En los últimos años ha cambiado el patrón del consumo de alcohol. Actualmente la tendencia es consumir más los fines de semana y en los momentos de ocio. A veces con el único propósito de beber y poner a prueba la resistencia del organismo, llegando incluso a la pérdida del control por intoxicación etílica. También han disminuido las diferencias entre hombres y mujeres, en jóvenes ya no existen y no se debe olvidar que por razones biológicas y fisiológicas la mujer absorbe más alcohol y metaboliza menos. Razones por las que tiene una mayor probabilidad de intoxicaciones agudas (embriaguez) y otros trastornos relacionados con el alcohol.
Los factores determinantes de este alto consumo de alcohol en el conjunto de la población es la cultura predominante de tolerancia y permisividad; pero también la presión mediática de los medios de comunicación que relacionan consumo a actividades saludables y, por último, la presión del grupo de iguales. Este último es el principal determinante del consumo de bebidas alcohólicas en jóvenes.
El riesgo más importante que conlleva el consumo de bebidas alcohólicas es el síndrome de dependencia del alcohol que es el resultado de la interacción de factores constitucionales y personales (vulnerabilidad genética y personalidad), ambientales (aprendizaje infantil, actitud familiar) y socioculturales (disponibilidad, tolerancia al consumo, etc.). El componente determinante de este síndrome es el alcohol (etanol) que es una de las sustancias psicoactivas con mayor potencial adictivo físico y psíquico. El espectro de los trastornos orgánicos relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas es muy amplio dado que el alcohol es un tóxico que afecta al aparato digestivo, sistema nervioso, cardiovascular, sistema inmune y se asocia a cáncer de laringe, esófago y mama. También se relaciona con los accidentes de tráfico y con la violencia de género.
Tradicionalmente, en países con gran tolerancia al consumo, se ha introducido la costumbre de beber en las comidas, y forma parte incluso del mobiliario y de la estructura de las viviendas en las que existía frecuentemente un mueble denominado mueble bar y, actualmente, las bodegas en las que se pasan muchas horas.
El alcohol es una droga que no posee ningún efecto terapéutico ni tiene ningún efecto beneficioso para la Salud. Además, no sirve para calentarse, no estimula el apetito, no alivia la depresión, no mejora el estrés ni la ansiedad y empeora las habilidades sociales y las relaciones interpersonales. A los medios comunicación nacional ha saltado estos días por la frecuencia del Síndrome Alcohólico Fetal que se está observando en niños adoptados en los países con alta tasa de alcoholismo y, sobretodo, en familias desfavorecidas por consumir bebidas alcohólicas en el embarazo. Este fin de semana se está hablando de todo esto en nuestra ciudad en el trascurso de las IV jornadas sobre Alcohol y Alcoholismo.
En resumen, se trata de un tóxico incuestionable, que según la dosis ingerida y la susceptibilidad individual provoca daño y tiene una gran capacidad adictiva, tanto física como psíquica aunque sea una droga legal. Existen muchos intereses y muchas incoherencias en la forma de tratar este tema, por lo que hay que seguir haciendo esfuerzos por evitar este hábito para prevenir las enfermedades y problemas asociados a su consumo.
En mi opinión, ante el alcohol tolerancia cero y cuanto menos mejor porque se convierte en un tóxico para el Bienestar individual y familiar. Y a los jóvenes les diría que deben aprovechar su vitalidad para comerse el mundo y no para bebérselo.
Se puede llevar una Vida Saludable y festejar la Vida todos los días sin bebidas alcohólicas utilizando el cerebro para vivir y convivir con armonía y funcionalidad dentro de la normalidad y la racionalidad.
JAMCA
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