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El veneno del toreo en formato del siglo XXI
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EL APUNTE DE ANA PEDRERO

El veneno del toreo en formato del siglo XXI

Actualizado 13/09/2016
Redacción

Cuando se iban clavé la mirada en ellos intentando descifrar en sus ojos el secreto, el misterio del toreo antiguo en formato de siglo XXI, cuando los chicos de su edad persiguen monstruitos de ficción por la calle y ellos se la juegan sin trampa cuando s

ANA PEDRERO

Los veía hoy tan jóvenes, casi adolescentes, abriéndose a la vida, envueltos en sus capotes de paseo como quien abraza todo lo que desea, la seda y el oro, y más dentro la camisa blanca y los tirantes, el corbatín, las medias con espiga, las zapatillas negras. Los veía recorrer ese camino que comienza haciendo la cruz sobre la arena y desemboca en los burladeros con la luz de septiembre en lo alto.

Pensaba entonces en el veneno antiguo del toreo en formato de siglo XXI, en plena era digital. En el milagro del toreo que cala hasta los huesos si aún hay niños capaces de coser su voluntad a un trozo de trapo sin necesidad de pantallas de cristal líquido ni conexión WIFI para las redes. Ese milagro que hace que los jóvenes aún sean capaces de enfrentarse con la bestia de tú a tú sin necesidad de salir a buscar monstruitos de ficción por las calles, pokémons del otro lado de la pantalla y de la realidad necesarios colaboradores de un mundo que pervierte los valores naturales, el orden de las cosas como siempre fue.

Los veía con el peso del compromiso sobre los hombros, con la esperanza de que por chiqueros asomase el novillo noble y bravo que finalmente no estaba allí, porque el encierro de Castillejo de Huebra fue complicado, falto de raza y de clase, y no le dio facilidades a la terna, en especial a Toñete que se estrelló con dos animales que le negaron cualquier opción.

Veía a Alejandro Marcos buscando su sitio, el de la ilusión de los salmantinos, exhibiendo pulso y temple, y pensaba en lo duro que tiene que ser mantener intacto el sueño cuando las cosas no ruedan, cuando la espada no entra, cuando las tardes no son como uno quiere; creer en uno mismo cuando los demás comienzan a dudar y crecer y crecer hasta construir una faena para despejar dudas y cargar de razones a quienes sí creyeron a pies juntillas en las buenas y en las malas. Esos que se partían hoy las palmas cuando el de La Fuente de San Esteban salía a hombros de La Glorieta, que hoy era para Marcos la gloria.

Veía a Toñete, todo disposición, ganas y poco más, pues el bronco y descompuesto segundo y el complicado y mansote quinto, que brindó a Rafa Cruz más desde el corazón que desde las posibilidades reales de triunfo, poco le dejaron mostrar. Y pensaba en esa decepción que tiene que recorrerte desde el dedo meñique del pie al último pelo de la cabeza cuando pones las ilusiones en una tarde que se torna imposible. Pensaba también qué puede mover a un chaval que puede encauzar su vida sin apreturas en el mundo de la empresa a ponerse delante de un novillo e intentar alcanzar el sueño de tantos, ese sueño tan difícil que pocos cumplen pero que todos acarician cuando firman una fecha en su calendario.

Veía a David Salvador, tan nuevo y a la vez tan decidido, tan valiente, dispuesto a darle la réplica a su amigo Alejandro Marcos, que le brindó el que abría plaza en la tarde en que se estrenaba con caballos. Lo miraba, tan joven, y pensaba qué demonio llevan en el cuerpo que les motiva a volver a la cara del toro después de un palizón con un novillo de los que piden el carné; qué locura les mueve para quedarse en la plaza con las carnes heridas como si el dolor no importase, como si no hubiese más mañana que dejar constancia de que viene para quedarse, para ser. Echando arrestos donde faltaba rodaje, dejando ver cosas muy buenas, la promesa de una rivalidad, la certeza de que hay mimbres como la elegancia, la verdad y el trazo largo.

Solo uno salió a hombros. Hoy era su día en justicia, aunque vive Dios que David Salvador la buscó casi a mordiscos, en novillero puro. Cuando se iban clavé la mirada en ellos intentando descifrar en sus ojos el secreto, el misterio del toreo antiguo en formato de siglo XXI, cuando los chicos de su edad persiguen monstruitos de ficción por la calle y ellos se la juegan sin trampa cuando se abre la puerta de chiqueros.

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