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Hooliganismo político
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Hooliganismo político

Actualizado 06/11/2016
@santiriesco

Hooliganismo político | Imagen 1Me encabronaba mucho, ahora sólo me pone un poco triste. Antes, cuando leía, escuchaba y veía a gente ?incluso a personas inteligentes y por las que profesaba una cierta admiración- defendiendo una cagada indefendible del partido en el que militaban, con el que simpatizaban o al que votaban, me ponía de los nervios. Lo del hooliganismo político nunca lo he entendido. No me entra en la cabeza. Será porque mis arraigadas convicciones sobre las personas y las sociedades nunca han cabido en las siglas de un único partido. Será porque entiendo la política como un medio y nunca como un fin en sí mismo. Será porque una de mis escasas certezas es precisamente esta, que ninguna institución nacida para servir a los demás puede dedicar más esfuerzos a su organización y su supervivencia que a aquello para lo que fue creada.

Ahora sólo me pone triste. Y cada vez menos. Será la edad.

Pero no lo puedo remediar, me meto en las discusiones disfrazadas de diálogo en las que los de uno y otro lado se tiran a la cabeza el "y-tú-más", se arrancan la piel virtual a tiras y confunden la integridad moral con no bajarse del burro. Siempre he sido muy dado al rifirrafe. Y me lo paso genial. Porque aunque me meto en el fango hasta las cejas sin importarme el origen de su maquinaria, procuro no perder pie y tener a mano un salvavidas como el fútbol donde poderme agarrar.

Recuerdo a un señor mayor al que entrevistaban porque tenía tatuado en un brazo el escudo de su club. Con gracejo andaluz explicaba al reportero: "Hay que tener cabeza y saber lo te vas a pintar. Tiene que ser algo para toda la vida. No voy a hacer como Antonio Banderas o la Melanie, que luego es muy imposible de borrar". Mucho más con un partido político al que cada cuatro años hay que decidir si le volverás a votar. O no.

Lo llevo repitiendo muchos años. Cuando comencé votando a la Izquierda Unida de Anguita, cuando seguí con el PSOE útil del inútil Sabina, continué con UPYD sentando en el banquillo a Bankia, di mi confianza al PP municipal de Gallardón que trajo el metro a mi barrio, continué con EQUO para que lograra un escaño en Bruselas, después con PODEMOS y la transformación en partido del 15-M y últimamente doy mi voto al PUM+J, el Partido por un Mundo Más Justo, aunque no voy a negar que para el Senado mi preferencia siempre ha sido la de Escaños en Blanco. Un partido que propone dejar vacíos sus escaños con el fin de que así se compute y se visibilice el voto en blanco.

Y medio en broma, pero muy en serio, explico a quien lo quiera oír, que a mi equipo lo defenderé hasta la muerte. Gane, pierda o empate. Eso es algo innegociable. Tan irracional como la pasión incontrolable de algo que es más tú que tú mismo. El resto, siempre puede ?y debe- cambiar.

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