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Fracaso del sistema educativo en Cataluña
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Fracaso del sistema educativo en Cataluña

Actualizado 10/10/2016
Ferenando Segovia

Dijo el Excmo. Sr. D. Carlos Puigdemont la semana pasada, durante un debate de política general en el Parlamento de Cataluña, que los niños catalanes hablan el español mejor que los alumnos del resto de España. Digo que es excelentísimo porque ese es, creo, el tratamiento reservado al máximo representante del estado español, del Reino de España, en un territorio determinado.

Creo que está equivocado porque, en primer lugar, hace trece y dieciséis años que no se hace una evaluación del nivel de dominio que tienen de la Lengua Española todos los alumnos del Reino de España. En efecto, en el año 2000 y en el 2003 el Ministerio de Educación hizo los últimos estudios generales sobre el dominio que los alumnos tenían del español, abarcando todas las comunidades autónomas. Los niños catalanes, que venían gozando para entonces de casi veinte años de inmersión lingüística en catalán, tuvieron peores resultados que la media. Desde entonces, no ha vuelto a hacerse un estudio general comparativo. Por otra parte, el nivel de dominio del español por parte de los niños catalanes, la Consejería de Educación de la Generalidad de Cataluña, lo evalúa mediante una prueba redactada en catalán, con lo que en realidad lo que están evaluando es el dominio del catalán.

Tengo otra "razón" para no estar de acuerdo con el Presidente de la Generalidad catalana: he sido profesor de Lengua Española en Primaria ?cinco horas a la semana, no dos como tienen ahora los alumnos catalanes- y no me creo que un conjunto de alumnos que tienen dos horas de español en español, hablen mejor la Lengua de Cervantes que mis antiguos alumnos de Miranda del Castañar y pueblos adyacentes, que tenían cinco horas semanales.

Pero, por un momento, voy a suponer un par de cosas: que es cierto que los alumnos catalanes hablen mejor el español que la media de alumnos españoles ?entre los que se cuentan los catalanes- y que también es cierto que la Lengua Española está sufriendo una clara persecución en el sistema educativo de la Generalidad de Cataluña, como denuncian asociaciones, padres y madres e incluso los Tribunales de Justicia. No parece razonable negarlo.

El Presidente Puigdemont, cuando afirmaba que los niños catalanes hablan mejor el español que el resto de alumnos, estaba en realidad confesando el enorme fracaso del sistema educativo catalán. Porque los alumnos catalanes, si tienen un mayor dominio del español no se debe al trabajo de la escuela, sino a otras formas de educación no formal e informal que producen que los alumnos catalanes, a pesar del poco tiempo que dedican al español, tengan un buen dominio sobre él: hablarlo y estudiarlo en casa, usar el español como vehículo de comunicación con otros niños en las actividades de tiempo libre, los medios de comunicación y las redes sociales, que no conocen fronteras, la industria editorial en español, que hasta hace poco tenía en Barcelona su sede más importante en España. Yo mismo acabo de encargar en mi librería de costumbre una novena escrita en español por un vasco y editada en Barcelona. El presidente de la Generalidad estaba confesando, en sede parlamentaria, el fracaso de la inmersión lingüística. Una pena, porque Cataluña fue puntera en el desarrollo de los movimientos de renovación pedagógica y sus métodos fueron masivamente incorporados a la escuela catalana.

¿Cuál es la causa de este fracaso pedagógico? La ideología. Una ideología es una visión parcial de la realidad con pretensiones holísticas, con aspiración de explicar la totalidad, pero que no puede conseguirlo precisamente por ser parcial y no ser autocrítica. El nacionalismo es una ideología que no resiste la comparación con otras visiones más críticas, más complejas, más universales, que llegan también a los alumnos catalanes a través de la escuela o a pesar de ella. Pero el nacionalismo tiene mucho poder. ¿Podrá ese poder seguir imponiéndose a la realidad? Si no se le pone freno, sí. Y los tiempos están difíciles ahora, sin Gobierno de la Nación, o con Gobierno en funciones, para poner frenos. Pero no es solo cosa del Gobierno de la Nación ni del Estado de Derecho, que también; es una batalla cultural que hemos de dar, pacífica, democrática y razonadamente entre todos, haciendo más hincapié en lo que nos une que en lo que nos separa.

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