Salamanca, ciudad decididamente mariana en el Barroco, comprometida en la defensa de la creencia en la Inmaculada Concepción de María a través del Concejo, la Universidad y el Cabildo Catedralicio, fiel devota de su patrona Santa María de la Vega y amante de otras advocaciones con notables muestras, como los Remedios o el Rosario, ha sido escenario, como es natural, de numerosas transformaciones sociales y religiosas. Añorar hoy con nostalgia las circunstancias del siglo XVII nos sumergiría en una máquina del tiempo amarga y averiada, y el destino no sería otro que 2016, el tiempo que nos ha tocado vivir. Entre las devociones religiosas que hemos recibido se halla, después de muchas vicisitudes, cambios de sede, ruinas y glorias, luces y sombras, la de Santa María de la Vega, patrona de Salamanca y su Tierra. Corresponde agradecer el legado, cuidar lo mucho y bueno que hay en él, pero también revisarlo y potenciarlo en sintonía con el momento actual de nuestra Iglesia y nuestra sociedad. Que lo tradicional no resulte anacrónico sino vivo y vigente, pues esto será señal de que ciertamente toca el corazón y lo vuelve hacia Dios. Así, la devoción se manifiesta exteriormente en una serie de prácticas sostenidas en una actitud interior de fe. Así es auténtica y coherente devoción, es decir, consagración, dedicación.
Como es sabido, es costumbre muy antigua que la imagen sagrada de María luzca una corona. Madre del Rey Eterno, la Virgen participa de su realeza y nos ampara a todos en las tareas del Reino de Dios. No sería hasta el siglo XIX cuando la liturgia romana incorporara el ritual de la coronación canónica de las imágenes de Nuestra Señora. Abrió brecha en España la patrona del Moncayo, la Virgen de Veruela. Fue en 1881 y por impulso de los jesuitas. La han seguido advocaciones célebres de resonancia mundial y patronas de pequeños pueblos, alrededor de quinientas. De entre las capitales de provincia, que no todas han sido tradicionales cabeceras de diócesis, Salamanca es una de las siete que no ha coronado a su patrona. Cuando las iglesias locales y ciudades españolas impulsaron la coronación de sus patronas, la devoción a Santa María de la Vega vivía momentos de aún tímida recuperación, con el paso por San Esteban y el posterior traslado a la Catedral. En los años del nacional-catolicismo (1952), la Plaza Mayor de Salamanca acogió la coronación de Nuestra Señora de la Peña de Francia, vinculada también a la recuperada diócesis de Ciudad Rodrigo y con devoción mucho más allá de los límites diocesanos, gracias a los dominicos.
Que Santa María de la Vega no esté coronada puede resultar llamativo, y en efecto indica que durante los siglos XIX y XX la devoción a la patrona ha languidecido. Comenzado el XXI, puede ser un buen momento para volver a María y beber en Ella de las fuentes del Evangelio, que en Persona llevó en su seno. Puede ser la hora de rescatar la mejor tradición de nuestra Iglesia local salmantina y rezar ante la sagrada imagen que desde siempre fue amada como protectora de los que vivieron su fe en la ciudad del Tormes, como en estos días de la novena en que es invocada como Madre de Misericordia. ¿Por qué no una coronación canónica el 6 de mayo de 2018, cuando se cumplirán cuatro siglos del voto inmaculista del Concejo salmantino ante la Virgen de la Vega? ¿Por qué no un camino compartido y sereno para reimpulsar la devoción a la patrona como un medio evangelizador, siempre fieles a la sencillez de María, sin endiosarla ni coronarla como Ella no querría?
Fotografía de Alberto García Soto (procesión extraordinaria de Santa María de la Vega el 15 de diciembre de 2013 ? Vº centenario de la Catedral de Salamanca)
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