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Las festividades de Gajates hablan de Teresa
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REPORTAJE

Las festividades de Gajates hablan de Teresa

Actualizado 07/08/2016
Redacción

El grupo teatral Lazarillo de Tormes lleva a la localidad su representación 127 de la obra 'La Jardinera de la Luz'

Es del siglo XIII y tiene un ábside precioso. En él el viajero puede contemplar maravillado que está formado por siete paños separados por ocho bandas verticales, y en cada uno de ellos hay tres arcadas dobles de arcos de medio punto. Su estilo es románico-mudéjar, por lo que su arquitectura está configurada a base de ladrillo visto y piedra. Dentro, estilos de otras épocas, sobre todo algunas tumbas renacentistas, hablan de las modificaciones hechas a lo largo del tiempo, como sucede en la mayoría de estos edificios religiosos. Su advocación es la del Salvador, y Gajates, su pueblo, conmemora precisamente en estos días su festividad. El sábado fue su día grande, y hoy, día 7, los habitantes de esta localidad de las Tierras de Alba, quisieron disfrutar de la representación de "Teresa, la jardinera de la luz", dentro de un periplo de actos culturales y populares de esta semana de fiesta.

A pleno sol de mediodía, el grupo de teatro Lazarillo de Tormes, se halla ante las puertas de esta iglesia, a punto de descargar su material, para enfrentarse a la representación 127 de su tan aclamada y conocida obra de Teatro, con la que tanta gente ha podido acercarse de otra manera, distinta de las convencionales a las que estábamos acostumbrados, a la figura de Teresa de Jesús. Con el pasar de tantos meses de éxito, y lejos ya de la conmemoración del V centenario de su nacimiento, ha sido tan buena la acogida por parte del público, que todavía son muchas las ciudades y pueblos, fuera y dentro de nuestra Comunidad, que solicitan la puesta en escena de la misma, con ninguna otra excusa, al margen de fiestas, que no sea la de tener la oportunidad de disfrutar de este montaje.

Son los propios componentes del grupo Lazarillo, los encargados de las tareas de descarga e instalación de un atrezzo, que, aunque ya sabemos de su sencillez, es capaz de crear la atmósfera oportuna que nos sitúa a finales del siglo XVI, en los años del reinado de Felipe II, y en momentos previos a la muerte de la santa en el convento de Alba de Tormes, muy próximo al pueblo donde en esta calurosa mañana la función ha tenido lugar. Cuando se sube al púlpito el padre dominico, imponente en su hábito negro, y que hace frente magistralmente al grupo de carmelitas, al lado del órgano del maestro Salinas, que parece haber sido traído de la Catedral Vieja de Salamanca, donde se encuentra el auténtico, la magia de lo extemporáneo cobra protagonismo. Ya sólo falta ver a los actores, perfectamente caracterizados con los hábitos de la época, para perder la conciencia espacio-temporal, y poder ubicarnos así en un escenario y tiempo, que aunque lejano en fechas, parece estar próximo a nosotros según vamos avanzando en los acontecimientos que "Teresa, la jardinera de la luz" nos pone por delante.

Tantos momentos vividos por tantas gentes a lo largo de siglos dentro de los templos, y con toda la carga de energía que ello supone, dota al altar de cualquier iglesia de las cualidades inmejorables para ser el escenario perfecto de toda obra, que como ésta, encierra en sí la vida de alguien capaz de conectar con las nuestras. Y ese es el caso de Teresa de Jesús. El guionista y director de la obra, Denis Rafter, que debido a los muchos compromisos adquiridos en su intensa carrera de dramaturgo, y que en la actualidad le han llevado al Festival de Teatro Clásico de Almagro, ha tenido esto en cuenta para regalarnos un texto de excepción. El productor, Javier de Prado, que en la actualidad ha tomado también las riendas de la dirección, y que tampoco escapa a las tareas de montaje del escenario, fue el padre de esta idea de representar en iglesias. Porque haciendo un repaso de sus festividades, y de la intensidad con que se viven, dentro de la propia iglesia, también el pueblo de Gajates, se vio gratamente sorprendido y profundamente emocionado con lo que allí se les contaba.

La madre Teresa, aparecía ante los espectadores, a través de las palabras de defensa de sus hermanas frente al enviado de la Inquisición, como uno más de entre ellos, conocedora de sus mismas inquietudes, tareas y tiempos, a la vez que enraizada en este mundo en todos y cada uno de sus elementos. En estas tierras de Alba, de secano, productoras de patatas y maíz, celebran agradecidos la fiesta de san Isidro, santo agricultor que como ellos sufrió las inclemencias de estas tareas. La tierra es dura, pero nos da los frutos para comer. Teresa, como buena jardinera, entendió bien la tarea de esparcir semillas y cuidarlas; de recorrer muchos caminos polvorientos para hacer crecer los frutos de su siembra. Y cuando las adversidades de su vida, le hacían detenerse, siempre encontraba en el campo o la huerta de cualquier convento, el lugar apropiado para cobrar nuevos bríos. Teresa era ante todo humana, enraizada en la tierra, como cada uno de nosotros.

Pero como cualquier buena jardinera sabía de las excelencias del agua para dar la vida. Para ella la vida provenía de su infinito amor a Jesús de Nazaret, con el que se comunicaba con un íntimo diálogo, denominado por ella oración, y que sobrepasaba las fronteras humanas, para dejarse invadir y anegarse por olas de agua. Así nos explica ella esta relación, con preciosas imágenes, en las que va avanzando en esa comunicación como si de distintos tipos de riego se tratara, y que tan bien es expresado en una de las escenas de la obra, por una de sus hermanas. Gajates al completo, siente como su recientemente recuperada fiesta del Carmen, se llena de agua y luz, como en el caso de la santa, para navegar y orientar por caminos de vida a quienes, como los marineros se adentran en el oleaje para volver llenos de frutos, guiados por la luz de un faro. Teresa también es de agua.

Como protagonista absoluto de su vida tiene a ese Jesús Salvador, que la espera en lo alto. Ninguna mejor ocasión que la de la fiesta del Salvador, para recordar, como se hace en escena, que la carmelita a pesar de ser mujer de cualquier tiempo, por lo que de universal es el ejemplo de su vida, voló por "sus adentros", buscando esa luz en lo alto, que sólo un espíritu superior, aire que insufla vida, podía darle. Sus palabras sosiegan, cuando recomiendan elevar el pensamiento, aspirar a lo celeste y buscar otro tipo de gloria, alejada de la mundana.

Cuando finalmente la batalla ganada a la Inquisición, sorteando el fuego de la hoguera, latente a lo largo de todo el montaje, podría dejar resquicio a la tranquilidad y al orgullo de haber vencido, queda sin embargo la sensación de que lo auténtico no tiene que demostrar su autenticidad, y que la ignorancia de los prepotentes, los convierte en marionetas de sus escenarios de parodia. Por ello Gajates ríe complacido ante la idea de una Teresa bruja, subida en una escoba, culpable de los males del mundo, tan sólo por buscar la igualdad entre los seres humanos, hombres o mujeres, favorecidos o no. El fuego de su corazón no podría arder en ninguna hoguera de esta tierra. En la fiesta de las Ánimas, que tan poco impresionaba a la carmelita, y que tiene su momento lúdico en Gajates, recordarán este año a una mujer que supo reírse de lo superficial de la vida, y hacer fiesta como los niños en esta celebración, porque sabía que lo importante llega si lo buscas y esperas desde el corazón. Tierra, agua, aire y fuego, pleno completo para Teresa de Jesús.

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