CANTALPINO | El cantalpinés Saúl Martín recorre la ruta jacobea desde Ponferrada a Santiago de Compostela
Como un sueño de Bob Dylan, buscando las respuestas en el viento. Como sentir la hoja del árbol o reunir en la mochila un hatajo de astillas de silencio. Como el que indaga la soledad en el vuelo alto de los pájaros. Poco más. Esas son las primeras sensaciones que envuelven al cantalpinés Saúl Martín, que ha iniciado por vez primera el Camino de Santiago.
Desde Ponferrada a la ciudad de las estrellas recorrerá a pie 200 kilómetros por la ruta francesa. En ella revalorizará lo cotidiano y distinguirá lo que realmente es necesario para vivir, que es recorrer un camino personal con dignidad, a veces con obstáculos y dureza, pero también, como en la vida misma, desde la belleza de un amanecer o un crepúsculo o de la contemplación de valles y montañas.
Camina con Alberto Jiménez, con el que compartirá confidencias personales y otras más domésticas. Y, aunque no lo crea, entenderá lo que esconde el canto de un mirlo o el lenguaje de las ramas horadadas por el aire.
Saúl Martín tendrá el privilegio de encontrar el otoño en pleno Camino de Santiago pasados ya los hermosos paisajes del Bierzo. "Me ha encantado Villafranca del Bierzo; estoy disfrutando de la naturaleza. Tengo buenas sensaciones", explica a SALAMANCArtv AL DÍA, periódico con el que ha ido compartiendo semanas atrás su anhelo por adentrarse en la magia de estos senderos preñados de energía y misterio, como todo en tierras celtas.
Hermosas etapas
En los próximos días, Saúl y Alberto avanzarán hacia los bosques gallegos, en bonitas etapas, míticas en el Camino, hasta superar O Cebreiro, Triacastela, Sarria, Portomarín, Palas de Rei, Melide ?la catedral del pulpo-, Arzúa, Arca, Monte do Gozo y, finalmente, Santiago.
Este cantalpinés ya ha reunido un saco de anécdotas, que formarán parte de su historia personal, familiar y del círculo de amistades. Hoy ha contado las primeras como la del encuentro con un macoterano en Ponferrada. Y es que Saúl ya se ha metido en la harina del Camino, donde te encuentras a un japonés, a un brasileño, a un sevillano o al vecino del pueblo de al lado. Pero, sobre todo, te encuentras a ti mismo. Porque esta senda peregrina, en la que convergen para hacerla motivaciones religiosas, personales, medioambientales, gastronómicas o artísticas, es universal e íntima a la vez, desde tiempos inmemorables.
Con toda seguridad, Saúl y Alberto no olvidarán jamás esta aventura que tanto marca a los que logran llegar en peregrinaje a la catedral de Santiago, un interesante viaje lleno de vida.
Bajo el sol, en alguna pequeña ermita harán suya la inscripción jacobea 'Ultreia et suseia' (Vamos más allá, vamos más arriba). ¡Buen Camino!