Si el estado de bloqueo transitorio de nuestra democracia, a punto de llegar a unas terceras elecciones, hubiera ocurrido en otra época en la que los militares, comandados por franquistas, se arrogaban la reserva política, espiritual, ética y moral de Occ
Afortunadamente aquello pasó a la Historia, y si ahora vamos a hablar de tanques, los vamos a traer a colación no porque sean relevantes para la política de pactos ni por el hecho de ser hoy martes y trece, sino como constatación de que hace exactamente cien años un arma radicalmente destructora y asesina vino a perturbar aún más todas las guerras.
Quienes sólo por razones de edad, sin mayores méritos que nos diferencien de los jóvenes actuales, conocimos la dictadura, muerte de Franco, la Transición y el golpe de Tejero, si algo nos arrogamos es haber sido testigos de aquellas tentaciones de "golpe" que condicionaban los avances democráticos y se hizo realidad el 23 de febrero de 1981. Una época en la que, en voz baja, las noticias viajaban de boca en boca como un whatsapp subterráneo. Nadie en los albores de la democracia, si quitamos cuatro ultras muy activos, quería volver a la época anterior, por lo que el estamento militar, tantos años bajo la jefatura del generalísimo, estaba siempre bajo sospecha de involución.
Hoy, por sus virtudes democráticas, profesionalización, el paso del tiempo y el cumplimiento de aquella Constitución violentada por los golpistas, los militares han podido recuperar el sitio que les corresponde junto al pueblo, un lugar de privilegio que nunca debieron haber perdido.
Las expresiones "ruido de sables", el recuerdo al "caballo de Pavía" o "sacar los tanques a la calle" era un continuum de consignas que el diario "El Alcázar" no dejaba de difundir. Y no sólo en ese periódico, que se distinguía como buque insignia, sino otros medios con crónicas pro-franquistas sutilmente "alentadoras", como las del inefable Emilio Romero, personaje tan bien pagado de poder que llegó a ser considerado el gran periodista de periodistas. Como inciso, diremos que escuchar a don Emilio en su programa "El Gallo" en la primera cadena, pura retórica, era lo más parecido a la ventrílocua voz del Caudillo.
Así, en aquel contexto, la mejor manera para algunos de superar la tentación era caer en ella, y nuestro tanquero de guardia, el general Milans del Bosch, circunstancialmente gran amigo del Rey Emérito, no se pudo resistir y en el anochecer de aquel día 23-F de infame recuerdo, como si fueran fallas, sacó los tanques por las calles de Valencia haciendo caso omiso a la amistad y a la democracia. Esa fue, hablando de unos tanques que no llegaron a disparar, la experiencia más simbólica en la reciente Historia de España.
Pero vayamos al centenario de estos mortíferos aparatos. Los primeros tanques se utilizaron en la I Guerra Mundial el 15 de septiembre de 1916, pasado mañana hace exactamente un siglo. El primer día que desplegaron sus potentes cañones y ametralladora fue lo que han sido toda su vida: una mortífera equivocación. Fueron los ingleses, sus inventores, quienes los emplearon en la sangrienta batalla del Somme contra los alemanes y por error, contado por los reporteros presentes en la escena, tres de aquellos "monstruos metálicos, que daban la impresión de que volcarían hacia adelante, aunque la parte trasera y las dos orugas los equilibraban?", en su primera batalla, como un aviso paranormal, su fuerza la emplearon contra sus propias trincheras ocasionando numerosas bajas.
Así, dicha sea la verdad, desde el principio tal invento ha sido un grave error, salvo en aquella gran película de Roberto Benigni "La vida es bella" en la que un padre engaña a su hijito para blindarle de una realidad que no podía comprender, pura poesía (perdón, pero no puedo abrir más la caja de los regalos, ya que es un joyero destinado a cuant@s aún no hayan disfrutado de la película). Y salvo en este filme, decía, o cuando los tanques han sido artilugios hinchables realizados en goma y tirados desde los aviones con intención intimidatoria para simular un ataque por tierra, los tanques siempre fueron un grave error. Esto salvo si alguien no cree que sea un error una máquina de matar y me los compare, sin comparación, con la pólvora o la dinamita, que al fin y al cabo tanto bien han hecho a la humanidad en otros terrenos como las excavaciones.
En nuestra maldita guerra, maldito error, anduvimos durante años utilizándolos contra nosotros mismos... Sin embargo, casi todo el mundo conserva en su memoria la imagen de aquel ser humano que en la plaza de Tiananmen, en 1989, consumó la proeza de colocarse delante de una fila de tanques hasta pararlos. El gesto, aunque no pudiera impedir una masacre, quedó ahí para la eternidad como una gesta ante la injusticia.
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