Que Castella y Perera no son íntimos amigos es del dominio público, pero esta tarde puede acusar un poco más el 'afecto' que se profesan
MARCO A. HIERRO
Muchos, pero muchos fantasmas debieron de sobrevolar el albero de La Glorieta esta tarde de regresos y antesalas que terminó muy distinta dependiendo de los ojos que la mirasen. La felicidad, como se dice, va por barrios, y el equilibrio zen del universo dice que para que haya un hombre -o mujer- feliz tiene que haber otro ?u otra- infeliz en igual medida. Y eso provoca consecuencias cuando tanto fantasma anda suelto.
Que Castella y Perera no son íntimos amigos es del dominio público, pero esta tarde puede acusar un poco más el 'afecto' que se profesan. El extremeño, que volvía de las puertas de la muerte al escenario del suceso, volvía a salir en parihuelas, pero de forma bien distinta de La Glorieta. El francés, que pisaba hoy un ruedo que suele dársele bien, se dejaba un toro vivo en la antesala de su encerrona de Nimes. Con la de Adolfo? Fíjense si había fantasmas que ahuyentar.
Lo hizo con nota Miguel Ángel, que ha decidido echar raíces en los alberos en este final de temporada. Porque ha llegado a ese estado en el que poco importa más que renacer cada día. Y qué mejor forma de hacerlo que en la arena donde tuvo que volverlo a hacer casi por fuerza. Hay pocas muletas hoy en día en el toreo tan templadas y poderosas como la de Perera, y hoy la sacó a pasear para ahuyentar sus fantasmas. Y fue feliz.
Poder tiene también la de Sebastián, y no dejó de tenerlo hoy. Pero parece enfadado con el mundo el francés desde que no supieron ver, allá por mayo, el toreo al natural más templado y despacioso que haya firmado en Madrid, y eso le provoca aristas a su toreo de chaflanes. Hoy no fue una buena tarde, pero tampoco peor que cualquier otra. Sin embargo, se deja un toro vivo justo antes de encerrarse con seis en Nimes? No parecen motivos para la felicidad. Aunque no pase de ser un accidente.