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El olvido del ébola y de sus consecuencias
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el foco mediático ha desaparecido pero no este problema

El olvido del ébola y de sus consecuencias

Actualizado 14/09/2016

El Palacio Episcopal de Salamanca acoge, hasta el día 23, una muestra de Alfons Rodríguez con 30 imágenes de gran formato para explicar los efectos de la epidemia, que durarán varias generaciones

Parece que el ébola es un recuerdo vago y lejano para la mayoría de nosotros. Podríamos pensar lo mismo del terremoto de Ecuador, que fue hace cinco meses o del de Italia, que sucedió hace sólo unas semanas? pero al no leer noticias en los medios de comunicación es como si ya se hubiesen superado estas tragedias.

Sin embargo, fue el 9 de junio, hace tres meses, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la epidemia más letal de ébola de la historia en África occidental (Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia). Con anterioridad, en enero y marzo, hubo sendos rebrotes del virus y nuevos contagios que retrasaron la erradicación de la epidemia cuando ya se pensaba que estaban superadas con éxito las cuarentenas.

El ébola nos afectó a todos casi hasta la paranoia. El contagio en Sierra Leona de dos religiosos, médicos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, y su repatriación a España, donde fallecieron, y el posterior caso de la enfermera Teresa Romero desataron la histeria hasta límites insospechados: nadie quería abrir las puertas en el metro, nadie quería tocar nada, si alguien estornudaba era mirado mal? y, sin embargo, qué poco sabíamos del ébola.

Este brote, el más letal desde el primero en 1976, surgió en Guinea en diciembre de 2013, al parecer por comer (algo muy común) un murciélago o un mono que contenía la enfermedad en la selva de aquel país. A partir de ahí, el trasiego de personas y la forma de vida en la calle en esa región de África hicieron que se expandiera con facilidad y rapidez. Pronto se supo que el contagio aumentaba por las secreciones mucosas de los fallecidos, y la manipulación de los seres queridos una vez muertos, a los que lava y amortaja para despedirse como tradición cultural muy arraigada, situaron la enfermedad en miles de muertos y contagios en pocos meses.

Al principio, ni la población, que achacaba la enfermedad a un mal de ojo, a brujería o una campaña del gobierno, ni la comunidad internacional, que hizo oídos sordos a la alerta lanzada por algunas organizaciones internacionales, prestaron atención a estos países y pasaron 8 meses hasta que la OMS decretó la emergencia internacional y empezaron a tomarse medidas serias.

Tuve la suerte de estar en Sierra Leona y en Liberia en marzo y abril de 2015, en plena epidemia del ébola. Y digo suerte porque, a pesar de los riesgos y el peligro, es una suerte comprobar y compartir el trabajo diario de los misioneros con los más vulnerables en aquellos países. En aquellos meses, hace un año y medio, seguía habiendo una media de 20 muertos diarios y otros tantos contagios, pero los misioneros salesianos ya se habían hecho cargo, por encargo del gobierno, de 200 menores que habían quedado huérfanos por la epidemia.

No era fácil el trabajo diario: habían adaptado una escuela al suspenderse las clases para reconvertir las aulas en dormitorios, cada niño tenía su propio grifo, se les tomaba la temperatura tres veces al día y, lo más importante, mientras el país estaba paralizado por la epidemia, los menores seguían recibiendo educación y ayuda de todo tipo (médica y psicológica) para superar los traumas de una enfermedad que les había dejado huérfanos y prepararse para empezar una nueva vida junto a sus familias extendidas.

Dos meses después de mi viaje, Alfons Rodríguez, un fotoperiodista reconocido a nivel internacional y cuyos reportajes fotográficos han sido publicados en los medios más prestigiosos del mundo, se dirigió a Misiones Salesianas para que lo ayudásemos a viajar a Sierra Leona. Acompañado de otro periodista, Nacho Carretero, ambos convivieron con los Salesianos, visitaron muchos de los lugares que yo unos meses antes y conocieron las mismas historias de soledad, dolor, muerte y discriminación por culpa del ébola.

Fruto de aquel viaje es esta exposición, 'Ébola más allá del ébola', que hace hincapié en las consecuencias de la epidemia una vez que parece que ha sido erradicado y superado el virus. Las consecuencias van mucho más allá de los miles de menores que han quedado huérfanos (más de 16.000), de los fallecidos (casi 12.000), de los contagios (alrededor de 30.000)? y que tienen que ver también con la prohibición de despedirse de sus seres queridos cuando fallecen, del retroceso económico y social de varias décadas cuando el país se recuperaba de una brutal guerra civil, de cientos de menores que han quedado embarazadas en este tiempo al estar en la calle y sin escuela, de las secuelas físicas, como la pérdida de visión de los que superaron el virus? y, sobre todo, la estigmatización y discriminación que sufren quienes vencieron la enfermedad por miedo a que sean portadores de nuevos contagios?

La exposición la forman 30 imágenes, cada una con una historia y una consecuencia que encierra muchos a la vez muchos matices, como es África. Quizá la más impactante y la que resume el dolor más latente, como es la muerte de miles de personas, muchas de ellas niños, es una de las que acompañan estas líneas. En ella se ve al pequeño Hassan Conteh, de 9 meses, muerto mientras es amortajado por Sellu Denn, un voluntario vestido como un astronauta como manda el protocolo para evitar contagios. La dureza de esta imagen, según Alfons Rodríguez, va mucho más allá del dolor y de la muerte reciente del bebé. En una habitación oscura, precisamente era la madre de Hassan, llorando, quien sostenía una especie de candil que alumbraba la habitación y permitió hacer la fotografía sin saber ni quién era ese extranjero ni para qué quería esa fotografía. Alfons, en ese instante, prefirió respetar el dolor en vida de la madre para fotografiar el cuerpo inerte de Hassan aunque la imagen pueda dar lugar a un debate ético.

Y es que 'Ébola más allá del ébola' significa eso, el reflejo de la supervivencia de quienes se salvaron o superaron la enfermedad, pero en unas circunstancias mucho más difíciles que antes de la epidemia y luchando ahora contra sus consecuencias.

Alberto López Herrero