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Actualizado 15/10/2016
José Antonio Mirón

La gran confianza que los ciudadanos tienen en la Medicina y en la Sanidad se ha producido porque el proceso asistencial se ha basado en el diagnóstico y posterior tratamiento con medicamentos para la curación de las enfermedades. Por este motivo, actualmente asistimos a una excesiva demanda y utilización de los sistemas sanitarios para conseguir tratamientos farmacológicos para procesos que realmente no lo necesitan. Fenómeno que ocurre, sobre todo en aquellos sistemas sanitarios, que como el nuestro, tienen cobertura universal, gran accesibilidad y servicios gratuitos. Además, esto ocurre en un contexto social donde predomina la necesidad de satisfacer todo inmediatamente y un modelo de crecimiento basado en grandes expectativas; sin admitir la incertidumbre, el dolor o el sufrimiento. Lo que conlleva excesivas consultas y demandas asistenciales innecesarias. Cultura sanitaria que contribuye al sobrediagnóstico de problemas que en realidad, frecuentemente, no existen. Se trata de un fenómeno asistencial en el que existen dos protagonistas, por una parte, la población que tiene un excesiva sensibilidad y que no acepta ni incertidumbres, ni el dolor y, por tanto, se medicaliza la vida. Es decir, se tratan de solucionar todos los problemas y retos de la vida con medicamentos. Por otra parte, está la actitud profesional, imperante en el modelo biomédico, etiquetar a todo paciente en términos de enfermedad. Cuando los dos convergen, se hacen diagnósticos con excesiva sensibilidad y escasa especificidad como ocurre en el caso de enfermedades psicosomáticas y en síndromes cuya historia natural está por determinar como en el Síndrome de Hiperactividad y déficit de Atención (TDAH). Este sobrediagnóstico convierte a las personas en enfermos sin una enfermedad real y, en consecuencia, se instauraran tratamientos que pueden causar efectos secundarios, sin aportar beneficios a su Salud. Asociado al fenómeno de sobrediagnóstico están los falsos positivos que son pacientes que en una primera prueba se les ha diagnosticado de una enfermedad y con una prueba diagnóstica más precisa y específica se descarta dicho diagnóstico y, por tanto, no se les trata. Es decir, dan positivo a una prueba; sin estar enfermos sino sanos. Por esta razón, cada prueba diagnóstica que se introduce en sistema sanitario debe ser evaluada para valorar su eficacia y, deben ser, muy sensibles para que no se escape nadie que pueda estar enfermo y muy específicas para que no se diagnostique como enfermos a los que están sanos.

Los principales inconvenientes del sobrediagnóstico son biológicos, psíquicos y económicos. Afectando a la Calidad Asistencial y a la sostenibilidad del sistema sanitario porque las pruebas excesivas conllevan costes; pero también porque aumentar los diagnósticos de manera precoz aumenta la frecuencia de enfermedad y sesga la carga de la enfermedad en la Salud Pública. También en este fenómeno incide la denominada medicina defensiva que es la que practican algunos profesionales cuando existe excesiva presión de los pacientes con el objetivo de evitar errores y, sobretodo, demandas judiciales.

En mi opinión, el sobrediagnóstico es un fenómeno que se debe reducir mediante la utilización racional del sistema sanitario y con una participación más activa y responsable de los pacientes en el proceso asistencial. Porque demandar y utilizar medias verdades desorienta al profesional, crea dudas y desconfianza. Además, porque el sistema sanitario no puede suplir las deficiencias educacionales ni los estilos de vida nocivos de los ciudadanos. Por otra parte, los profesionales deben utilizar pruebas y evidencias que les permita decidir con precisión y fiabilidad en el diagnóstico de los procesos patológicos de sus pacientes, asi se reduce la arbitrariedad, la intuición y el fraude.

JAMCA

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