Ofrezco una versión breve porque habrá personas a las que esto no les interese, pero como afecta a muchos miles de salmantinos, es casi cosa de todos y a todos nos interesa...
Sí, poniendo aparte las modestias de la Asamblea, podrá valer para poner aire y luz y hasta eficacia y orden en el ser, en el hacer y en el quehacer de la diócesis. Han sido doscientos grupos de cristianos salmantinos los que durante dos años han hecho un recorrido para iluminar y mejorar el trabajo pastoral en medios y en estructuras, en calidad, alcance y eficacia.
Para terminar en una etapa final de tres fines de semanas en los que doscientos cuarenta representantes asambleístas reunieron, resumieron y formularon el trabajo de los grupos en las Propuestas finales. Una ocasión magnífica y una obra diocesana larga, trabajada y de mucho alcance.
Y no se puede olvidar el buen trabajo de estos dos años, cientos y cientos de personas en casi doscientos grupos repartidos por todos los rincones de la ciudad y provincia, de todos los colores y tendencias; y el trabajo de todos los responsables desde don Carlos, el obispo, o el Vicario hasta las comisiones y redactores que han participado en todo y con dedicación total.
Pero ahora la Asamblea, que debiera seguir viva en sus propuestas, tiene que echar a andar y llevar a cabo los cambios, iniciativas y prioridades acordados. Y aquí es donde entra lo de "modestia aparte", que no es otra cosa que las rebajas y limitaciones que la Asamblea misma ha sufrido hasta su mismo final. Y como miembro de la asamblea y cristiano de esta diócesis me recuerdo que tendré que arreglármelas para ilusionarme con este modesto proyecto que la diócesis me ofrece al faltarle vida y arriesgo, pasión y cintura ante los nuevos tiempos.
Ya veremos, pero hay que hacerlo. Y podemos. (Con esto sólo recuerdo el "possumus" de aquellos dos hermanos en Mateo 20, 17-28, que en esto bien nos puede servir de ejemplo).
Era la oportunidad de dar juntos y desde abajo un paso importante hacia adelante, en algunas cosas un verdadero salto, pero ha faltado visión o valentía o simplemente método y nos hemos quedado del lado de acá de la realidad viva de Salamanca, de sus zonas rurales despobladas, de sus espacios suburbanos sobrecargados y de su centro histórico casi vacío.
Ahora habrá que correr para que con estos precarios medios que son las propuestas aprobadas acortemos distancias, ganemos terreno y nos pongamos a la altura de lo que Salamanca nos pide. Habrá que correr? Sin duda. Habrá que "bajar del monte" -La Peña y su Santuario son un símbolo- y cumplir la misión en el llano.
En todo caso la ocasión es apremiante y la ocasión en buena parte perdida nos apremia. También en los segundos tiempos se pueden levantar los partidos.
Sí, poniendo aparte las modestias de la Asamblea, podrá valer para poner aire y luz y hasta eficacia y orden en el ser, en el hacer y en el quehacer de la diócesis. Han sido doscientos grupos de cristianos salmantinos los que durante dos años han hecho un recorrido para encontrarse y unirse en un esfuerzo personal y comunitario de mayor fidelidad, para mirar la vida y la diócesis, para iluminar y mejorar el trabajo pastoral en medios y en estructuras, en calidad, alcance y eficacia. Para terminar en una etapa final de tres fines de semanas en los que doscientos cuarenta representantes asambleístas reunieron, resumieron y formularon el trabajo de los grupos. Una ocasión magnífica y una obra diocesana larga, trabajada y de mucho alcance.
Ahora la Asamblea, que debiera seguir viva en sus propuestas, tiene que echar a andar y, modestia aparte, llevar a cabo los cambios, iniciativas y prioridades acordados. Y ahí es donde entra lo de "modestia aparte", que no es otra cosa que las rebajas y limitaciones que la Asamblea misma ha sufrido. Y como miembro de la asamblea y cristiano de esta diócesis me recuerdo algunas que desde ya tendremos que superar entre todos?
En primer lugar ahora yo, jubilado y todo, tendré que arreglármelas para ilusionarme con este modesto proyecto que la diócesis tiene una vez que don Carlos, nuestro obispo, lo apruebe; y tendré que componérmelas yo porque la Asamblea apenas me lo ha hecho, al faltarle vida y arriesgo, pasión y cintura ante los nuevos tiempos. Esta "modestia" de resultados en compromiso apasionado ante el mundo de hoy tenemos que suplirla ahora cada uno como se pueda, y entre todos como podamos. Ya veremos, pero hay que hacerlo. Y podemos. (Con esto sólo recuerdo el "possumus" de aquellos dos hermanos en Mateo 20, 17-28, que en esto bien nos puede servir de ejemplo). Sin duda. Habrá que "bajar del monte" -La Peña y su Santuario son un símbolo- y cumplir la misión en el llano.
Está también, más allá de lo personal, el hecho de que la "modestia" de las propuestas finales son, a mi normal parecer de cristiano medio, más bien propias para la situación ?personas, grupos, parroquias, religiosos, asociaciones, diócesis, sociedad- de hace cinco o diez años que para la situación que viene (¡y que se ve venir!) en los próximos diez años. Era la oportunidad de dar juntos y desde abajo un paso importante hacia adelante, en algunas cosas un verdadero salto, pero ha faltado visión o valentía o simplemente método y nos hemos quedado del lado de acá de la realidad viva de Salamanca, de sus zonas rurales despobladas, de sus espacios suburbanos sobrecargados y de su centro histórico casi vacío.
En reuniones y conclusiones nos hemos mirado más a nosotros (bueno, hasta en eso hemos mirado más bien poco), que a lo de fuera y a lo que viene. Ahora habrá que correr para que con estos precarios medios que son las propuestas aprobadas acortemos distancias, ganemos terreno y nos pongamos a la altura de lo que Salamanca nos pide. Habrá que correr? Sin duda. La ocasión es apremiante y la ocasión en buena parte perdida nos apremia.
Y un tercer matiz medio en clave. Cuánto sabe la gente y qué poco la escuchamos, de forma que si los que deciden tuvieran un nivel de audición más alto podríamos cantar quizás otra canción. Porque la riqueza, aunque a medias recogida, estaba ahí pero para lograr aprovecharla cada comisión y cada espacio de decisión tendría que haber sido más permeable, más receptivo, con menos decisiones tomadas de antemano. Es verdad que así se llega con más seguridad al puerto buscado, pero la cuestión es si no habría que haber llegado a otro puerto, a otros mares y con otros aparejos.
A tiempo estamos para ir mirando el estado de la mar y dónde está el mar adentro hacia el que el Maestro nos empuja y al que queremos ir? Sin olvidar que si todo ha ido y va tan bien, ¿a qué viene una Asamblea de esta envergadura? Quizás haya que ir pensando en la próxima para enderezar la presente. Pero que sea más corta, con más ritmo, con más libertad de participación, con más espacios de intervención, sin "magias" ni arreglos de relleno, hasta con divergencias más visibles y mejor admitidas, con más autocrítica y más realismo. Y hasta con menos papeles?
Y no se puede olvidar el buen trabajo de estos dos años, cientos y cientos de personas en casi doscientos grupos repartidos por todos los rincones de la ciudad y provincia, de todos los colores y tendencias; materiales abundantes y a punto; comisiones con horas y horas de dedicación con la presencia constante del obispo y los vicarios, la ilusión cristiana de mucha gente que ha participado con esfuerzo y constancia, la generosidad de tantos y tantos en tiempo y dedicación, y muchos valores que no caben en una lista de urgencia sin dejar de citar aquellos que ni se pueden ver ni son evaluables pero que son el haber más sólido de la Asamblea. Ahí queda todo y permanece como riqueza de todos y con futuro, más allá de esa declaración de buenas intenciones que son las propuestas aprobadas.
Y en todo caso, y esto me cuesta admitirlo, somos como somos y llegamos donde llegamos y como decía aquel sacristán, no hay más cera que la que arde. Quizás aquí la verdad es lo contrario, hay más cera que la que arde. Pero daría lo mismo, porque ardiendo, lo que se dice ardiendo, es decir en activo, o sea en vivo hay lo que hay. Que tampoco es poco. Y con eso habrá que hacer un buen segundo tiempo, modestia aparte, claro. Y ganar el partido, por supuesto.
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