

La vida plena | Imagen 1
"Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú en cambio no resucitarás para la vida". Un sincero acto de fe y una valiente profecía. Así se expresa el cuarto de los hermanos macabeos, torturados y martirizados por orden del rey Antíoco IV Epífanes (2Mac 7,14).
Con razón se ha dicho que precisamente en aquel tiempo de persecución contra los creyentes se afianza la creencia en la resurrección de los muertos. La gracia del martirio se apoya en la gracia de la resurrección. Ante aquellos que dan la vida por él, Dios no puede mostrarse menos generoso.
También puede referirse a la resurrección el último verso del salmo responsorial: "Con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante" (Sal 16,15). Esperamos que el Padre celestial nos conceda amarle con fidelidad y tener la constancia en Cristo, como desea san Pablo a los fieles de Tesalónica (2Tes 3,5).
LA PEREGRINACIÓN
Sin embargo, sabemos que en tiempos de Jesús no todos creían en la resurrección de los muertos. Entre ellos se encontraban los saduceos y los sacerdotes. Según el evangelio algunos se acercaron a él y le contaron una leyenda que se apoyaba en la ley del levirato (Dt 25,5) y en el recuerdo de Sarra, la que sería esposa de Tobías (Tob 3,8).
Si una mujer se había casado con siete hombres, ¿de cuál sería esposa a la hora de la resurrección? Esa era la pregunta. Jesús respondió recordando que los llamados por Dios a la vida eterna y a la resurrección ya no se casan. Tras recordar este pasaje, el Papa Francisco añade su propio comentario:
"Si miramos solo con ojo humano, estamos predispuestos a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. Jesús le da un giro a esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena. Nosotros estamos en camino, en peregrinacion hacia la vida plena, y esa vida plena es la que ilumina nuestro camino".
DIOS DE VIVOS
Los saduceos habían citado un texto de la Escritura. Y Jesús recurre a otro: el de la zarza que ardía sin consumirse. En ella Moisés descubrió al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob (Ex 3,6). Los patriarcas continuaban vivos en la presencia del Dios que prometía la liberación de su pueblo. Por eso, Jesús podía extraer una conclusión esperanzada:
? "No es Dios de muertos, sino de vivos". Dios no ha renunciado a su poder creador ni a la misericordia que derrama sobre sus hijos. Para él, todos son hijos de la resurrección. "El Dios de los vivos no se rodea de muertos" (A. Stöger).
? "Para él todos están vivos". Esa es la revelación de Dios. Pero es también la interpelación para los hombres. Hay vivientes a los que ignoramos. Los consideramos muertos. La fidelidad de Dios a la vida es un ejemplo para nuestra sociedad.
- Señor Jesús, te proclamamos como Camino, Verdad y Vida. En medio e esta cultura de la mue

rte, nosotros sabemos y confesamos que estamos llamados a vivir contigo en el amor y en la gloria. Amén.

José-Román Flecha Andrés
La vida plena | Imagen 2
ANTE LA SEPULTURA
1. Durante la primera semana de noviembre es habitual visitar la sepultura de nuestros seres queridos. Esa visita nos lleva a recordar la última de las obras de misericordia corporales: "Enterrar a los muertos".
Este acto tan importante ha definido siempre la cultura de un pueblo. De una forma o de otra, el respeto a los difuntos denota el respeto que en ella se concede a la persona. Por eso, es tan mal vista la frivolidad y la rutina con que, en algunos casos, se lleva a cabo este acto.
La frivolidad que se manifiesta ante las tumbas ya perturbaba a Hamlet. El poeta León Felipe dejó reflejada en sus versos la incomodidad que nos produce la rutina cuando se apodera de los ritos del enterramiento: "Para enterrar a los muertos como debemos, cualquiera sirve, cualquiera? menos un sepulturero".
2. En muchas ocasiones, los ritos que rodean el sepelio han servido para marcar profundas diferencias entre las clases sociales. Las distinciones entre los pobres y los ricos se manifiestan con frecuencia en el momento de los funerales y en el ornato de las sepulturas.
En algunas ocasiones, los pobres eran sepultados casi en soledad. De ahí que muchas hermandades tuvieran como objetivo acompañar a los moribundos y organizar las honras fúnebres. Este último servicio era entendido como una obra de misericordia.
En nuestro tiempo, los funerales son utilizados para hacer propaganda de las ideas y proyectos de un partido. En un mundo marcado por el consumo, se convierten además en una ocasión para hacer negocios. Los familiares del difunto, a causa del estado psíquico en el que se encuentran, no escatiman los gastos y los costes.
Por otra parte, cuando pueden suscitar un cierto morbo colectivo, los funerales atraen el despliegue de los medios de comunicación.
3. Sin embargo, esta obra de misericordia nos lleva a redescubrir el sentido humano y religioso del sepelio. Por él se reconoce la dignidad de la persona y su vocación a participar en la vida eterna junto a Dios.
Enterrar a los muertos puede y debe ser un gesto profético. Por él anunciamos el triunfo de la vida sobre la muerte. Por él denunciamos la manipulación de la vida y de la muerte. Por él renunciamos a utilizar el lujo y el fasto de los funerales con una finalidad que en nada refleja la grandeza de la vida humana.
Esta obra de misericordia puede ayudarnos a adquirir conciencia de la unicidad y dignidad de cada persona y a evitar las tentaciones de politizar la muerte y los funerales o convertirlos en un espectáculo de consumo.
Finalmente, los funerales cristianos han de ser un momento para dar testimonio de la fe en la resurrección y para anunciar, celebrar y servir el "evangelio de la vida". Han de ser un signo de la esperanza y un nuevo testimonio de ese amor que es más fuerte que la muerte.
José-Román Flecha Andrés

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