Los arquitectos que trabajaron en Salamanca en la segunda mitad del siglo XIX, además de cultivar las corrientes del momento, como el modernismo en la Casa Lis (1905), o experimentar con nuevos materiales, como el hierro, se fijaron en la tradición artística de la ciudad a la hora de proyectar nuevos edificios y a finales del siglo XIX volvieron sobre antiguos estilos.
Se sumaron así a la línea historicista que imperó en España en las últimas décadas del siglo XIX y en el Eclectismo que permitía combinar varios estilos.
El zaragozano José Secall optó por un modelo clasicista para el Palacio Episcopal (1889), encargado por el obispo Cámara, el mismo prelado que dispuso la construcción de la iglesia parroquial de San Juan de Sahagún (1895), patrono de Salamanca, levantada sobre el solar de la arruinada iglesia de San Mateo, conforme al planteamiento neogótico y neorrománico del jerezano Joaquín de Vargas Aguirre.
También neogótica se levantó la capilla del nuevo hospital de la Santísima Trinidad (Pedro Vidal, 1904).
Además del neogoticismo en la arquitectura religiosa, neogótica es así mismo la vivienda de la plaza de Liceo, que da a las calles de Toro y Azafranal, concluida en 1917 por el zamorano Santiago Madrigal. Este arquitecto supo captar la esencia salmantina cuando tuvo su auge el estilo regionalista. Se inspiró en la edad dorada del Renacimiento local para sus edificios neoplaterescos (números 4 y 64 de la calle Zamora o el edificio Coca de la plaza del Liceo).
Cuando hubo que remodelar edificios en la plaza de los Bandos, como el antiguo palacio de Solís para la sede de Telefónica, también se recurrió a esta inspiración, y en particular a la del palacio de Monterrey, que a su vez influyó en el nuevo cuartel de Caballería (hoy de Ingenieros).
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