Murió un día como hoy, hace 28 años (el 31.8.1988), uno de los de los grandes testigos del evangelio del siglo XX, Leónidas N. Proaño (1910-1988), Obispo de Riobamba, Ecuador (1954-1985), amigo de Dios, defensor de la justicia, promotor de los derechos de los campesinos y los pobres, candidato al premio Nobel de la paz?
Proaño sigue siendo un testimonio de fe, su voz resuena como denuncia fuerte, desde el fondo del evangelio, como una gran llamada al Cristo de la justicia, el Cristo de los pobres (cf. imagen 2, el gran mural de P. Esquivel, donde aparece Proaño, mural que vuelve estos días a ponerse en la catedral de Riobamba. ¿Quién logra distinguirle? Lo pondré con más detalle el próximo día).
Publiqué una semblanza emocionada de la vida y obra de Proaño, obra de una de sus colaboradoras, en El Pacto de las Catacumbas, pacto que él firmó al final del Vaticano II, el 17 de diciembre de 1966. La publicaré en este blog dentro de tres días, en este mismo portal, como recuerdo emocionado de su vida y obra, de la inmensa tarea de la Iglesia en América Latina, como recuerdo y homenaje a un amigo que ha sido misionero en la línea de Proaño, en el macizo de los Andes (J. Meana), y que acaba de morir.
Hoy quiero recoger unas palabras suyas, de Proaño, sobre la cuaresma de la iglesia, como tiempo de transformación personal y social. Su legado sigue siendo uno de los grandes tesoros de la Iglesia, una palabra y ejemplo que nos sigue enriqueciendo y provocando desde Riobamba, su ciudad.
Me llevaron a verle desde Ambato, donde yo dirigiía un pequeño curso de teología. Así viajamos, con la nieve de los volcanes en el alma, hasta llegar a Riobamba, su ciudad, uno de los lugares más vivos de la Iglesia católica, en un momento (¡ay dolor!) en que había grandes obispos, creadores de comunidades, hombres libres, desde el evangelio.
Así quiero recordarle hoy, pasados treinta y seis años, cuando apenas recuerdo obispos como aquellos, hombres de cercanía personal, de compromiso por los más pobres, de comunión liberadora. Deseo que este comienzo del año escolar 2016/2017 esté presidida en mi blog por su figura (imagen 1 y 3) y por su llamada a la conversión.
Cuaresma y conversión (Mons. L. Proaño)
Texto en Adital. FUNDACIÓN PUEBLO INDIO DEL ECUADOR
Constituida por Mons. Leonidas Proaño
Programa radial HOY Y MAÑANA
Riobamba 10 marzo de 1972, al comienzo de la Cuaresma
1.- Costumbres cuaresmales
- Nos encontramos ya bien adelantados en el tiempo de cuaresma. Si vamos a hablar en esta primera parte de costumbres cuaresmales, no es para detenernos en costumbres de carácter social, o las costumbres religiosas de cuaresma.
Los sacerdotes nos sentimos obligados a predicar sobre la penitencia y a organizar algunas actividades para ayudar a los cristianos a expresar de alguna manera su arrepentimiento. Con esta intención, se organizan novenas, reuniones salidas al campo...
En la ciudad de Riobamba, una después de otra se realizan dos famosas novenas: La novena de Jesús del Gran Poder, en la iglesia de los PP. Franciscanos, y la novena del Señor del Buen Suceso, en la iglesia de la Concepción. En las parroquias queda un poco a la iniciativa de cada párroco, como también al respeto a tradiciones hechas y conservadas por medio de organizaciones piadosas llamadas cofradías o hermandades.
Todas estas actividades destinadas a provocar el arrepentimiento desembocan en: confesiones masivas, misas de comunión numerosas, procesiones al fin de las novenas y en días señalados de la semana santa. Desde el punto de vista psicológico, hay quienes empiezan a sufrir atormentados por la idea de tener que confesarse obligatoriamente, no tanto porque les nazca del corazón el deseo de reconciliación con Dios. Todavía hay madres de familia y esposas que se dedican, en este tiempo, a urgir a sus hijos y esposo primero la asistencia a la celebración de las novenas y luego el acercamiento a la recepción del sacramento de la penitencia.
2.- Manifestaciones tranquilizantes de penitencia.
- Por lo dicho, todo el anhelo de provocar la conversión se resume en la confesión y en la comunión durante los días de semana santa. Para el párroco, es un consuelo si puede saber que en su parroquia se han acercado a confesar y comulgar unos centenares o aún miles de personas. Para el predicador es asimismo un consuelo estimulante darse cuenta de que concurren a oírle multitudes innumerables atraídas por la fuerza de su oratoria. Para las esposas y madres, constituye el pago de sus esfuerzos y desvelos saber que el esposo se confesó después de largos años de haberse alejado de la recepción de este sacramento, o saber que el hijo continúa siendo fiel a esta práctica que se le inculcó desde cuando era niño.
Para los organizadores de las novenas y de las procesiones, es un gusto constatar el éxito de los predicadores cuaresmales por la cantidad de gente que concurre y el éxito de su capacidad organizativa por la magnitud de las procesiones que, "en este año sólo se han arrancado tres veces en todo el trayecto".
Pero después de todo, la vida sigue igual. Por el éxito de la novena y de la procesión, los priostes invitan a todos sus amigos a sus casas para ofrecerles algún agasajo. A veces comprometen también a la banda de música. La alegría del éxito es tan grande que a veces se exceden en la bebida y así empiezan "a pascuar" en medio de la semana santa, por ejemplo el martes santo o el viernes santo. Si ya ha habido desuniones, después de semana santa continúan lo mismo. Si se ha tenido costumbre de explotar a los trabajadores, después de la semana santa se continúa explotándolos igual que antes. Si algunas personas se han dedicado como a un deporte a la calumnia, después de la semana santa continúan entregados a este "divertidísimo" deporte.
Si se ha admitido socialmente que en el comercio hay que aspirar a hacer las más grandes ganancias, aunque sea engañando a los compradores, después de semana santa se sigue buscando ganancias exageradas y perjudicando a los clientes.
Si de igual manera por costumbre socialmente admitidas se desprecia al pobres, al indio, al cargador, al peón, a la cocinera, después de semana santa el desprecio continúa tal como antes... en una palabra no se ven manifestaciones de un cambio notable en la vida. La participación en novenas, sacramentos y procesiones fueron solamente manifestaciones tranquilizantes de conciencia. Faltó la verdadera conversión.
3.- La penitencia en la Biblia.-
Tomando casi al azar la sagrada Biblia, encontramos invitaciones a la penitencia que son fuertes llamadas de Dios. Abro por ejemplo las profecías de Joel y encuentro lo siguiente:
"Ceñíos y llorad sacerdote, gemid, ministros del altar; venid, pasad la noche en saco, ministros de mi Dios, porque a la casa de vuestro Dios se le ha negado oblación y libación. Promulgad un ayuno, llamad a consejo, reuníos, ancianos y vosotros todos, habitantes de la tierra, en la casa de Yahvé, Dios Vuestro, y clamad a Yahvé: ¡ay, qué día porque está cerca el día de Yahvé, ya llega como devastación de Sadday!" Joel 1, 13-15
"Mas ahora todavía -oráculo de Yahvé- volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahavé nuestro Dios, porque El es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se allana ante la desgracia" (Joel 2, 12-13)
"Yo detesto, desprecio vuestras fiestas, no gusto del olor de vuestras reuniones. Si me ofrecéis holocaustos, no me complazco en vuestras oblaciones, ni miro a vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados. Aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas. Que fluya, sí, el juicio como agua, la justicia como un torrente inagotable" (Amós 5, 21-24)
"Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra diciendo: "¿cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano y el sábado para dar salida al trigo, achicando la medida y aumentando el peso, falsificando balanzas de fraude, comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias..." Amós 8, 4-6
"Pobres de ustedes, que meditan la injusticia, traman el mal durante la noche, y al amanecer lo ejecutan, cuando está a su alcance. Codician campos y los toman, roban casas y herencias; venden al padre y toman sus pertenencias"
Miqueas 2, 1-3
"¿Qué he de hacer contigo Efraín? ¿Cómo he de tratarte Judá? El amor que me tienen es como nube matinal, como rocío que se termina muy temprano. Por eso tuve que destruirlos por medio de mis profetas. A ustedes les he dado muerto con mis palabras. Porque yo quiero amor, no sacrificios, y conocimiento de Dios más que víctimas consumidas por el fuego... Cuando yo, quería sanar a Israel, se descubrió el pecado de Efraín y la maldad de Samaria, porque obran con mentiras. En la casa entra el ladrón y fuera atracan los bandidos. No reflexionan que tengo presente su maldad; ahora sus obras los envuelven y están presentes ante mí... El día de nuestro Rey, los príncipes se enfermaron con el mucho vino que bebieron... su corazón encendido por sus malos proyectos es como un horno que arde toda la noche mientras dormita el panadero y por la mañana queda como fuego inflamado... Han hecho reyes, pero no elegidos por mí, se dieron jefes sin que yo lo sepa; de su oro y de su plata se han hecho ídolos: éstos los llevarán a su ruina... tu becerro es tu obra, Israel: es un escultor quien lo ha hecho. No es un Dios y acabará hecho pedazos... Me ofrecen sacrificios porque son ellos los que comen la carne. A Yahvé no le agradan estos sacrificios, pues recuerda la maldad de ellos y se dispone a castigar sus pecados..." (Oseas 6, 7, 8,)
De los textos arriba citados podemos extraer ciertos pensamientos claves:
Primero,
la conversión no consiste en la práctica de ciertas exterioridades, como el ofrecimiento de sacrificios, sino en la purificación del corazón, en el cambio de vida.
Segundo,
la conversión se manifiesta en la realización de la justicia con los pobres y los oprimidos.
Tercero,
la conversión no es un acto pasajero sin trascendencia en la vida.
Cuarto,
no es demostración de fe cristiana ni la religiosidad que pone toda su confianza en las imágenes hechas por hombres, ni tampoco la erección de ídolos tales como el dinero o el prestigio.
4.- Cuaresma sin conversión auténtica.-
Si la Palabra de Dios nos dice que la conversión no consiste en la práctica de los actos exteriores realizados por el pueblo israelita,
preguntémonos si las actividades que realizan en tiempo de cuaresma nos llevan a una conversión auténtica. Ya hice la observación de que no cambia en nada la vida de los hombres. Entregar estipendios de misas, ofrecer estipendios y limosnas, participar pasivamente en la celebración de novenas y procesiones, encender luces y velas delante de imágenes, componer altares con telas de colores y flores de adorno, pueden ser signos de algo. Pero si son solamente actos tranquilizantes, estos no son sino evasiones de una verdadera conversión.
Por eso, el Señor pide: "volved a mí de todo corazón...desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos" y añade: "yo detesto y desprecio vuestras fiestas, no gusto el olor de vuestras reuniones...no me complazco en vuestras oblaciones...aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas..."
Si la conversión se manifiesta en la realización de la justicia con los pobres y los oprimidos
examinémonos cómo andan nuestras relaciones con nuestros semejantes. ¿Continuamos tratando con desprecio a los pobres? ¿Continuamos pisoteando a los necesitados? ¿Continuamos haciendo del pueblo un pedestal para subir nosotros y engrandecernos? ¿Continuamos explotando el trabajo y las lágrimas de trabajadores, viudas y huérfanos, para enriquecernos nosotros? ¿Continuamos disminuyendo el pago de salarios a nuestros colaboradores? La palabra de Dios recrimina esta conducta, cuando dice: "escuchad los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes...achicando la medida aumentando el peso, falsificando balanzas de fraude, comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias..."
Si la conversión tiene que ser un viraje definitivo de nuestra mala vida a una vida orientada hacia Dios,
examinemos como concebimos nuestra conversión de cuaresma. ¿La tomamos como un acto pasajero, transitorio? ¿Seguimos pensando que porque somos pecadores, después que nos hemos confesado y hemos comulgado, no tenemos más remedio que continuar engañando al prójimo y buscando nuestras satisfacciones egoístas? ¿Continuamos diciendo que, como somos hombres, no podemos cambiar definitivamente nuestra vida? Ciertamente que somos débiles. Ciertamente que continuamos inclinados al mal. Ciertamente que corremos permanentemente el peligro de volver a caer en nuestros mismos pecados o en pecados peores.
Pero no olvidemos que contamos con la gracia de Dios y que así podemos dar una nueva orientación a nuestra vida mantenerla luchando y esforzándonos valerosamente, ayudados siempre por el poder de Dios que quiere convertirnos en verdaderos hijos suyos. La Palabra de Dios nos dice que nuestro amor no debe ser como la nube de la mañana que aparece por unos instantes en las cumbres de los montes y luego se desvanecen al soplo de cualquier vientecillo.
La Palabra de Dios nos dice que nuestro amor no debe ser como el rocío que cayó en la madrugada y que se desvanece muy temprano a los primeros rayos del sol. De un amor semejante no se ven satisfechos los mismos hombres. Efectivamente, cuando encuentran personas volubles que un día dicen que aman y al día siguiente vuelven las espaldas se desengañan definitivamente y buscan fuentes de amor más estables y duraderas. Con mayor razón, Dios no puede quedar satisfecho de unas manifestaciones de amor de un instante y que no tienen ni en la intención la fuerza de la constancia. Conversiones momentáneas no son conversiones auténticas.
Si la conversión tiene que ser una vuelta a Dios y al prójimo,
tenemos que examinarnos si no estamos satisfaciendo nuestra religiosidad únicamente con el culto que rendimos a imágenes más o menos artísticas, fabricadas por manos de hombre, que no nos comprometen a nada serio de nuestra vida. Tenemos que preguntarnos si no somos quizá más respetuosos de una imagen hecha de madera que del hombre, imagen viva de Dios. Tenemos que preguntarnos si no somos más obsequiosos con esas imágenes que con los hombres sumergidos frecuentemente en la ignorancia, en la tristeza, en la pobreza, en la esclavitud. De igual manera tenemos que examinar nuestra conciencia para ver si acaso no nos hemos levantado ídolos que sustituyen al Dios verdadero y ante los cuales rendimos culto e inclusive sacrificamos nuestra misma vida.
El dinero es actualmente el becerro de oro ante el cual hincan la rodilla los hombres de nuestro tiempo. Viven para ganar dinero. Trabajan sólo para ganar dinero. Estudian sólo para adquirir una profesión que les de dinero. Buscan un empleo y venden sus convicciones sólo para ganar dinero.
Hay otros hombres que han levantado en su vida un altar al dios prestigio. Ante él queman incienso y se sacrifican ellos mismos y sacrifican su propia familia. Por el dinero y por el prestigio, oprimen a otros hombres, los hunden en la miseria y caen así en la condición de aquellos a quienes el Señor maldice: "Pobres de Uds. que meditan la injusticia, traman el mal durante la noche, y al amanecer lo ejecutan."
La cuaresma, ¿es para nosotros ocasión de una conversión auténtica o solamente de hacer uso de tranquilizantes?
5.- Hay una primera conversión.-
Como en todas las cosas, hay un día, hay un momento que es el decisivo para la vida del hombre: se compromete para seguir por los caminos del bien. Veamos cómo es este momento en un hecho evangélico:
"Llegando a Jericó pasaba Jesús por la ciudad. Había ahí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no podía hacerlo en medio de tanta gente, por ser de baja estatura. Entonces corrió adelante y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí.
Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: "Zaqueo, baja rápido, porque hoy tengo que quedarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Todos entonces se pusieron a criticar y a decir: "se fue a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien he exigido algo injustamente, le devolveré cuatro veces más".
Jesús respondió: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham. El hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". (Lc. 19, 1-10).
Para Zaqueo, éste fue el día de su primera conversión, el día decisivo. De las mismas afirmaciones del relato se deduce que Zaqueo era un pecador. Tal vez por su condición de jefe de los cobradores de impuestos, su principal pecado había sido el robo y la explotación de otros hombres. Tal vez gracias a esta explotación, él llegó a ser un hombre rico. Sin embargo, tenía una curiosidad: quería conocer personalmente a Jesús. El don de Dios que es Jesús mismo se le hizo encontradizo, lo cual significa una gracia. No basta el encuentro físico: es necesario el encuentro personal. Jesús levantó los ojos para mirar a Zaqueo encaramado en un árbol: éste fue el gesto que conquistó el corazón de Zaqueo. Quizás este hombre explotador de los demás no gozaba de la simpatía de sus compatriotas. Por esta razón ser publicano significaba para los judíos lo mismo que ser pecador.
Al verse Zaqueo convertido en una persona por la que se interesaba el maestro, a quien levantó los ojos para mirar, él se sintió comprendido y amado en su misma miseria: esto le transformó. Zaqueo bajó rápidamente y recibió a Jesús con alegría". Era la alegría del encuentro personal con el Salvador. Este encuentro debía tener consecuencias para toda su vida. Por esta razón Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y devolveré cuatro veces más a quien he exigido algo injustamente". Y por esto mismo Jesús concluyó: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa..."
No es imaginable que Zaqueo hubiese vuelto a su vida de explotador de los pobres. Lo imaginable es que Zaqueo se convirtió definitivamente en un discípulo de Cristo. Lo imaginable es que Zaqueo pudo tener sus altibajos en la fidelidad a su compromiso. Pero también lo imaginable es que él continuó perseverantemente en la búsqueda de esa misma fidelidad y que fue conquistándola día a día.
6.- La conversión continúa.-
Y así nos ponemos en el caso de pensar en que la conversión es un quehacer de todos los días. Pero la orientación está tomada. La conversión continúa es necesaria porque somos débiles, porque hay circunstancias que nos ponen en peligro de dar las espaldas al Señor, porque llevamos dentro de nosotros tendencias que no están todavía suficientemente evangelizadas.
Además, es necesario tener presente que la conversión es una amistad cada vez más estrecha con Cristo Salvador. Digo esto, porque algunos cristianos tienen miedo a la palabra conversión, pues la consideran como una inhibición de todas sus exigencias vitales.
Aquí se realiza aquello que dijo Nuestro Señor mismo que quien pretende ganar su vida la perderá, pero aquel que pierda la vida por su nombre la ganará. Aquí es cuando debemos comprender que el cristiano debe introducirse resueltamente en este misterio de muerte y resurrección. Hay que morir al pecado, al desorden, a las tendencias al mal, para resucitar con Cristo a la vida, al bien, a la generosidad.
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